Cazzu: “No ser una mujer sumisa ha hecho que la gente me perciba como una amenaza”
Argentina, trapera y feminista, Julieta Emiliana Cazzuchelli no se considera provocadora, solo canta sobre aquello en lo que cree. Y 650 millones de reproducciones en YouTube demuestran que hay muchos deseando escucharla
A Cazzu, es decir, Julieta Emilia Cazzuchelli (Argentina, 28 años), se le ilumina la cara, y eso que arrastra un buen jet lag, cuando menciona el nombre de la poeta Alfonsina Storni. Ese nombre es la clave para entender a esta cantante que ha colaborado con artistas como Bad Bunny, J Balvin, Rauw Alejandro o Natti Natasha; que ha pasado por la cumbia y se ha inspirado en la estética emo de Avril Lavigne; que juega con el trap, pero también con el reguetón o el R&B; que acumula 650 millones de escuchas en YouTube con su canción Loca y que ha sido nominada a un Grammy latino.
“Alfonsina tiene cierta rudeza, crudeza y revolución con la que me identifico”, explica. A Cazzu le hubiera gustado ser más dócil, pero no está en su ADN. “No ser sumisa me ha traído cosas negativas, que la gente se irritara, que tuviera miedo de vincularse conmigo, como si yo supusiera una amenaza. Si yo supongo una amenaza para alguien es porque ha hecho algo”. Ella conoce bien las consecuencias: “Tiene el daño colateral de que estás sola en una esquina porque sos la loca, la mala, la que muerde”.
Para Cazzu, las desventajas van por otro lado. “Son limitaciones no emocionales, sino reales. Soy sudamericana, nací en un pueblo recóndito, al norte de Argentina [Fraile Pintado, en Jujuy]. Todo eso, aunque me ha robado más tiempo de mi carrera, me ha dado un contexto del que me siento muy orgullosa”, asegura.
Los reconocimientos materiales no la convencen. “Cuando uno ingresa en esta industria, empieza a desdibujar lo que creía que eran los premios porque hay cosas muy injustas. Prefiero ir a cantar antes que ganar un premio”. Y cantar, desde luego, canta. Desde niña, cuando lo hacía en casa; desde joven, ya en Buenos Aires y terminado el instituto, cuando lo hacía en bandas de rock sin mucho éxito. “Apenas tenía dinero, vivía sola, tenía que trabajar y estudiar y hacer algo que me asegurara el futuro”, recuerda.
Así que abrió una página de Facebook con información musical. Difundía vídeos, reseñas e información de artistas y, entre grandes nombres, se daba visibilidad a sí misma. “Lo hice hasta que alguien me descubrió y le regalé ese espacio”.
Todo cambió con la remezcla de Loca, una canción de 2018 donde Cazzu participó con Bad Bunny, Duki y Khea. Millones de personas la escucharon en YouTube. Después siguió Error 93, su álbum de más éxito, en 2019. En 2020 firmó Una niña inútil, en homenaje a Alfonsina Storni. Y ahora, que ya está bastante en lo alto de la cadena alimentaria de la música latina, presenta Nena Trampa, su cuarto disco.
Esas alturas no la han reconciliado con el poder. “No me importa lo arriba que estén, hay ciertas personas con las que no me vinculo”, confiesa. Esto se escucha en la primera canción de Nena Trampa. El título es Jefa, y lo primero que suenan en ella son unos disparos; luego, en un trap de manual, la letra aclara: “No tiemblo si tengo que hablar / No tiemblo si hay que disparar / Quieren quitarme mi lugar / Nunca van a verme llorar / Piensan que me van asustar / Hijo de puta, soy el trap”.
Analiza la autora ahora: “Deja descolocado, confundido, no sabes si te gusta o si la odias, eso es lo que quiero provocar, perturbar”. No le gustan ciertas dinámicas que todavía ve en el mundo. “Los varones gozan de bastante impunidad, pero nunca me hacen enojar lo suficiente para que tenga que hablar, porque saben que si lo hago empeoran las cosas mucho. Hay que mostrarles que las cosas ya cambiaron”.
De hecho, le gustaría que desaparecieran las etiquetas por género. “Hay un Pabllo Vittar o un Villano Antillano [dos intérpretes que rompen con los roles femenino y masculino] y también gente que no cabe en estas etiquetas. No entiendo cómo todavía prevalece discriminar el arte por sexo, creo que es bastante retrógrado”.
Otra de sus batallas como feminista es defender derechos como el aborto. “Es un terreno peligroso donde uno se mete, pero no son únicamente mis ideales, son nuestros. Yo he usado siempre mi plataforma para ayudarnos a nosotras, para subsanar desventajas con toda mi energía, con todo mi corazón, le he puesto el cuerpo a nuestra lucha y lo seguiré haciendo”, afirma. Ha ganado algo de terreno. “Me hace sentir orgullosa, como si fuera Colón”.
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