Un kilo de canabis y una entrevista delirante: cuando Bob Marley aterrizó en la Ibiza de la Transición
Se cumplen 50 años de ‘Catch A Fire’, el disco que abrió al mundo al rey del reggae. Poco después, en 1978, vino por primera vez a España, en una visita que dio lugar a momentos surrealistas
Cuando se publicó Catch A Fire, en abril de 1973, Bob Marley (1945-1981) ya llevaba diez años de trayectoria y grabaciones aunque todas ellas acreditadas a su banda, The Wailers. Eran ídolos locales, pero aún con escasa proyección fuera de su Jamaica natal. Entrados los años setenta, Chris Blackwell los fichó para su sello, Island Records, y planeó su asalto al estrellato mundial. El primer movimiento fue Catch A Fire publicado en abril de 1973. “Fue el primer álbum en el que el arte y el carisma de Marley y The Wailers, —Peter Tosh y Neville, Bunny Wailer, Livingstone—, se alían con la visión comercial de Blackwell, que empezó a poner en juego la idea de roots, rock, reggae que había concebido para convertir el sonido de The Wailers en algo que pudiera conectar con mucha más gente”, afirma David Dr. Decker Vilches, especialista en reggae. Island lo promocionó profusamente, con varios hitos curiosos: en Nueva Jersey fue telonero de un entonces debutante Bruce Springsteen y, posteriormente, de toda la gira de Sly & The Family Stone. Bueno, no exactamente: a la cuarta fecha, los promotores decidieron retirar a los jamaicanos porque, se dice, estaban comiéndose con patatas en el escenario a la banda principal.
Catch A Fire fue el primer álbum que Marley grabó de modo profesional en un estudio, con las mismas condiciones que las estrellas roqueras del momento. Su modo de incorporar elementos del rock, blues, funk y soul facilitó el camino de su internacionalización. Y también fue fundamental su aportación en cuanto a las letras, un mensaje muy potente que ya mostraba por qué iba a trascender a nivel global: “Le llamaron el Bob Dylan negro por algo”, expone Carlos Monty, periodista cultural y autor del libro Bob Marley. Positive Vibrations (Ed. La Máscara, 1994). “Su mensaje de emancipación de los oprimidos del mundo, del amor y las vibraciones positivas como única opción de vida posible, y el respeto por las raíces y la naturaleza, trasciende su localismo jamaicano y rastafari y apela a valores universales de paz y respeto mutuo con los que cualquier generación en cualquier parte del planeta se siente y ha sentido identificada”. “Marley, sin pretenderlo, conectó con los desheredados, y su extraordinario talante, a un tiempo revolucionario y espiritual, le convierten en el primer icono global surgido del llamado tercer mundo. No hay lugar del planeta donde no sea conocido”.
Efluvios de ganja en Ibiza
En la España de la Transición no tanta gente tenía aún conciencia de la dimensión legendaria de Marley. Ahora se recuerda como acontecimiento histórico su primer concierto en el país, el 28 de junio de 1978 en la Plaza de Toros de Ibiza pero, entonces, la población local no lo vio así. “En aquel momento no se le entendió suficientemente y, de alguna manera, se le puso en el saco del jipismo, que ya estaba más que finiquitado, y del estereotipo de sol-palmeras-porros-buen rollo, que tanto daño ha hecho al reggae”, explica Dr. Decker.
La actuación balear fue iniciativa de un grupo de promotores británicos ubicados en la isla, que pagaron una suma considerable para que el jamaicano iniciase allí la gira europea de su álbum Kaya. También cumplieron fielmente los requerimientos del artista: un kilo de ganja (cannabis) jamaicana, otro de miel del mismo país y diez kilos de pescado blanco. Las entradas costaron mil pesetas de la época (caras, entonces, para los estándares del español medio), y el coso no se llenó, aún a pesar de que gran parte del público entró sin pagar. “Hubo un follón con las entradas, algunas las vendían dos o más veces, y mucha gente se coló”, recuerda Mariano Planells, escritor y periodista ibicenco que acudió al evento. “Por entonces ya no quedaban tantos hippies, o peluts, como nosotros les llamábamos, pero una banda de mulatos con rastas tampoco llamaba tanto la atención. Solo a aquellos que los esperaban en el aeropuerto”.
El séquito que los recibió en el aeródromo lo encabezaban los periodistas musicales Ángel Casas y Carlos Tena que, de hecho, fueron los primeros en dar la bienvenida a Marley, tal como se puede ver en la impagable entrevista que le hicieron para el espacio Popgrama en TVE.
Junto a ellos se encontraba el fotógrafo Francesc Fábregas, que disparaba para la revista Vibraciones e hizo un seguimiento de todo el periplo de Marley por las Pitiusas con una facilidad inusual a la que él estaba acostumbrado por las estrellas del rock. “Fue todo muy provinciano, como muy primitivo, ni siquiera sé si pasaron por aduanas, había muy poco control”. Eso se percibe en la entrevista de Popgrama, en la que el ídolo se encontraba fumadísimo. “Tal vez fue el ganja, tal vez el nerviosismo de hallarnos ante una estrella del calibre de Bob, quizás el inglés con sabor a patois del autor de No Woman, No Cry, o el nuestro de andar por casa, el caso es que no nos entendimos en absoluto y aquello se convirtió en un diálogo de besugos, entre una pantomima a lo Tip y Coll o un monólogo de Pedro Reyes”, rememoraba Carlos Tena en su blog personal. “Le pregunté por un incidente que, al parecer, le había costado un disparo en uno de sus brazos, a lo que me contestó que eso jamás sucedió. Una hora más tarde, cuando ya las cámaras habían acabado de rodar, me mostraba una cicatriz en su brazo izquierdo y decía: ‘Mira, fíjate qué balazo me metieron hace unos años durante una refriega en Kingston”, relataba el periodista.
Pero, pese a la sensación de desastre compartida, Fábregas dice que mantiene aquellos instantes grabados en la memoria, tanto al retratarlo como al verlo posteriormente en el escenario. “De los no sé cuantos miles de conciertos a los que he ido, es de los que más grato recuerdo guardo. Lo que él transmitía era algo espectacular. Su feeling, su manera de moverse como un bailarín de danza contemporánea. Era una cosa especial que te atrapaba, te hipnotizaba”.
Dos años después, el 30 de junio de 1980, Marley actuó en Barcelona. También debería haberlo hecho en Madrid, pero el Gobierno Civil lo prohibió tras los incidentes ocurridos dos días antes en un concierto de Lou Reed. Acudieron casi 20.000 personas a la Plaza de Toros Monumental, esta vez pagando 900 pesetas por la entrada. Fábregas volvió a disparar desde el foso, pero no fue lo mismo: “Ya estábamos en el show business, todo era mucho más profesional y restrictivo, y ni siquiera me acuerdo bien de cómo fue el concierto. El de Ibiza, sin embargo, lo llevaré siempre conmigo, ni siquiera necesito las fotos para recordarlo”. Once meses después de su paso por Barcelona, el jamaicano fallecía por un melanoma en el pie que se había negado a tratar. Tenía 36 años.
El rastamán en 2023. ¿Es posible revisar al ídolo?
Cuarenta años después de su fallecimiento, Bob Marley es una marca y una máquina de hacer dinero: en las listas de la revista Forbes de la última década, suele figurar entre los cinco famosos muertos que más recaudan, solo superado, entre los músicos, por Michael Jackson y Elvis Presley. Su perfil en Facebook tiene 67 millones de seguidores (el doble que los Beatles) y en Spotify atrae a 15 millones de oyentes mensuales. Al abrir su página web, propiedad de sus herederos, predomina el mercadeo: un anuncio de un videojuego, el cásting para un futuro biopic y reediciones deluxe de su discografía. Pero su impacto cultural no es inferior, y se mantiene vivo en los cinco continentes. Aquí, el festival Rototom Sunsplash, por ejemplo, le dedica homenajes de todo tipo cada año, y sus raíces se han esparcido en las constantes giras de su viuda, Rita, sus hijos, Ziggy y Damien, e incluso The Wailers, que permanecen en activo.
“Los tributos se han sucedido en todos los idiomas y desde todas las latitudes desde 1981″, expone Carlos Monty. “Pero, más allá de eso, hace unos días, el Premio Grammy al mejor álbum de reggae ha recaído en The Kalling, del renovador Kabaka Pyramid, en cuya producción intervienen dos de los hijos de Marley, Damian y Stephen”, lo que vendría a demostrar la vigencia de su dinastía”.
Tampoco ha sido un personaje ajeno a contradicciones y controversias. Puede llamar la atención que un símbolo de la paz y la justicia social comprase la idea de la religión rastafari de que el emperador etíope Haile Selassie (cuestionado por la asociaciones en defensa de los Derechos Humanos) fuese la reencarnación de Dios. Por otro lado, la aparición en 2005 de la autobiografía de su viuda, No Woman, No Cry, ofrecía una visión crítica y poco complaciente de Bob: abusivo en su matrimonio y polígamo, con hijos ilegítimos de varias mujeres esparcidos por el mundo. ¿Puede eso ensombrecer al personaje, convertirlo incluso en objetivo de la llamada cultura de la cancelación?
“Sería absurdo y contraproducente hacer desaparecer trozos de historia de la música porque sus valores no se acomodan a los actuales. Pero, precisamente por eso, revisar el personaje y la obra me parece necesario y positivo”, apunta la musicóloga Laura Viñuela. “Su contexto histórico puede llevar a entender mejor sus actos, pero también tenemos que pensar que Marley viajó mucho por el mundo y, desde finales de los sesenta, estaba a tope la segunda ola feminista con consignas como Lo personal es político y movilizaciones bien visibles. Es más, dentro del movimiento por los derechos civiles, el feminismo negro en esta época está también en plenitud. Bob Marley podía haberse interesado por esta parte de lucha contra las injusticias sociales, porque también formaba parte de su contexto”.
“Lo primero que hay que aclarar es que Jamaica, con su herencia africana y el culto religioso rastafari, son culturas de tradición oral y no escrita, como estamos acostumbrados en el Occidente blanco. Hay mucho de fabulación. Por eso, la misma historia es repetida por sus protagonistas de mil maneras diferentes, según a quién y cuándo preguntes”, argumenta Carlos Monty. “Las cosas que pueda decir o publicar ahora Rita Marley o cualquiera de sus familiares sobre alguien que ya no está aquí para defenderse, además de oportunista, no cuadra con el hecho contrastado de que fuera ella la que, durante un largo periodo de su vida, eligiera a las múltiples amantes de su marido cuando estaba de gira. Ni con la forma avariciosa en que acaparó la herencia”. Apunta el periodista que “un análisis eurocéntrico de figuras culturales ajenas y sin el contexto apropiado no dejaría de ser otro ejemplo de supremacismo blanco. Tenemos que entender que un héroe del gueto como era él tenía que ser necesariamente fiero para defender lo suyo y sobrevivir en un ambiente hostil, y ello explica muchas de las acusaciones que desde el confort de la clase media europea se le puedan hacer”.
“¿Qué personaje, o incluso qué persona, no tiene sus luces y sus sombras? En el caso de Marley es evidente que su genialidad y su legado exceden con mucho esos defectos que no podemos negar si queremos ser objetivos”, añade Dr. Decker. “Lo que sucede con las revisiones de figuras de este calado es que, al final, no queremos perder la ilusión de que eran algo puro. Y enterarnos de que eran personas de carne y hueso y que hicieron cosas que no nos gustan mucho nos hace sentir traicionados. La música que amamos dice mucho de quiénes somos y forma parte de nuestra autobiografía emocional también, por eso se tiende a proteger a los artistas. Al final, es una forma de protegernos a nosotros mismos”, concluye Laura Viñuela.
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