La tragedia Dodi Al-Fayed, el antihéroe que murió con Lady Di y no pudo vencer el racismo de la alta sociedad británica
La nueva temporada de ‘The Crown’ recrea los últimos días de la pareja formada por Diana de Gales y el hijo del multimillonario Mohamed Al-Fayed, un hombre obsesionado por ser aceptado por el ‘establishment’
“¿Qué tal nuestra invitada especial?”, le pregunta por teléfono con mucho interés Mohamed Al-Fayed a su hijo Dodi refiriéndose a Diana de Gales. “Parece contenta, está en cubierta tomando el sol”, responde el que fue la última pareja de la princesa. “Ahora solo tienes que cerrar el trato y ponerle un anillo en el dedo. Si te casas con esa chica de la noche a la mañana serás un gigante de verdad, un coloso. Tendrás más dinero y poder del que jamás hayas podido imaginar y por fin conseguirás ser mi igual porque te haría socio mío en todo”. Esta conversación dramatizada entre padre e hijo abre el tercer episodio de la sexta y última temporada de The Crown. “Nunca me habías ofrecido algo así”, contesta visiblemente molesto Dodi, interpretado por Khalid Abdalla. “Porque hasta ahora nunca te lo habías merecido”, asegura en la ficción televisiva el empresario egipcio que llegó a ser propietario de iconos del consumo conspicuo como el hotel Ritz de París y los almacenes Harrod’s.
Quienes conocieron a Mohamed Al-Fayed afirman que nunca habría empujado a su hijo a un matrimonio, por muchas ventajas que viera en el enlace. Lo que sí es cierto es que Dodi Al-Fayed, cuyo nombre completo era Emad El-Din Mohamed Abdel Moneim Fayed, no daba la talla para los negocios a ojos de su padre. “Mohamed Al-Fayed era un tirano, un hombre cruel y dominante que manipulaba a su familia por dinero”, explica a ICON Martín Bianchi, periodista de EL PAÍS especializado en estilo de vida, sociedad y realeza. “Sé por amigos cercanos a la pareja que Dodi era un hombre sensible que buscaba continuamente la aprobación de su padre. Eso es algo que tenía en común con Diana, que siempre se sintió inferior a sus hermanas e ignorada por su padre. Probablemente el rechazo de sus padres les ayudó a conectar”, continúa Bianchi.
La llamada que reproduce la serie de Netflix tuvo lugar en agosto de 1997 y solo unas semanas antes de que se produjera, Dodi estaba decorando la casa de Malibú a la que iba a mudarse con la modelo Kelly Fisher, su prometida. Pero para Mohamed Al-Fayed (Alejandría, 1929-Londres, 2023) un matrimonio con Diana (interpretada por Elizabeth Debicki en la serie) supondría conseguir un estatus que no había sido capaz de alcanzar a pesar de su fortuna. Y mira que lo había intentado. El multimillonario se mudó a Inglaterra en los años setenta y durante más de 25 años fue el dueño de Harrod’s, los históricos grandes almacenes, proveedores oficiosos de la clase dirigente londinense. También se hizo con un equipo de fútbol —el Fulham F.C.— y compró la mansión parisiense donde vivieron los duques de Windsor durante su exilio, además de un terreno en Escocia de casi 30 mil hectáreas.
Todo lo cual no cambiaba ni sus modestos orígenes ni su realidad: el empresario era un egipcio nuevo rico y encantado de serlo, por lo que la alta sociedad inglesa le esnobeó con tanto ahínco como él intentó conquistarla. De hecho nunca le fue concedida la nacionalidad inglesa, y así fue como Dodi, el único hijo que tuvo con su primera esposa, Samira Khashoggi —hermana del Adnan, el famoso traficante de armas—, posiblemente se convirtió en su última esperanza, argumento en el que insiste The Crown.
Una gran oportunidad
Irónicamente, el primer encuentro de Al Fayed con Diana de Gales ocurrió a principios de los años ochenta, durante un torneo de polo y, en la versión de The Crown, precisamente por culpa de un desplante: se supone que el magnate tenía un asiento junto a la reina, pero esta mandó a Diana para no tener que presenciar el torneo —donde Dodi competía contra el príncipe Carlos— a su lado. “Al-Fayed padre estaba fascinado con la monarquía británica y con el ascenso social. Él era un empresario nacido en Egipto, antigua colonia inglesa, que creció admirando a la corona y encontró en Diana la forma de llegar a ella en cierta forma y satisfacer su ambición”, señala Martín Bianchi.
Antes de convertirse en el mundialmente famoso novio de la recién divorciada Lady Di, Dodi se dedicaba a producir películas en Hollywood respaldado por el dinero de su padre. Con un sueldo de 100.000 dólares al mes y una personalidad marcada por una infancia solitaria aun rodeado de privilegios (asistió al internado suizo de Le Rosey y fue alumno de Sandhurst, la academia militar a la que luego fueron Guillermo y Enrique), el joven Al-Fayed tenía fama de mujeriego, fiestero y caprichoso. Inseguro, impulsivo y generoso, ofrecía carísimos regalos a sus amigos y a sus conquistas; le encantaban los coches deportivos pero aborrecía la velocidad, y le apasionaban las películas pero carecía del tesón para estar en el día día. Como productor, con Carros de fuego (1981) consiguió cuatro premios Oscar; luego participó en el éxito F/X, efectos mortales (1986) y figuró como productor ejecutivo de Hook (El capitán Garfio), película de 1991 dirigida por Steven Spielberg, que llegó a estar nominada en cuatro categorías de los premios de la Academia ese año. Fue en el estreno de Hook en Londres, al que asistió Diana, cuando Dodi quedó deslumbrado por la princesa.
Siempre dependió de su padre: cuando no le gustaban las facturas que le pasaban de su primogénito —servicio de habitaciones en hoteles de lujo, o incluso cuentas de Harrod’s—, Mohamed se negaba a pagarlas, lo que provocaba que su hijo fuera un millonario playboy para unos y, para otros, moroso. Fue también Mohamed quien invitó a Diana y a sus hijos a pasar unos días en la Costa Azul, y donde surgió el romance que dio al traste con la planeada boda con Kelly Fisher que detalla The Crown. Esta es la muy discutida versión de ficción, pero, “por lo que cuentan personas que conocieron a Diana, la serie retrata de forma bastante fiel cómo fue la relación entre ellos”, apunta Bianchi cuando se le pregunta por la veracidad de las escenas del éxito de Netflix.
Un hombre en mocasines
Cuando Dodi y Diana empezaron a verse, la prensa enloqueció. A él le gustaba la atención. Sin embargo, apenas les había dado tiempo a conocerse bien cuando, a finales de ese verano, un accidente de tráfico en París cuando la pareja huía de los paparazzi a toda velocidad acabó con la vida de la princesa y el productor de cine. Mohamed Al-Fayed sostiene que estaban prometidos, pero la periodista Tina Brown, biógrafa de la princesa, ha dicho que “Diana no tenía ninguna intención de casarse con Dodi Fayed, lo suyo era un coqueteo para molestar a Carlos y a la Familia Real”. Michael Cole, relaciones públicas de los Al Fayed, declaró a Vanity Fair que la pareja se había intercambiado regalos en su habitación del Ritz la noche de su muerte: para él, unos gemelos que pertenecieron a su padre, y para ella, un espectacular anillo de diamantes de Repossi (”no muy del gusto de Diana”, según dijeron allegados después).
News of the World afirmó el mismo día de su desaparición que el egipcio no era alguien digno para casarse con un miembro de la realeza británica y que el hijo mayor de Diana, Guillermo, tampoco aprobaba esta relación. “¿Sigue llevando mocasines?”, le pregunta el primogénito de la princesa a su madre en una escena de la serie. Mientras, Enrique, el hijo pequeño de Diana, se refiere a Al-Fayed como “el poses” y ambos hermanos se ríen de que el productor siempre esté hablando por teléfono con Los Ángeles en su gigantesco yate. Se trata, una vez más, de una visión dramatizada por los guionistas de Netflix, pero retrata el difícil encaje de aquel extranjero con gusto por las camisas abiertas y las chaquetas llamativas en la almidonada aristocracia inglesa.
La muerte de Dodi y Diana enfrentó una vez más a Al-Fayed padre con el establishment británico. El empresario egipcio afirmaba que el accidente fue provocado para evitar que Diana pudiera casarse con un musulmán. Además, la desaparición de la princesa de Gales provocó conmoción a nivel mundial y eclipsó por completo el hecho de que en ese coche habían muerto dos personas más, Dodi y Henri Paul, el chófer. Los medios lloraron la pérdida de la princesa mientras la familia Al-Fayed, por no hablar de la del conductor, se resignaba a llevar su duelo en un muy discreto segundo plano. Pero el patriarca no se resignó: el egipcio hizo de Harrod’s un templo para la difunta pareja y colocó monumentos conmemorativos.
Tras la muerte de Dodi, Al Fayed trató por última vez de que se le concediera la nacionalidad inglesa, pero no lo logró. En 2003, seis años después de fatal accidente, desistió. Mohamed había perdido un hijo y un estatuto fiscal privilegiado que le permitía saldar sus obligaciones fiscales por 240.000 libras anuales (unos 350.000 euros). Aquel fue su límite. Afirmó que las clases altas británicas eran “racistas, en el fondo” y, tras 35 años en suelo inglés, dijo que se mudaba a Suiza. En 2010 vendió Harrod’s a la familia real de Qatar y en 2013 se desprendió del Fulham F.C. El 30 agosto de 2023, un día antes de que se cumpliera el 26 aniversario de la muerte de Dodi, Mohamed falleció a los 94 años. Fue el final de un hombre con un ego aún mayor que sus posesiones. Alguien que llegó a declarar al Financial Times que, cuando muriera, quería que su cuerpo se expusiera en Harrod’s para que la gente pudiera visitarle. Este deseo tampoco le fue concedido.
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