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Por qué Camilla Parker será reina y Felipe de Edimburgo solo llegó a ser duque

Isabel II expresó su deseo de que la mujer del príncipe Carlos fuera llamada reina cuando él herede la corona. En España, las reinas consortes siempre lo son, aunque no rige la misma lógica para los maridos de las reinas

Camilla Parker reina
Carlos de Inglaterra y Camilla Parker Bowles, en Gales, en 2018.Chris Jackson (Getty Images)
Sara Navas

El de Rey ha sido a lo largo de la historia un concepto tan masculino que las veces que ha subido al trono una mujer en cualquier monarquía europea lo ha hecho porque no había un heredero varón disponible. Fue el caso de Isabel II de Inglaterra, por ejemplo, que solo tenía una hermana menor, Margarita, por lo que terminó siendo la única opción al trono tras la muerte de su padre, el rey Jorge VI. En ese momento, Isabel tenía 22 años y estaba casada con Felipe de Grecia, a quien nunca concedió el título de rey consorte. “Con toda probabilidad tomó esta decisión para legitimarse como gobernadora. En 1953, cuando fue coronada, la sociedad era aún más machista de lo que lo es hoy y sabía que concederle el reconocimiento de rey consorte terminaría dejándola en un segundo plano como monarca”, entiende el doctor en Historia Eduardo Juárez. El título que ostentó Felipe a lo largo de 74 años de matrimonio fue el de duque de Edimburgo.

Sin embargo, Isabel II desea que cuando su hijo Carlos sea coronado, su esposa, Camilla Parker Bowles, duquesa de Cornualles, sí sea reconocida como reina consorte de Inglaterra. La decisión se hizo pública el pasado sábado. En noviembre pasado, una encuesta de la compañía de sondeos YouGov concluyó que solo el 14% de los británicos estaba de acuerdo con esa posibilidad. “Con este nombramiento, la reina busca la aceptación de Camila”, opina Juárez. Tras los escándalos que Camilla y Carlos protagonizaron durante años a causa del romance que mantuvieron mientras él aún estaba casado con Diana Spencer, la opinión pública y los tabloides se posicionaron del lado de Diana y Camilla se convirtió en la culpable del fracaso matrimonial de los príncipes. Ahora, la reina espera que con este nombramiento el reinado de su hijo esté lo más alejado posible de toda polémica.

“En España hubiera sido innecesaria tal declaración, pues de conformidad con lo que ya establecieron las Partidas hace siete siglos y medio, la mujer del rey será llamada reina. Pero en Inglaterra rigen otros criterios y tal vez por eso haya sido necesaria esa declaración”, señala José Miguel de Mayoralgo y Lodo, conde de los Acevedos, desde la Diputación de la Grandeza, organismo que agrupa a quienes ostentan los principales títulos nobiliarios en España.

La obsesión de Felipe II por un hijo varón

Según el artículo 57.1 de la Constitución “la sucesión en el trono seguirá el orden regular de primogenitura y representación, siendo preferida siempre el grado más próximo al más remoto; en el mismo grado, el varón a la mujer, y en el mismo sexo, la persona de más edad a la de menos”. De este artículo podemos deducir que si la princesa Leonor hubiera tenido un hermano varón, hubiera perdido sus opciones de reinar. El expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero intentó modificar este artículo de la Constitución, pero la propuesta no salió adelante, y tampoco en 2006 con el segundo embarazo de Letizia.

El caso más reciente de reina propietaria en España, como se designa a las reinas que lo son por derecho sucesorio y no por matrimonio, es el de Isabel II. La heredera de Fernando VII fue nombrada reina con tres años de edad y el mismo día que cumplió los 16 años contrajo matrimonio con Francisco de Asís de Borbón, que quedó apartado de las prerrogativas inherentes a la Jefatura del Estado. “Cuando reine una hembra, su marido no tendrá parte ninguna en el Gobierno”, detallaba el artículo 55 de la Constitución de 1837. “Lo que se esperaba de Francisco de Asís es que no hiciera nada más que fecundar a la reina. Se asociaba su figura a la de un zángano, como se llama a la abeja macho cuya función es fecundar a la abeja reina”, apostilla Juárez.

En 1157 –676 años antes que Isabel II– Petronila de Aragón se convirtió en reina de Aragón y se casó con el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV, que tampoco ejerció como rey, aunque sí que obtuvo la titularidad de gobierno ya que las reinas en Aragón no tenían la potestad para gobernar. En aquella época, la función de las reinas de Aragón era únicamente la de transferir el poder al hombre, ya fuera un marido o un hijo heredero.

Sobre las reinas consortes, Juárez hace este apunte: “Las mujeres casadas con reyes eran reconocidas como reinas consortes porque a fin de cuentas se encargaban de engendrar y llevar durante nueve meses al futuro rey, ya solo eso las legitimaba”. José Miguel de Mayoralgo y Lodo explica a El PAÍS que el hecho de que las mujeres tengan la misma condición jurídica de sus maridos fue establecido por la Leyes de Partidas del Rey Alfonso X el Sabio, quien dispuso que la mujer que se casara con un rey debía ser llamada reina aunque fuera de vil linaje, y conservaría esa condición cuando quedase viuda, mientras no se casara con otro. “En el caso de los reyes, la cuestión sale del derecho civil o privado y entra en la esfera del derecho público. Estos aspectos están regulados en el ámbito del Derecho Constitucional, y entiendo que tiene por objetos delimitar la competencia que corresponde exclusivamente a quien ostente la titularidad de la Jefatura del Estado”, argumenta Mayoralgo y Lodo.

Pero el principal motivo por el que apenas hay reyes consortes, más allá de nombramientos oficiales y terminología legal, es que se intentaba por todos los medios tener un hijo varón para que fuera él y no una mujer quien heredara la corona. “Felipe II, por ejemplo, se casó cuatro veces con el único objetivo de concebir un varón. Si no hubiera sido por eso no habría casado por cuarta vez con Ana de Austria tras la muerte de su tercera esposa, Isabel de Valois, con quien tuvo a sus dos hijas mayores”, reconoce Juárez. Otro ejemplo de la arraigada costumbre que aparta a las mujeres del gobierno son las crónicas que dotaron de atributos masculinos a Isabel I de Castilla, más conocida como Isabel la Católica, para justificar su buen hacer como reina. Se referían a ella como virago, palabra que se empleaba para decir que una mujer era tan masculina como un hombre. Masculinidad que era remarcada constantemente para aplacar las dudas que pudieran tener los castellanos ante el hecho de ser gobernados por una mujer. Durante su reinado se encadenaron los conflictos bélicos (veintidós años de guerra frente a ocho de paz), circunstancia que no hizo más que engrandecer su buen hacer en las operaciones militares.

El ya mencionado Felipe II, a pesar de sus inagotables esfuerzos porque tener un sucesor varón, tuvo un gesto muy feminista para la época al añadir en la Sala de los Reyes del Alcázar de Segovia los retratos de las reinas propietarias que habían sido ignoradas en el palacio segoviano hasta entonces: Ermesinda, Adosinda, Sancha de León, Urraca I, Berenguela de Castilla, Isabel I y Juana de Castilla. En dicha estancia, además, mandó poner un retrato de los reyes Católicos, pero prefirió dejar fuera cualquier imagen de su padre, Carlos I, y de su abuelo, Felipe el hermoso, probablemente con la intención de subrayar el carácter castellano del lugar en el que se encontraban.

Desde que Isabel II contrajera matrimonio con su primo Francisco de Asís de Borbón, España no se ha visto en la tesitura de tener que elegir cómo nombrar oficialmente al cónyuge de la reina. Pero que el actual rey de España únicamente tenga dos hijas como descendencia indica que la cuestión puede volver a plantearse.

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Sobre la firma

Sara Navas
Redactora de ICON desde 2016, año en que llegó a EL PAÍS. Es licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense de Madrid y ha escrito el libro ‘La monarquía al desnudo. Del rey que nació en un retrete al soberano playboy’.

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