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“Llegan hasta donde tienen que llegar”: rompiendo el mito de los amigos para siempre

La amistad que derriba fronteras, diferencias y décadas es una idea poderosa pero frágil: los adultos de mediana edad son los que menos ven a sus camaradas. Porque las relaciones entre amigos se pueden desgastar (y es normal que lo hagan)

El reparto de 'Friends', una serie que creó un subgénero sobre la amistad entre jóvenes adultos.
El reparto de 'Friends', una serie que creó un subgénero sobre la amistad entre jóvenes adultos.Getty Images / Pepa Ortiz (Collage)

Al final del segundo acto de La boda de mi mejor amiga (2011) su protagonista (Annie) la lía parda en la fiesta previa a la boda de su amiga Lillian. Una crisis vital y la presencia extraña de una nueva amiga de Lillian hacen implosionar la relación de las dos mujeres, ya un poco resentida por ese distanciamiento habitual que sufren la mayoría de las amistades en la vida adulta. Lillian ha cambiado, no es la chica espontánea y caótica que era entonces y que Annie sigue siendo; ahora es, a ojos de esta, una pija estirada y falsa. “¿Por qué no puedes alegrarte por mí y después irte a casa y hablar de mí a mis espaldas, como una persona normal?!”, le grita Lillian delante de las demás invitadas, antes de decirle que, si esa es su actitud, mejor no vaya a su boda. Las actrices Kristen Wiig y Maya Rudolph proyectan a la perfección en sus rostros esa mezcla de dolor, rabia y miedo cuando, gritados todos los reproches, ya no hay vuelta atrás y parece que la amistad ha llegado a su fin.

Pero La boda de mi mejor amiga tiene final feliz. Annie y Lillian se reconcilian y acaban bailando en el festejo. El guion de Annie Mumolo y Wiig sigue la estructura clásica de toda comedia romántica, pero pone en el centro un tipo de amor distinto al romántico: el que hay entre dos amigas de toda la vida. En la realidad, a diferencia de Hollywood, el amor (sea del tipo que sea) no tiene por qué ser eterno.

Estaré allí para ti (o no)

La muerte de Matthew Perry impactó más allá de la consternación que supone el fallecimiento temprano y repentino de una celebridad. Fue un golpe para los millones de fans de Friends porque consideraban a su personaje, Chandler, un amigo más. Lejano y raro, pero parte de su mundo. Friends inauguró una era en la que el concepto de amistad como red salvavidas y familia elegida saltó a la palestra y dio vida un subgénero de series juveniles que hablaban sobre el poder de estas relaciones. Actualmente, cuando las españolas son madres cada vez más tarde y tienen menos hijos, eso de los amigos como familia elegida es una realidad palpable más allá de las palabras.

Pero en todas las familias hay diferencias, incluso en las que no lo son de sangre. Un artículo de Jo Ellison en Financial Times cuestionaba el mito de la amistad inquebrantable: estas relaciones también sufren golpes y, cuando no los sufren, se desgastan, como lo hace un matrimonio. Es una lección que a todos nos toca aprender en algún momento: vamos a ir perdiendo a los amigos por el camino. Según el Instituto Nacional de Estadística, son los adultos de entre 35 y 64 años los que con menos frecuencia se reúnen con sus camaradas. Y a juzgar por las cifras de 2022, es un dato que ha ido a peor con los años. “Hay amistades que pueden durar para toda la vida, pero hay mucho mito al respecto”, alerta el psicólogo Jose Manuel Campo. “Todos los compromisos a largo plazo, sean sociales o no, van a atravesar fases. Además, cada relación llega hasta donde tiene que llegar”.

Imagen promocional de 'La boda de mi mejor amiga'.
Imagen promocional de 'La boda de mi mejor amiga'.

The New York Times avisaba hace un tiempo de que los estadounidenses, especialmente los hombres, estaban viviendo una “recesión de la amistad”: las estadísticas dicen que menos de la mitad de los varones están satisfechos con la cantidad de amistades que mantienen, y el 15% no tienen ningún amigo íntimo. En España no estamos mucho mejor: un estudio reciente atestiguaba que más de un tercio de los españoles sienten que no tienen suficientes relaciones de este tipo. La pandemia no ayudó: el aislamiento obligatorio desveló la naturaleza puramente funcional de muchas relaciones, que no sobrevivieron a la distancia.

Internet se ha llenado de consejos para “cortar con tus amigos”. Una profesora de secundaria norteamericana llamada Danielle Bayard Jackson se ha convertido en “coach de amistad” y hace carrera enseñando a sus clientes a romper relaciones amistosas siguiendo una fórmula de tres pasos en lo que probablemente sea la epítome de la Estados Unidos salvaje del capitalismo y la autoayuda: si quieres abandonar a tu amigo, dile que ya no tienes “la capacidad para invertir en él”.

Hay incluso matemáticas para apoyar el fin de la amistad. Un estudio llevado a cabo en Países Bajos asegura que los amigos nos van a durar ni más ni menos que siete años. Según el psicólogo y antropólogo de la Universidad de Oxford Robin Dunbar, alguien que viva lo suficiente acabará con uno o dos amigos íntimos (o uno y medio, si nos tomamos los cálculos al pie de la letra).

¿Por qué descuidamos las amistades?

Según Campo, la amistad siempre ha estado “un poco infravalorada”. “Ha sido la prima fea de las relaciones, un premio de consolación. La relación en la que nos centramos cuando aún no tenemos construidas las importantes, que son la pareja y la familia”. La psicoterapeuta Diane Barth defendía algo parecido cuando señalaba el año pasado la ausencia de palabras concretas para describir este amor no necesariamente romántico: “Es muy raro que los amigos se pongan poéticos al hablar de ese momento en el que se enamoraron el uno del otro. No tenemos palabras elaboradas para ese tipo de conexión y cariño profundo”.

'Sexo en Nueva York' hablaba de muchos tipos de relaciones pero, sobre todo, hablaba del poder de la amistad entre mujeres.
'Sexo en Nueva York' hablaba de muchos tipos de relaciones pero, sobre todo, hablaba del poder de la amistad entre mujeres.

Lo más bonito que podemos decir de alguien, en términos de amistad, es que es “como un hermano”. Lidia, una madrileña de 45 años, habla así de su amistad más longeva. “Chiti y yo hemos sido amigas desde el colegio. Es como mi hermana, de pequeñas nos llamaban las gemelas, porque nos parecemos físicamente. Se crio como una tercera hija en mi casa porque sus padres estaban sobrepasados”. Carolina, una mujer brasileña de 41 años que lleva una década viviendo en España, mantiene el contacto diario con su mejor amigo de la infancia, Jaiminho. “Le conozco desde los seis o siete años”, explica. “Su familia es mi segunda familia. A Jaiminho le gustaba mucho el ballet, y como yo tomaba clases, él se ponía mis trajes de bailarina a escondidas y bailaba conmigo, encerrados en la habitación. Nos peleábamos, nos queríamos, fuimos descubriendo la vida juntos. Es como un hermano para mí”. Candela, una chica valenciana de 32 años, dice lo mismo de su amiga Aitana: “Entró nueva en el instituto cuando teníamos 15 años y conectamos desde el principio, porque ambas éramos las frikis incomprendidas. Era como mi hermana, y lo sigue siendo, aunque yo ahora viva en Madrid y ella en Inglaterra”.

Tú por tu lado, yo por el mío

Aun así, Campo nos invita a recalibrar las expectativas con respecto a este tipo de relaciones, incluso las de toda la vida. O quizá más aún con las de toda la vida. “Ninguna relación se va a mantener siempre en un idilio perfecto, una complicidad intocable, no es un vídeo de TikTok. Siempre va a haber fases en las que estamos más conectados o menos, en las que nos llevamos mejor o peor… O de repente la relación se queda en barbecho durante un tiempo y luego reconectamos”. Germán, madrileño de 40 años, explica: “He perdido amigos por el camino por puras razones de intendencia. Los que tenía con 20 no encajan en la vida que tengo con 40, ni yo en la suya. Algunos han formado familias, otros se han ido a vivir a otras ciudades, otros han dejado de salir, otros salen demasiado... Y no ha sido dramático: es el curso de la vida. Creo que tener un par de amigos que mantienes toda la vida es bonito, pero intentar mantener a 10 es una pretensión imposible, hasta pueril”.

Jackson, la coach de la amistad, subraya precisamente la necesidad de “normalizar el conflicto como parte de la amistad, igual que hacemos con cualquier otra dinámica relacional. Con tu jefe y tus colegas sabes que va a haber baches, pero por alguna razón con la amistad mantenemos la fantasía de que tiene que ser divertido, recreativo y fácil. Y cuando no es así, nos parece una señal de que la amistad se ha acabado”. Hay dos claves fundamentales para conseguir que una amistad dure, según Campo. La primera es la capacidad de adaptación de las personas implicadas: “Nunca vamos a coincidir 100% con la otra persona. Siempre va a haber cosas que nos hagan cambiar: parejas que nos caen bien o no, cambios de trabajo, mudanzas… Ese tipo de cosas obligan a ir adaptándose”.

La relación de Lidia y Chiti ha sobrevivido a mudanzas, noviazgos, bodas e hijos. “Cada una tiene su vida, respetamos los tiempos de la otra, el espacio, la que viene y la que va, la que puede y la que no… Tienes que tener otra vida más allá de esas relaciones”, aconseja. “Yo creo que la adaptación tiene que surgir de modo natural”, apunta Germán. “La amistad debería ser un terreno libre de compromisos. Si ya no nos entendemos, ¿por qué alargarlo? Normalicemos romper amistades como normalizamos romper noviazgos”.

A menudo la adaptación pasa por cambiar el canal de comunicación. Amistades a distancia. Santiago, un español de 39 años residente en Berlín, mantiene una amistad de más de tres décadas con Guiomar. Se conocieron en Madrid y ahora ella vive en Bruselas, pero siguen hablando con frecuencia. “Probablemente los dos tenemos déficit de atención, nos unen los mismos intereses, viajar, la fiesta… Pasamos el tiempo hablando de un montón de temas que nos interesan a ambos, y nos consideramos nutritivos el uno para el otro”. Una relación tan fuerte que se mantiene a pesar de que se han ido separando poco a poco en lo político, algo que también les ha ocurrido a Candela y Aitana. “Yo soy de izquierdas y ella de derechas, y en algunos temas discrepamos. Pero nos contamos la versión de cada una, y podemos llegar a entender, aunque no compartir, la posición de la otra sin llegar a calentarnos”. Esa es la capacidad de adaptación de la que habla Campo: “Podemos adaptar los temas de conversación para que esa discrepancia no se cargue la relación. Puede haber cosas de las que hablamos y cosas de las que no, y cuando hablamos de ellas lo hacemos en según qué términos. Pasa parecido si tengo una amiga de toda la vida y se echa un novio que es un gilipollas”.

La otra clave fundamental es el desarrollo de una intimidad, lo que separará las relaciones de amistad de las que Campo define como “relaciones de colegueo”. Ambas parten de premisas similares, como el afecto y pasar tiempo juntos, pero el colegueo está circunscrito a contextos concretos como el trabajo, salir de fiesta o el gimnasio. “La clave es la conquista de otros terrenos, como conocerse en el curro pero hablar de otros aspectos de nuestra vida, vernos fuera del trabajo y las cañas de después, quedar un finde por la cara o hacer un viaje juntos… Eso es desarrollar intimidad, lo que hace que la relación sea más resistente”.

La última foto que Carolina tiene de Jaiminho en su móvil es una captura de pantalla que hizo en una videollamada reciente. Su relación ha superado muchos obstáculos. “En el colegio yo no sabía cómo afrontar el tema de su homosexualidad. Muchos le hacían bullying y yo me avergonzaba de él, pero más adelante le pedí perdón. Después, con 17 años me hice novia de su hermano, que fue mi primer amor, y tuvimos una relación de 10 años. Ahí nos distanciamos un poco, porque él además se fue a vivir a otra ciudad. Pero acabamos reconectando”.

Carolina es soltera e hija única y su madre vive en Brasil. Para ella, sus amigos son su familia. “La amistad es sagrada. He vivido sola en varios países y los amigos se han convertido en mi familia siempre. Voy buscando relaciones parecidas a los hermanos que no he tenido. Y hay muchos amigos que he ido perdiendo por el camino, porque te das cuenta de que una relación ya no va a más. Pero con los que importan de verdad lo sientes”.

Mientras que una parte de la sociedad vive una crisis de la amistad, otros parecen darle cada vez más importancia a “la prima fea” de las relaciones, como la define Campo. Así lo cree él: “Cada vez tenemos más referentes de relaciones de amistad importantes y potentes, como las que vemos en los podcasts Las hijas de Felipe y Deforme Semanal. Eso se enmarca dentro de toda esta cosa de la sororidad, pero también está la cultura de los bros; ambos casos son ensalzamientos de la amistad. Se habla más del tema, y se habla de las dinámicas propias de la amistad, igual que las del amor. Es un tema que aparece cada vez más en sesiones de terapia. Me parece muy sano, cuanto más rico y más versátil sea el contexto relacional de una persona, mucho mejor. Creo que son buenos tiempos para la amistad”. Ya lo ha leído: haga amigos. Y, si pueden, manténgalos.

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