Colas para ver un piso de 55 metros: así era el apartamento de la visionaria que diseñó tu cocina
El apartamento de la arquitecta y activista Margarete Schütte-Lihotzky, de vida apasionante e ideas que permanecen hoy en los hogares de todo el mundo, acaba de abrir sus puertas en Viena
Viena, unos minutos antes de las dos de la tarde. Como cada viernes desde hace un mes, un pequeño grupo de desconocidos ha empezado a reunirse frente al número 16 de la calle Franzensgasse. La mayoría son mujeres. Por fin, una de ellas ve que en su reloj ya pasan unos segundos de las dos, la hora a la que el antiguo apartamento de Margarete Schütte-Lihotzky (Viena, 1897-2000) comienza a admitir visitas, así que llama al piso 40º en el telefonillo. El grupo entra en el ascensor para llegar a la última planta del edificio, una manera excelente de comenzar la visita al museo en que acaba de convertirse la que fue la casa de la arquitecta sus últimos 30 años de vida: los pequeños pisos para mujeres que Margarete Schütte-Lihotzky proyectó en sus comienzos también eran áticos.
En la Alemania posterior a la I Guerra Mundial, la inmensa mayoría de los hogares unifamiliares los constituían mujeres viudas o solteras y encontrar un tipo de vivienda adecuado para ellas se había convertido en un reto para el equipo de urbanismo de Fráncfort, del que Margarete Schütte-Lihotzky formaba parte esos años. Suya fue la idea de convertir el ático de las modernas casas que estaban construyéndose en la ciudad en pequeños apartamentos para esas mujeres, quienes así podrían vivir en los mismos edificios que las familias de trabajadores de Fráncfort, en vez de aisladas en las residencias para personas solteras que (como ahora las de ancianos o estudiantes) solían planificarse en la Alemania de esa época.
Muchos años después, en 1969, de vuelta ya en Viena, la arquitecta acababa de jubilarse cuando buscó un piso con terraza similar al que ella misma había tenido de soltera en Fráncfort. Con 55 m2, el apartamento consta de una cocina, un baño y un salón con una zona para dormir; las mismas estancias con las que en los años veinte había considerado que una mujer independiente podía estar cómoda y feliz.
La entrada al pequeño museo que es ahora la casa permite curiosear libremente todos esos espacios diseñados por Schütte-Lihotzky, en el que puede considerarse su último proyecto como arquitecta. Claro que, como ocurre en los sitios arqueológicos, se necesita un poco de imaginación para contemplarlos tal y como eran originariamente.
Tras la muerte de Schütte-Lihotzky en el invierno de 2000, la historiadora del arte Ulrike Jenni se instaló en el apartamento e hizo importantes modificaciones en el mobiliario, de manera que además de alquilar la vivienda, los responsables de la asociación Margaret Schütte-Lihotzky Zentrum han tenido que restaurarla. Los trabajos comenzaron en 2021, después de que la asociación consiguiera que la casa fuese protegida de manera oficial como monumento. Con la ayuda de la Universidad de Artes Aplicadas de Viena y otras instituciones, se restauraron los muebles que aún se conservaban en la casa y se reconstruyeron otros que estaban demasiado deteriorados o se habían perdido. El sofá-cama, por ejemplo, se tuvo que fabricar de nuevo a partir del diseño de Schütte-Lihotzky, mientras que la estantería String que escogió para la zona de su despacho solo hizo falta volver a comprarla, porque esta marca sueca la sigue fabricando.
Por el contrario, otras partes de la casa no presentarán la misma apariencia con la que fueron concebidas hasta que acabe la segunda fase del proyecto de restauración, a cuya financiación se contribuye con los cinco euros de la entrada.
Así, la elegante chimenea del salón aún no ha sido reconstruida. Falta también restaurar la pequeña cocina, una habitación importantísima tratándose de la casa de la inventora de la célebre cocina Frankfurt, y que Schütte-Lihotzky diseñó con el mismo planteamiento que este hito del mobiliario del siglo XX. Creada para las viviendas sociales que su equipo estaba construyendo en el Fráncfort de posguerra, y tomada luego como modelo para las cocinas que hoy pueden encontrarse en cualquier piso, la cocina Frankfurt redujo el tiempo que las mujeres pasaban en la cocina al disminuir su tamaño y simplificar su uso, permitiendo así que tuvieran más tiempo para otras actividades. Se hizo tan famosa que, harta ya de que le preguntaran por ella, la arquitecta llegó a desear no haberla creado, pero lo cierto es que diseñándola empezó a profundizar en esa relación entre la arquitectura y la emancipación femenina que fue tan característica de su obra.
103 años de diseño
Nacida en 1897, Margarete Schütte-Lihottzky creció en una Viena desde la que los austriacos aún podían viajar a Dubrovnik sin cruzar la frontera de su imperio y vivió hasta unos días después del Concierto de Año Nuevo de 2000, un periodo de más de un siglo que puede repasarse a través del mobiliario que ha sido restaurado ya en su piso-museo.
La lámpara que cuelga sobre la mesa del comedor remite a sus primeros años como arquitecta en Viena, profesión que fue la primera mujer austriaca en ejercer. Es un diseño de Adolf Loos, uno de los arquitectos más influyentes de la historia. Margarete Schütte-Lihotzky trabajó con él después de graduarse en la Universidad de Artes Aplicadas de Viena, practicando a su lado las estrategias de optimización del espacio doméstico que luego desarrollaría en sus cocinas y sus apartamentos para mujeres de Fráncfort.
En 1930, tras quedar paralizado su trabajo en Fráncfort por la Gran Depresión y el ascenso del nacionalismo, Margaret Schütte-Lihotzky abandonó Alemania y se trasladó a la Unión Soviética. De este lugar procede el llamativo tapiz que cubre la pared del sofá-cama. Restaurado por la Universidad de Artes Aplicadas de Viena, se trata de un tapiz kirguís que la arquitecta adquirió en 1933 en Magnitogorsk, una de las ciudades soviéticas en las que trabajó proyectando guarderías y muebles para niños.
Algunos años menos tienen las dos butacas Kanadier del salón. Las diseñó en Estambul su marido, el también arquitecto Wilhem Schüffe, durante la época en la que ella estaba presa en la cárcel nazi para mujeres de la ciudad alemana de Aichach. En Estambul, lugar al que el matrimonio se mudó en 1937, la arquitecta había empezado a colaborar con el Partido Comunista de Austria (KPÖ), lo que llevó a que fuese detenida por la Gestapo durante un viaje a Viena que hizo en 1940 para establecer contacto con sus compañeros.
Schütte-Lihotzky fue liberada tras la caída del Tercer Reich en 1945, aunque por razones políticas (seguía siendo comunista) apenas recibió encargos acordes a su prestigio por parte de la Austria de la posguerra. En su última etapa profesional, la arquitecta combinó los proyectos de planificación de guarderías que le llegaban de países como la RDA con su participación en conferencias tan importantes como las de los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM) y la lucha por causas feministas como el reconocimiento de las labores domésticas como profesión.
Ahora su ciudad la recuerda con ganas. La explicación que ofrece en inglés la amable encargada del museo a los visitantes que no entienden las cartelas (redactadas, de momento, solo en alemán) se ven continuamente interrumpidas por el timbre del telefonillo y apenas media hora después de la hora de apertura del museo ya no queda sitio para más abrigos en el ropero del que Schütte-Lihotzky colgaba el suyo tras dar sus últimos paseos.
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