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Crítica:ROCK
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El culto

El cuarteto de Athens no puede haber tenido mejor pista de pruebas que los escenarios españoles que jalonan su gira. En Madrid triunfó en olor de multitudes, ante un público tremendamente juvenil y entregado, al que parecía no importarle haberse dejado un riñón en la taquilla. Ciertamente, la acústica del Palacio de los Deportes no es la más indicada para rock, ni para ningún otro estilo musical. Pero la música de REM tampoco es tan difícil de sonorizar.Tras calentar el ambiente un trío enérgico llamado Grant Lee Buffalo, que aprovechó para presentar en nuestro país las canciones de su primer disco, Mighty Joe Moon, el esperado concierto de Michael Stipe y compañía se inició a las 21.30, un horario infrecuente para los conciertos de rock en Madrid. Desde el principio, el cuarteto, apoyado de dos excelentes músicos, tenía muy claro que había que meterse a la joven audiencia en el bolsillo. Así que atacó con un sonido potente en medio del delirio colectivo.

REM

Michael Stip (voz), Peter Buck (guitarra), Bill Berry (batería), Mike Mills (bajo), Nathan December (guitarra y teclados) y Scott McCaughey (guitarra). Palacio de los Deportes de la Comunidad. 3.500 y 4.500 pesetas. Madrid, 17 de febrero.

Audiencia

Es increíble la capacidad del grupo de haber anticipado cómo iba a ser su audiencia a mediados de los ochenta. De este modo había miles de jovencitos cuyo corte de pelo era clónico al de Stipe y que flotaban en un trance, demostrando saberse al dedillo las letras de Whats the frecuency Kenneth, Man on the moon (uno de los momentos fuertes de la noche), el himno Loosing my religion, Everybody hurts o Country feedback.

La velada servía para cogerle la medida a un espectáculo en el que se busca el equilibrio entre la sencillez prodigada por el grupo desde sus inicios y el nivel que corresponde a un monstruo en ventas y popularidad. De tal manera que, si bien hubo exhibición, ésta era contenida. No demasiadas luces, escenario absolutamente desnudo y el apoyo visual de varios proyectores de imágenes en movimiento.

El mayor atractivo del grupo lo constituía la personal voz de Michael Stipe y su sinuoso modo de moverse. También cierto desdén del que desde el principio ha entendido la música como una sublimación de sentimientos intimistas. Es decir, en el lenguaje de Cervantes, no mueve el trasero como Mike Jagger, aunque tampoco es de los que se quedan quietos.

Ante un público que se negaba a despedirles definitivamente, Stipe agradeció el esfuerzo colectivo que hizo que el concierto se pareciera más a un culto de adoradores que a un tradicional espectáculo de rock and roll. Lo dicho. Los REM son ya casi dioses.

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