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Dos amigos fallecidos, 36 conciertos cancelados y tres operaciones graves: cómo REM sobrevivió a su gira más difícil

Hace 30 años el grupo de Michael Stipe finalizó el ‘Monster Tour’... casi de milagro. Esta es la crónica de una gira que los coronó como la gran banda de rock de los noventa a pesar de innumerables tragedias y sobresaltos

En 1995, R.E.M. era una de las bandas más grandes del mundo. Sus álbumes Out Of Time, en 1991, y Automatic For The People, en 1992, habían llevado al cuarteto de Athens (EE UU) a lo más alto de su popularidad, avalada por 25 millones de discos vendidos entre ambos, el reconocimiento unánime de la crítica y la adoración de sus compañeros de profesión. Pero, sorprendentemente, Michael Stipe (voz), Peter Buck (guitarra), Mike Mills (bajo) y Bill Berry (batería) decidieron no salir de gira con ninguno de esos dos discos. Tras la publicación de Monster, en 1994, cambiaron las tornas y pusieron en marcha su primer tour mundial en seis años, también el primero de su carrera en el que darían el salto a grandes estadios. Las expectativas ante esa gira monstruo eran, por tanto, altísimas.

“Nos encontrábamos en una posición en que éramos más famosos que nunca, y decidimos emprender nuestra primera gira después de dos álbumes que habían sido muy populares, pero estaban llenos de canciones lentas y medios tiempos, así que necesitábamos algo realmente potente y crudo. Recurrimos a nuestra pasión por el glam rock de principios de los setenta y a la influencia que tuvo en nosotros como músicos y como fans, y ese fue el comienzo de Monster”, explicaba Michael Stipe a New Musical Express en 2019.

Eso fue acompañado de un cambio de imagen que rompía con la seriedad que destilaba el grupo, entonces considerado como el gran bastión del rock alternativo. Ya con Out Of Time, y sus singles Losing My Religion y Shiny Happy People, cuyos vídeos se programaron por doquier, hicieron populares sus rostros y dejaron atrás el aura de misterio y de grupo de culto que habían destilado a lo largo de los ochenta, donde se solían mostrar esquivos y enigmáticos. Pero con Monster fueron un paso más adelante. “Necesitábamos pavoneo, humor e ironía. Todo era meta antes de que el término existiera. Mirábamos hacia grupos como Blur y Pulp”, afirmaba Stipe en la misma entrevista.

Acompañando al subidón de fama de los miembros del grupo, llegó la salida del armario de Michael Stipe y también rumores constantemente desmentidos como el de que la banda había renunciado a salir de gira en los primeros noventa porque su líder tenía sida, algo que también se relacionó con la delgadez del cantante. Este, además, construyo en vídeos como el de What’s The Frequency, Kenneth? su imagen más icónica, con la cabeza rapada.

“Parte de ser yo mismo fue hablar públicamente sobre mi sexualidad por primera vez. Para mí, al principio era una cuestión de privacidad, me había expuesto demasiado y quería guardarme algo para mí, pero eso llegó a un punto en que era ridículo y decidí hablar en público al respecto, lo cual, por supuesto, es algo que me alegro de haber hecho. Y me afeité la cabeza porque mi pelo se estaba cayendo, yo era una estrella del pop, y eso no quedaba bien. No creo que nadie haya dicho eso antes en la historia de la fama y las cabezas rapadas”, declaraba el cantante al NME.

Entre la vida y la muerte

Automatic For the People fue un disco lúgubre, que mostraba la obsesión de la banda con la mortalidad. Monster se alumbró como reacción a aquello, era una vuelta a la electricidad de su juventud, una celebración de sus raíces indie rock. Sin embargo, las circunstancias se alinearon desde el principio en el lugar contrario. Justo cuando R.E.M. había empezado las sesiones en el estudio, en octubre de 1993, falleció el actor River Phoenix, amigo íntimo de Stipe, con solo 23 años por sobredosis de heroína y cocaína. Y, en abril de 1994, cuando la grabación estaba a punto de finalizar, se suicidó otro amigo cercano del grupo, Kurt Cobain. “Cuando murió River”, recordaba Stipe, “pasé por un período de seis meses de bloqueo, no podía escribir nada, y fue frustrante para la banda y para mí. Todos le conocíamos y lo queríamos, y particularmente para mí él era como un hermano. Fue la pérdida más profunda que experimenté por entonces”.

El disco se dedicó a la memoria del actor e invitaron a su hermana, Rain, a hacer coros en el tema Bang and Blame. Y al líder de Nirvana dedicaron la intensa canción Let Me In. La banda había entablado amistad con Cobain y su esposa, Courtney Love, cuando Peter Buck, guitarrista de R.E.M., se fue a vivir a Seattle, y su pérdida fue igual de traumática para ellos. En una entrevista con Rolling Stone en octubre de 1994, Stipe revelaba: “Había estado hablando con Kurt y, cuando desapareció, lo supe, todos lo supimos. Durante siete días, nadie sabía dónde estaba. Yo sabía que una llamada telefónica iba a llegar, y solo esperaba que fuese buena, pero no lo fue. Estábamos un poco preparados para lo que iba a suceder, pero fue mal, realmente mal”. El líder de R.E.M. intentó ser consejero del de Nirvana durante sus últimos días, e incluso hablaron muy en serio de una colaboración futura. “Si Kurt viviera, estaría de gira con nosotros”, declararía a su paso por San Sebastián.

Durante la grabación del álbum, tanto el batería Bill Berry como el bajista Mike Mills enfermaron, pero nadie se lo tomó como presagio de lo que iba a suceder meses después. De hecho, el batería era el más entusiasta del grupo a la hora de salir de gira, sin siquiera sospechar que aquella se iba a acabar rebautizando por parte de los fans como la “gira aneurisma”.

La primera vez en España

El 13 de enero de 1995, el Monster Tour arrancó a lo grande en Perth (Australia). La gira mundial transcurriría por cuatro continentes y finalizaría el 21 de noviembre en Atlanta (EE UU). Entre el elenco de teloneros se fueron sucediendo Radiohead, Oasis, The Cranberries, Sonic Youth, Belly, Grant Lee Buffalo y Luscious Jackson entre otros. También PJ Harvey estaba programada para varias fechas en Europa que finalmente se cancelaron. “Fue duro volver a empezar una gira mundial, pero decidí hacerme a la idea de estar un año actuando por todo el mundo y considero una verdadera suerte poder hacerlo”, confesó el cantante a Fietta Jarque en las páginas de EL PAÍS.

La banda, estaba disfrutando mucho la subida de adrenalina de volver a los escenarios y en ese estado llegaron a nuestro país por primera vez en una trayectoria que habían iniciado en 1981. Su gira europea arrancó en San Sebastián (Velódromo de Anoeta, 15 de febrero) y posteriormente pasó por Madrid (Palacio de los Deportes, 16 de febrero) y Barcelona (Palau Sant Jordi, 18 de febrero), con llenos absolutos a 3.500 pesetas la entrada más barata y buena aceptación.

En Donostia el grupo se quedó seis días ensayando para su periplo por el continente y acompañado por un séquito de 50 personas. También se dejaron ver por bares emblemáticos del Casco Viejo, y el cantante hablaba desenfadada y amablemente con toda la gente que se le acercaba, como recuerda el periodista musical Iñaki Zarata, quien entonces escribía para El Diario Vasco, y rememora aquel primer concierto de R.E.M. en la Península como “dos grandiosas horas de música rock”.

En cuanto a su paso por la capital, Fernando Martín escribió en su crítica para EL PAÍS: “El cuarteto de Athens no puede haber tenido mejor pista de pruebas que los escenarios españoles que jalonan su gira. En Madrid triunfó en loor de multitudes, ante un público tremendamente juvenil y entregado, al que parecía no importarle haberse dejado un riñón en la taquilla”. Joan Pons, también periodista musical, los vio en Barcelona, pero, para él, “fue un concierto simplemente correcto. Fue la primera vez que noté que podían fallar. Monster se quedó en un disco de rock raro y ensimismado, y eso se trasladó al directo”.

Carretera hacia el infierno

1 de marzo de 1995, Lausana, Suiza. R.E.M. llevaban hora y media de concierto y, cuando la banda interpretaba Tongue, el batería colapsó en el escenario por un fuerte dolor de cabeza. “Sentí como si una bola de bolos me hubiera golpeado. No hubo ninguna señal previa”, le dijo Bill Berry a Los Angeles Times. Arrastrado hacia el camerino, el médico que le atendió le aseguró que había sufrido una migraña muy severa, pero su mujer insistió en que le llevasen a un hospital y le hiciesen una radiografía. Dos días después, tras descubrir que había sufrido un aneurisma y tenía otro en ciernes, le practicaron una operación en el cerebro y tuvo que pasar tres semanas hospitalizado en Suiza. Se salvó de milagro porque precisamente en Lausana estaba uno de los mejores cirujanos cerebrales del mundo, que fue quien le atendió. “Bill estaba mucho más enfermo de lo que la gente creía”, le contó Peter Buck al periodista Tony Fletcher para su libro Perfect Circle: The Story of REM. “Estuvo paralizado durante unos días”.

Sus compañeros de grupo decidieron detener la gira y se quedaron acompañándole, pese a la enorme presión por parte de su entorno para que el tour siguiera adelante con un batería sustituto. “A algunos promotores, aseguradoras y gente de la discográfica les habría gustado que siguiéramos adelante sin Bill, pero nosotros nunca haríamos eso”, declaró el guitarrista. “No voy a fingir que todo está bien y tocar con un percusionista que no conozco. Hay una razón por la que tuvimos éxito y es porque nos tuvimos que juntar los cuatro para lograrlo, así que no fue una decisión difícil”. Fueron 30 las fechas canceladas, con las consiguientes pérdidas. Mientras tanto, Berry se resistía a retomar su instrumento por miedo a darse cuenta de que algo no fuera bien. Probó sus brazos y manos jugando al golf, y cuando vio que se encontraba a tono, retomó los ensayos con la banda y, contra todo pronóstico, la gira se reanudó el 15 de mayo, ya en EE UU.

R.E.M. acababa de vivir la más seria crisis de su carrera. No solo por ver su futuro sometido a una enorme incertidumbre, sino la propia vida de su batería, y había resucitado milagrosamente. Hasta que, dos meses después, fue Mike Mills quien tuvo que ser operado urgentemente de una afección intestinal. Se cancelaron otros seis conciertos, entre ellos el que deberían haber ofrecido en Zaragoza el 17 de julio, y el de Madrid, en la Plaza de Las Ventas, junto a Oasis y Faith No More, al día siguiente. (Por suerte, los promotores encontraron un remedio de última hora para salvar el evento y sustituyeron a los cabezas de cartel por The Cure). Y luego llegó el tercer susto: cuando Michael Stipe sufrió una hernia en sus cuerdas vocales por forzar demasiado las notas más altas. “Lo mío no fue grave”, declararía Stipe al New Musical Express. “No fue divertido ni fácil cantar después, pero lo de Mike sí lo fue. Pudo haber muerto, pero lo pillaron a tiempo. Bill estuvo a punto de morir más de una vez. En aquel momento minimizamos la gravedad de su estado, pero fue algo brutal”.

Nuevas aventuras (y un perro con tres patas)

Pese a todo, en esa misma entrevista, Mike Mills decidía quedarse con otro recuerdo del Monster Tour. “Eso es lo que todos mencionan. Cuando estás tan cerca de perder a un amigo, claro que es un gran problema, pero cuando pienso en la gira, no pienso: ¡Dios mío! ¡Conseguimos sobrevivir! No fue así en absoluto. Fue muy divertido. Más allá de que nos pasó factura y de que tres de nosotros enfermamos en la misma gira, fue un éxito rotundo. Disfruté muchísimo”.

Otro detalle curioso es que, paralelamente, el grupo fue grabando durante la gira del Monster las canciones del que sería su siguiente disco, New Adventures In Hi-Fi. Muchos de sus temas los tocaron en las pruebas de sonido y, algunos, los estrenaron en los conciertos (Departure, por ejemplo, se escuchó por primera vez en vivo en Anoeta). En 1996, su sello, Warner, les renovó por 80 millones de dólares, lo que suponía el contrato discográfico más cuantioso de la historia en aquel momento, aunque la banda lo desmintió diciendo que la cifra no era tan alta. El décimo álbum de los de Athens no vendió tanto como sus inmediatos predecesores, aunque despachó cinco millones de copias y fue número 1 en 12 países, que tampoco es moco de pavo. Se ha convertido en un disco apreciado por fans y críticos y, de hecho, Michael Stipe sostiene que es su favorito de entre toda la discografía de R.E.M. Fue el último trabajo con Bill Berry, quien, en 1997, decidió abandonar la música y hacerse granjero. No salieron de gira con aquel disco, pero la banda, esta vez, sí decidió continuar sin su batería original. “Ahora debemos aprender a caminar como un perro con tres patas”, declaró la banda para justificar su reinvención final. Aunque esa es ya otra historia.

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