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Vestidos para la aventura
Columna
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La coraza viene sin mangas: ‘Gladiator II’ en clave de moda

En Gladiator II, Paul Mescal lleva a coraza de gladiador sin mangas, al estilo imperio.
En Gladiator II, Paul Mescal lleva a coraza de gladiador sin mangas, al estilo imperio.Alamy
Jacinto Antón

La secuela de Gladiator, bastante denostada en lo cinematográfico e histórico, aunque entretiene un montón, presenta interesantes aspectos en términos de vestuario, y ha servido para desvelar un enigma: el de qué había pasado con la coraza de Russell Crowe de la primera entrega. El espectacular complemento del gladiador justiciero salió a subasta en Londres en 2021 en el lote 142 de efectos de la película. Otros lotes incluían la tiara de Lucila, el famoso casco de Máximo Decimo Meridio (comandante de los ejércitos del Norte, etcétera), sus grebas y una espada romana SFX (efectos especiales) de la que brota sangre cuando la clavas, que ya es virguería.

Dado que ni yo, ni Willy Altares (¡fuerza y honor!) ni Santiago Posteguillo habíamos comprado la coraza (ni la espada, ay) y el propio Crowe estaba descartado porque hace años que ya no cabe en ella (véase Misión hostil), el paradero de la armadura era un misterio. Pues bien, en Gladiator II la coraza aparece colgada en una capillita en los bajos del Coliseo dedicada a nuestro gladiador favorito. El protagonista, Paul Mescal (Lucio/ Hanno), que no le llega a la suela del zapato a Crowe como actor pero recita a Virgilio (“facilis descensus Averno”) y él sí que entra en la coraza, pues bueno está, y valga la polisemia, se la pone para las escenas finales del filme. ¿Hicieron una colecta los colegas gladiadores de Máximo para adquirir la coraza en la subasta? ¿La compró el propio Ridley Scott al decidirse al fin a filmar la secuela? De momento no puedo dar una respuesta, pero ahí está de vuelta a la arena la vieja coraza de nuestro héroe romano, con sus dos caballitos, sus grifos alados, el árbol, la imagen de la victoria y la de su mujer y su hijo de la mano.

Me parece destacable en términos de moda que si bien Crowe luce la coraza con mangas (o protecciones laterales) en las escenas más icónicas, Mescal opta por llevarla sin, estilo camiseta imperio (romano). Ciertamente, en Gladiator II estamos 16 años después de Gladiator, hemos pasado de los antoninos a los severos, y la moda cambia, incluso la moda gladiatoria. El casco, por lo visto, no es tendencia. Ya nadie pelea tampoco en subligaculum (esa prenda tan comprometida, sobre todo en tonos claros) como lo hacían Kirk Douglas y el reciario Draba en Capua en Espartaco, que era cosa de verse. El grado cero de indumentaria lo luce el mono de Ostia, y valga la frase. Por cierto, ninguna broma con ese correoso babuino gladiador depilado que combate a mordiscos contra Mescal: a mí una vez me quitó un bocadillo un bicho de esos en un picnic en el lago Manyara y no me hubiera atrevido a tratar de recuperarlo ni con un rifle.

Los simios, como los rinocerontes, están acreditados en el Coliseo: por ahí la peli va bien. En cambio los tiburones (“necesitará una galera más grande”), como que no. El otro mono del filme, Dundus, la mascota del inestable y sifilítico Caracalla, a la que interpreta la tití Sherry en su debut actoral, luce una toga en miniatura cuando su dueño la nombra cónsul, de la misma manera que otro césar lunático, Calígula dio la misma dignidad (y ropa) a su caballo.

Los depravados hermanos emperadores Caracalla y Geta, Loco Mía style, son, junto al Macrino de Denzel Washington, ataviado como la versión senatorial de un jefe de pandilla de Harlem, de lo mejor de la función en términos de vestuario, con esos magníficos ropajes y esas corazas doradas de los dos chicos, herederas de la del Mordred de Excalibur, de John Boorman. A destacar la sobria elegancia con que lleva la toga, incluso cuando lo despachan los pretorianos, Derek Jacobi, curtido en su uso desde Yo, Claudio (1976).

Hay que recordar que aunque sea el (más) malo y loco de la función, Caracalla está documentado históricamente como un tipo elegante con interés por la moda internacional y que incluso vistió a un contingente de legionarios como una falange macedónica de Alejandro Magno, al que admiraba. Recibió su nombre como prescriptor e influencer. Efectivamente, igual que Calígula se granjeó su apodo por las botas militares que usaba, las caligae, el de Caracalla era por el sobretodo galo que le gustaba llevar, la caracalla, una prenda multiuso de fondo de armario (vestis subiectum) que a veces se portaba con capucha (cucullus). Y no, Cómodo no se llamaba así porque vistiera casual. A señalar por último como homenaje a la moda y los modistos el que el sufrido general Acacius (ojo al spoiler) se convierta en su escena postrera en alfiletero. ¡Ave César, qui vestiuntur te salutant!, los que se van a vestir te saludan.


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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.
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