“¡Estoy hecho polvo! ¿Por qué no me dieron estos papeles antes de los 40?”: Tom Hardy, la estrella que triunfó tarde
El británico acaba de estrenar ‘The Bikeriders: la ley del asfalto’, llamada a engrandecer su fama como actor de carácter dentro y fuera de la pantalla
“A nadie le importó quién era hasta que me puse la máscara”. Tom Hardy (Hammersmith, 46) podría hacer suya la frase de Bane, su personaje en El caballero oscuro. Hay al menos tres películas en las que su rostro ha sido parcialmente escondido: Mad Max: Furia en la carretera, Dunkerque y la tercera parte de la trilogía del hombre murciélago, su puesta de largo en Hollywood. Otras veces las máscaras se las fabricó él mismo con transformaciones extremas que han puesto en peligro su salud. No teme al riesgo: interpretó a dos hermanos en Legend y fue el único personaje de la alabada Locke.
Tampoco reniega de las contradicciones: es un hombre celosísimo de su vida privada que sin embargo habla abiertamente de las adicciones con las que convivió desde los trece años y un tipo duro que se derrite por sus hijos: “Cuando me enteré de que iba a ser padre se me quitó toda la mierda de la cabeza”. Un símbolo de la virilidad normativa, que afirma sentirse “tan masculino como una berenjena” y un actor que rechaza ser una estrella de Hollywood, pero encabeza taquillazos con recaudaciones millonarias. Mientras esperamos el cierre de la trilogía de la inesperadamente exitosa Venom, Hardy acaba de estrenar The Bikeriders, la ley del asfalto, descrita por Variety como “El Padrino de las películas de moteros”, donde comparte cartel con Austin Butler y Jodie Comer.
Es consciente de que el público adora sus excesos. “La gente no se sentó y me prestó atención hasta que empecé a engordar y a patear a la gente y a ser agresivo”, confesó a Esquire. El conflicto siempre ha estado en su vida. Es hijo del escritor y guionista Edward Chips Hardy —autor de Taboo, la brutal serie de HBO que Tom Hardy coescribió y protagonizó— y de la artista plástica Elizabeth Anne Barret, y se crió en un ambiente acomodado. “Siempre tuve cierto sentimiento de vergüenza por ser un privilegiado”, admite. A los once años le brillaron los ojos cuando un policía dio una charla en su clase alertando de los peligros de esnifar pegamento: hasta entonces ni siquiera se había planteado que fuese tan fácil encontrar droga. Tampoco quiere dar glamour a las adiciones. “Yo no era el chico malo Tom, sólo un borracho vulgar”.
Fue un crío flacucho y enclenque al que llamaban ‘comadreja’, “uno de esos palurdos que estaban todo el día en la calle”. A los 13 años ya estaba en el radar de la policía, le expulsaron del internado por robar y por conducir sin carnet y con una pistola y se sumió en una adicción al alcohol y al crack que duró hasta bien entrada la veintena. Tras despertarse en un charco de sangre y vómito en el Soho en 2003, se internó en un centro de rehabilitación y desde entonces no ha vuelto a beber. “Me salí por completo del carril y tengo suerte de no haber tenido un accidente terrible o haber terminado en la cárcel o muerto, porque ahí es hacia donde iba. Ahora conozco a mi bestia y sé cómo manejarla. Es como vivir con un orangután de 200 kilos que quiere matarme. Es mucho más poderoso que yo, no habla el mismo idioma y corre alrededor de la oscuridad de mi alma. Habría vendido a mi madre por una dosis de crack”, reconoció a The Guardian.
Su familia fue su principal apoyo para recuperarse. ”Quería que mi padre estuviera orgulloso de mí y comencé a actuar porque no había nada más que supiese hacer”. Mientras estudiaba en el Centro Dramático de Londres, donde coincidió con Michael Fassbender, fue seleccionado para un papel en Hermanos de sangre, el drama sobre la Segunda Guerra Mundial producido por Tom Hanks y Steven Spielberg al que siguió Black Hawk Down. Tras el film de Ridley Scott llegó Star Trek: Nemesis, una superproducción que resultó un fracaso, y RocknRolla de Guy Ritchie, donde interpretaba a un gánster gay. Fue otro gánster, esta vez real, el que lo encumbró, Bronson, un drama carcelario perturbador e hiperviolento que le exigió un exahustivísimo trabajo de caracterización que incluyó engordar veinte kilos. Fue la primera muestra de a dónde estaba dispuesto a llegar para dar credibilidad a su trabajo.
Su primer gran papel en Estados Unidos llegó de forma atípica. Cuando empezó la producción de Warrior, la historia de dos hermanos que viven bajo la sombra de un padre alcohólico y acaban enfrentándose en un brutal torneo de artes marciales mixtas, el estudio le pidió a su director, Gavin O’Connor, que eligiese a dos actores desconocidos con potencial para convertirse en estrellas de cine, O’Connor demostró tener una gran intuición, los elegidos fueron Joel Edgerton y Hardy. El director le dio la oportunidad de leer el papel y Hardy se presentó en su casa un domingo a las doce de la noche, le dijo que se le daban fatal las pruebas de casting y acabó quedándose allí cinco días.
Consiguió el papel, pero una vez que lo tuvo estuvo a punto de dar la espantada. “Gavin, no vengo de una clase trabajadora, no soy un luchador, no soy estadounidense, no sé nada de lucha libre”, le confesó a un aterrado O’Connor. Este tuvo que tirar de psicología para retenerlo en una película excelente que mereció más suerte.
A la secuela de Mad Max llegó de una manera más convencional: George Miller se enamoró de su interpretación en Bronson. “Me provocó la misma sensación que tuve cuando Mel Gibson entró por primera vez en la habitación: había una especie de encanto vanguardista, tienen un carisma animal. No sabes lo que está pasando en su fuero interno y, sin embargo, son enormemente atractivos”, explicó a Vulture. La jefa de casting de Warner Bros, Lora Kennedy, tuvo la misma percepción: “Tom tiene una increíble dualidad: tiene esta increíble presencia física que es aterradora, malvada y masculina, pero luego es suave, femenino y delicado a veces, una combinación única para un chico con su aspecto”.
A la prueba final llegaron Hardy y el controvertido Armie Hammer. Leyeron juntos una secuencia y, en un momento dado, Hardy escupió a Hammer, según revela Kyle Buchanan en Blood, Sweat & Chrome: The Wild and True Story of Mad Max: Fury Road. En ese momento Hammer le dijo a Miller que Hardy necesitaba ese papel más de lo que lo necesitaba él. El libro de Buchanan revela también un incidente que se convirtió en un secreto a voces: su enemistad con Charlize Theron, la estrella femenina. La profesionalidad de la sudafricana, la primera en llegar al plató cada día con sus líneas perfectamente memorizadas, contrastaba con el comportamiento errático de Hardy. Un día que se vio obligada a esperarle durante tres horas explotó, le llamó irrespetuoso y gritó: “¡Multad a ese maldito cabrón con 100.000 dólares por cada minuto que haya retrasado a este grupo!”.
Después de ese incidente solicitó protección y le fue asignada una productora para acompañarle y asegurarse de que no hubiera más conflictos. El tiempo ha limado las asperezas y ambos han echado la culpa a las agotadoras condiciones del rodaje. Hardy también se refugia en su inexperiencia: “Estaba perdido, la presión sobre ambos era abrumadora. Ella necesitaba era un compañero mejor, tal vez más experimentado. Eso es algo que no se puede fingir. Me gustaría pensar que ahora, que soy mayor y más feo, podría estar a la altura de las circunstancias”, reconoce en el libro.
No fue su único incidente en un plató. Según afirmó el director John Hillcoat, llegó a las manos con Shia LaBeouf durante el rodaje de Lawless. “Hubo una pelea entre ellos y fue creciendo de tal modo que, al final, tuvieron que ser sujetados. Pero me relajé al oír que no fue a más, porque no me hubiese gustado ver el resultado”. Igual de célebres fueron sus peleas con el director de El renacido, Alejandro González Iñárritu, inmortalizadas en una camiseta que el propio actor lució. Fue un rodaje extremadamente duro y complejo, pero con un final satisfactorio: obtuvo su primera nominación al Oscar como mejor actor secundario.
Los premios no parecen ser su principal motivación. Cuando le nominaron al Bafta se quedó en casa para pasar tiempo con su bebé recién nacido. Aunque tampoco los desprecia. “Hay una parte de mí que quiere ganar un Oscar y quiere estar en la portada de una revista y todo ese tipo de cosas, pero también hay una parte de mí que no. No soy el tipo que necesitas, no soy un modelo a seguir. No mires demasiado profundo, porque después de rascar la superficie vas a descubrir que soy normal y que tengo esqueletos en mi armario”, confesó a Esquire.
Su capacidad para desaparecer dentro de los personajes fue lo que captó la atención de Christopher Nolan, con quien ha trabajado en Origen, Dunkerque y El caballero oscuro. Interpretar a Bane, uno de los villanos más carismáticos de la saga del hombre murciélago, suponía un gran reto. Tuvo que engordar 13 kilos en tres meses y someterse a un entrenamiento brutal para lograr la musculatura de bola de derribo que luce el personaje en el cómi, y también moduló su voz. Su actuación es tan excesiva que podría resultar paródica, pero sin embargo es fascinante y aterradora.
Tanto trabajo físico le pasa factura. Bromeó al respecto tras el estreno de Venom: “¿Por qué me dan estos papeles ahora que tengo más de 40 años? ¡Estoy hecho polvo! ¡Habérmelos dado hace diez años, joder!”. A pesar de sus quejas, sigue en forma al mismo nivel que un atleta profesional. Es cinturón azul de Jiu-Jitsu, disciplina a la que se aficionó durante el rodaje de Warrior, y en 2022 fue noticia por participar y ganar la medalla de oro en un campeonato al norte de Londres.
Que su comportamiento afable no lleve a engaño. Es extremadamente celoso de su intimidad, especialmente en lo concerniente a sus hijos. Tiene tres, uno fruto de una relación con la actriz Rachel Speed y dos con su esposa, Charlotte Riley, a la que conoció durante el rodaje de Cumbres borrascosas y con la que ha coincidido también en Peaky blinders. Sí trasciende su trabajo de voluntario con jóvenes en situación de exclusión social en la asociación Prince’s Trust y su implicación en campañas de adopción canina. Es un devoto de la raza pitbull y su historia de amor con su perro Woody, a quién dedicó una desgarradora carta tras su fallecimiento, hizo las delicias de los seguidores de sus redes sociales.
Al contrario que otros compañeros como Cillian Murphy no rechaza las redes, todo lo contrario. Cuando Buzzfeed sacó a la luz unas fotos suyas en MySpace con poses, digamos, singulares, se mostró orgulloso. “No tengo ninguna vergüenza por mis fotografías, especialmente por una en la que aparezco en calzoncillos, que es una foto gloriosa de un hombre en su hábitat natural. En Estados Unidos, dicen que debería estar avergonzado, pero no lo estoy ni remotamente”, aseguró a Sky News. “Ese soy yo, gracias”. Sin complejos.
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