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El disco maldito de los Beach Boys que atormentó a su autor hasta la locura: “Es más fácil reflotar el Titanic”

‘Smile’, el proyecto destinado a continuar la revolución pop de ‘Pet Sounds’, se desechó en 1967 por los problemas mentales de Brian Wilson. En 2004 el artista cerró el trauma y logró presentar una versión completa 

Brian Wilson en Oslo en 1982.
Brian Wilson en Oslo en 1982.Michael Putland (Getty Images)

La imagen de los Beach Boys supervivientes reencontrándose en una playa californiana puede resultar tierna a un espectador casual en el año 2024. Es el cierre emotivo que los directores Frank Marshall y Thom Zimny eligieron para The Beach Boys, el documental, la película sobre el grupo de pop rock surfero y psicodélico estrenada este verano en Disney+. En ella, Brian Wilson (Inglewood, California, EE UU, 82 años), compositor y alma de la banda aquejado desde hace años, según su familia, de demencia y otros “importantes trastornos neurocognitivos”, participa testimonialmente, con un par de frases y esa reunión a la orilla del Pacífico. Sin embargo, como sabe casi cualquier conocedor de los artífices de Surfin’ U.S.A., la soleada estampa esconde elementos oscuros, como la relación de abusos rayana en la tortura del patriarca de los Wilson hacia, especialmente, el hermano mayor, que le dejó graves secuelas psiquiátricas, o la animadversión entre este y su primo, el cantante Mike Love.

“Ha habido altibajos en nuestra relación y en estos tiempos no hablamos mucho. Pero si pudiera, seguramente le diría que le quiero. Y nada podrá borrar eso”, declara, en un momento del documental, Love con ojos vidriosos. Wilson, enfermo e impedido, no puede responder. Y aunque el largometraje no elude cuestiones turbias en torno a los Beach Boys, véase la amistad entre el baterista Dennis Wilson y Charles Manson, hay quienes razonablemente lo han recibido como un ejercicio de cinismo. Love llega a decir que quizás Brian Wilson habría soportado la presión de ser considerado un genio si la prensa de los sesenta le hubiese catalogado así a él también. En su día, el cantante rechazó las experimentaciones orquestales de su pariente en Pet Sounds (1966), fracaso comercial y una de las grandes obras maestras del pop, y criticó sus esfuerzos en el inconcluso Smile, el mejor disco inexistente de la historia, la promesa de una revolución musical que acabó en mito.

Brian Wilson durante un concierto en Colorado en 2022.
Brian Wilson durante un concierto en Colorado en 2022.Larry Hulst (Getty Images)

Contra todo pronóstico, el 28 de septiembre de 2004, hace 20 años, el mito adquirió corporeidad. Brian Wilson Presents ‘Smile’ fue el nombre con el que aterrizó en las tiendas de discos la reconstrucción del proyecto emprendida por Wilson junto a un séquito de músicos profesionales, al margen de los Beach Boys. Las canciones fueron presentadas en directo por primera vez a principios de ese año, el 20 de febrero, en Londres. Y en las cuatro décadas transcurridas entre un intento y otro, hubo de todo. Wilson estuvo más de dos años encamado por una fuerte depresión, los Beach Boys editaron varias canciones y un disco (Smiley Smile, de 1967) simplificando la propuesta, el compositor pasó otro puñado de años controlado por un perverso terapeuta que le explotó y los otros dos hermanos Wilson, Dennis y Carl, fallecieron, uno en 1983 y otro en 1998.

Malas vibraciones

Formados a principios de los sesenta, los Beach Boys (los tres hermanos Wilson, el primo Mike Love y el vecino Al Jardine) pasaron la primera etapa de su carrera bajo la estricta supervisión de Murry Wilson, cruel padre de Brian, Dennis y Carl. Músico frustrado, Murry agredía física y verbalmente a sus hijos en la infancia. En las giras, les acompañaba para asegurarse de que no bebían, no decían palabrotas ni se relacionaban con mujeres. Con el ascenso a la fama, los miembros le cesaron como manager, si bien siguió acudiendo a las grabaciones y opinando de su trabajo. Brian Wilson dejó de participar en los conciertos a causa de sus crisis nerviosas y llegó con la banda al acuerdo de quedarse componiendo mientras ellos giraban.

Fue cuando, interesado en profundizar en las instrumentaciones y arreglos de la música de Phil Spector, contrató a The Wrecking Crew, los intérpretes de estudio del productor, que habían puesto su oficio en cimas como Be My Baby, de The Ronettes. De esa colaboración nació Pet Sounds, la huida de la música surf por la que los Beach Boys eran populares, y que perturbó a Mike Love. “Mike es un hombre de fórmula”, le disculpó el guitarrista Al Jardine en una entrevista en el año 2000. Nick Venet, productor de los primeros trabajos, describió por su parte el disco como, sobre todo, el esfuerzo de Brian por “atormentar a su padre con canciones con las que no podía identificarse y estructuras melódicas que no podía comprender”.

Los Beach Boys frente a la Torre Eiffel en 1964.
Los Beach Boys frente a la Torre Eiffel en 1964.Michael Ochs Archives

Pese al golpe de sus escasas ventas, por debajo de las expectativas, Wilson también recibió fabulosas críticas y comenzó a asentarse entre los medios la idea de que era un genio incomprendido y que su siguiente disco, Smile, marcaría una era. La canción de adelanto demostró que podía no ser un farol: Good Vibrations se convirtió en el mayor éxito de la historia de los Beach Boys, una rareza tan enrevesada en su organización sinfónica como pegadiza.

“Si Pet Sounds fue su etapa azul, Smile podría haber sido su período cubista. Un movimiento radical que podría haber cambiado la música de aquel tiempo, igual que Picasso transformó el arte”, dijo David Anderle, productor discográfico que participó en las sesiones de Smile, cuando le entrevistaron en el documental Beautiful Dreamer: Brian Wilson And The Story Of ‘Smile’ (2004). Wilson fichó como letrista a Van Dyke Parks, popular por su trabajo con Frank Zappa o The Byrds. En busca de la expansión de su conciencia, también empezó a consumir regularmente LSD. El escritor Jules Siegel dejó constancia de la deriva religiosa que la obra llegó a adquirir cuando Wilson anunció a varios amigos que estaba desarrollando “una sinfonía adolescente para Dios”.

Superados los plazos de grabación establecidos con la discográfica, que inició acciones legales, el proyecto de Smile descarriló. No había álbum, pero sí una leyenda cada vez más grande, con fotos donde los músicos en el estudio, obligados por Wilson, lucían cascos de bombero. Van Dyke Parks se desmarcó por la hostilidad de Mike Love, que no paraba de discutir sus letras, y el “comportamiento regresivo” del líder, que pidió que, para componer, instalasen su piano sobre un cajón de arena de la playa. El cajón acabó lleno de excrementos de perro. Tras aparcar Smile, Wilson cayó en un pronunciado declive, con un cóctel diario de drogas basado en marihuana, anfetaminas y cocaína, una ingesta de comida y alcohol que le llevó a pesar 140 kilos y una tendencia a la reclusión, hasta pasar el período entre 1973 y 1975 en pijama sin apenas salir del dormitorio. Ahí entró en su vida el doctor Eugene Landy, terapeuta de celebridades conocido por sus técnicas extremas, que forzó a Wilson a abandonar la cama volcándole cubos de agua, como reconoció al periodista Steven Gaines.

Brian Wilson en Los Ángeles en 1985.
Brian Wilson en Los Ángeles en 1985.Lester Cohen (Getty Images)

Landy aisló a Brian Wilson de los Beach Boys y construyó un entorno hermético para el artista, como parte de una supuesta terapia intensiva las 24 horas. A lo largo de diez años de tratamiento, el médico convirtió a Wilson en dependiente y le provocó trastornos derivados del suministro de medicamentos inadecuados. En el tiempo en el que le dominó, Landy se atribuyó canciones suyas, escribió una falsa autobiografía –donde alababa, en boca de su paciente, su desempeño profesional– y se autonombró socio. La terrorífica historia fue recogida en Love & Mercy (2015), con John Cusack como Wilson y Paul Giamatti como el psiquiatra. En aquella producción también se narraban los primeros compases de su relación con Melinda Ledbetter, la mujer a la que se atribuye haber dado la voz de alarma sobre la situación del músico en los ochenta. Estuvieron casados desde 1995 hasta la muerte de ella, en enero de este año.

Se acabó el surf

“No hice el disco porque a Mike no le gustaba, pensé que era demasiado experimental, que daba miedo y que la gente no iba a comprender dónde estaba mi cabeza en ese momento”, explicó Wilson en 2004. En una ocasión anterior, preguntado por si Smile llegaría a existir, invitó al periodista a “probar mejor suerte reflotando el Titanic”. No obstante, después de que el alma de Beach Boys volviese a actuar tras 35 años fuera de los escenarios, sus colaboradores notaron que, poco a poco, parecía estar receptivo a recuperar en directo canciones del proyecto, como Heroes And Villains. Con la ayuda del músico Darien Sahanaja y el regreso del letrista Van Dyke Parks, a partir de cintas viejas, Wilson estableció una secuencia que permitió conformar el esqueleto de lo que, supuestamente, hubiera sido aquel disco.

En el contexto de 2004, Brian Wilson Presents ‘Smile’ no fue una revolución, pero sí la liberación de una losa de cuatro décadas. En el documental Beautiful Dreamer se reflejan los estados de ánimo del artista durante el proceso, del nerviosismo, el disgusto por recuerdos amargos o la apatía en los primeros ensayos, como si se arrepintiera, hasta la presentación, donde Wilson y Parks lloran emocionados por la entusiasta acogida del público. “Smile [”sonrisa”] es un título irónico porque Brian es alguien muy triste con muchos problemas. Significa gesticular para sonreír”, describe Sahanaja en otra escena.

El director del documental, David Leaf, es el autor del célebre libro God Only Knows: La historia de Brian Wilson, The Beach Boys y el mito de California (1978) y la persona en las sombras a la que Van Dyke Parks atribuye el “trabajo de diplomacia” decisivo para que existiese Smile. “Fue emocionante poder ayudar a Brian mientras lo hacía”, explica sucintamente Leaf a ICON. “Él ama la música de Smile y presentarla por fin al mundo le cambió, le hizo mucho más feliz”.

Brian Wilson posa con su perro en Los Ángeles en 1965.
Brian Wilson posa con su perro en Los Ángeles en 1965.Michael Ochs Archives

Leaf tiene previsto publicar el próximo año Smile: The Rise, Fall And Resurrection Of Brian Wilson, donde, adelanta, recogerá la historia oral del disco maldito según “los que estuvieron allí durante las sesiones originales, incluidos extensos comentarios de Brian Wilson y Van Dyke Parks, y toda la banda de Brian Wilson sobre cómo se reconstruyó, ensayó y estrenó en directo”. En parte será material de archivo procedente del documental, aunque Leaf precisa que para el libro se han realizado hasta 25 entrevistas nuevas. El prólogo lo firma, póstumamente, Melinda Wilson-Ledbetter.

Al margen del acontecimiento de que canciones como Surf’s Up, Mrs. O’Leary’s Cow, Vega-Tables o Roll Plymouth Rock (la antes conocida como Do You Like Worms?) encontrasen su espacio en la narrativa en que fueron concebidas, ¿es Brian Wilson Presents ‘Smile’ algo más que una curiosidad tardía para aficionados? El periodista Jose Ángel González Balsa, autor de Bendita locura: La tormentosa epopeya de Brian Wilson y los Beach Boys (2001, Milenio), tiene sus reservas. “No fui de los asombrados por ese Brian Wilson Presents ‘Smile’ que ahora cumple dos décadas”, reconoce a ICON. “Me pareció agradable (”cheery”, como diría Mike Love, el primo diabólico) aunque tamizado por la asepsia y el afán dinerario, condiciones enemigas de la mística original de la obra, concebida por sus autores como un recorrido panpatriótico por el paisaje emocional estadounidense. Me quedo con su fragmentación modular y sus muchas ediciones pirata con plegarias, frontera, juego, ambiente, humor, cromatismo y, sobre todo, una canción como ninguna otra en la historia del pop, Good Vibrations”.

“No hacían falta obras de reforma en la música fraternal que nos entregó entonces Wilson, una persona fracturada e incapaz de enfrentarse al mundo sin ser tutelada por terceros, según han dictaminado más de una vez los tribunales”, cree González Balsa. “Estar roto no significa ser simple, ni es exclusivo de tarados entregarse al LSD, la marihuana, la cocaína, la comida basura o el alcohol. Al contrario: las heridas son en ocasiones el mejor sonar para navegar por la vida. No hace falta recomponer la música oscura, perdida o maldita. Para el oyente, el abrazo original todavía puede ser un camino feliz”.


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