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Hidrogenesse: “Somos muy de mirar al pasado, pero no es nada de lo que presumir. Es simple sentimentalismo”

El dúo catalán de culto repasan sus últimas décadas, celebran varios aniversarios a la vez y encuentran que, pese a su visión un tanto nihilista de la vida, tienen mucho que celebrar

Carlos Ballesteros y Genís Segarra, las dos mitades que conforman el inclasificable duo musical Hidrogenesse.
Carlos Ballesteros y Genís Segarra, las dos mitades que conforman el inclasificable duo musical Hidrogenesse.Adriá Cañameras

Dicen Hidrogenesse que son más de la nostalgia que del futuro, más de Cleopatra que de 2001: Una odisea del espacio. Quizás por eso han desarrollado una particular habilidad para convertir su obra en un presente continuo, entre lo antiguo y lo moderno, que pertenece a un tiempo propio y que tampoco tiene fecha de caducidad. Carlos Ballesteros y Genís Segarra celebran estos días varios aniversarios: 25 años de la grabación de Lujo y miseria, el recopilatorio con el que el colectivo Austrohúngaro (que acabaría siendo su sello) reseteaba el pop español; 20 de su primer álbum, Gimnàstica passiva; y 10 de Un dígito binario dudoso, el disco-homenaje al padre de la computación, Alan Turing, que les valió encabezar las listas de lo mejor de 2012 y que reeditan este mes de octubre.

“Somos muy de mirar al pasado, pero no nos parece nada de lo que presumir. Es simple sentimentalismo: sencillamente hay fechas que nos hacen click”, dicen al otro lado de la pantalla, desde su casa-estudio de Barcelona.

En esa máquina pop del tiempo que ya era Gimnàstica passiva cabían desde charangas milenaristas (Vamos a salir del siglo), hasta osados abordajes tecnopop al Siglo de Oro (Góngora) y homenajes a su particular año cero (1987). “En 1987 todo cambió. En ese absurdo de que el mundo funciona por catálogos o franjas de fechas, entendemos que las décadas terminan mucho antes de lo que marca el tiempo. Murió Warhol, se acabaron los Smiths y salieron los primeros singles hechos con samplers de gente como The KLF que posibilitarían la llegada en 1988 del Segundo Verano del Amor y la cultura rave británica. En resumen: lo que hasta entonces era caro en la música, ahora era barato. Todo eso hizo posible que nosotros pudiésemos tener un grupo”.

Saltamos a mediados de los noventa, Barcelona, sala Apolo. Genís, estudiante de filología, rastrea talentos ocultos en sus noches. Esgrime el arma perfecta para vencer su timidez: un sampler. “A todo el mundo que tenía la misma tontería con el pop que yo le decía de hacer un grupo. Bastaba con poner nombre y concepto. No importaba si no había canciones”. Manolo Martínez quería algo llamado Astrud, unas amigas tenían un grupo, Les Biscuits Salés, pero no habían compuesto nada… Carlos, estudiante de veterinaria, recortó una etiqueta de un gel de baño, Hidrogenesse, la metió en un collage de piscinas y flotadores en una caja de CD vacía y le dijo a Genís: “Mi grupo tiene que ser de música veraniega, superficial, como de viaje de fin de curso”.

"Queríamos poner música a un texto, en referencia a Terenci Moix, que se fuera repitiendo."
"Queríamos poner música a un texto, en referencia a Terenci Moix, que se fuera repitiendo."JOAN SÁNCHEZ

Pasó un año y medio hasta que hicieron su primera maqueta. “Si nos hubiéramos parado a pensarlo dos minutos por el camino, no hubiésemos dejado que un grupo se llamase Hidrojenés; pero en el momento daba igual, porque todo era así de absurdo, lo primero que decías era lo que valía. Luego, mil veces nos arrepentimos, igual que le pasó a The Human League, que siempre dicen que odian su nombre, que se lo pusieron así, de tontería. Fíjate que a nosotros nos parece el nombre más bonito que puedas tener: La Liga Humana”.

Querían ser mil cosas. También The Human League, claro, como recuerda Genís. “Carlos hacía de Phil Oakey, yo hacía de uno de esos pelirrojos que había por detrás y nuestras tres amigas de Feria hacían de las dos coristas. Imagínate el disparate. Es una de tantas ideas que hemos tenido para el grupo. Así han salido todas: regular”. Para obligarse a hacer canciones se inventaron fiestas en las que todos tenían que actuar. Nació el Sonajero, una clamorosa y minúscula contraprogramación al Sónar, que había llegado con su tecnazo a eclipsar al pop.

“De repente, lo guay era ser disc-jockey, hablar de disc-jockeys y todos los carteles eran nombres de disc-jockeys. Con esta cosa juvenil de estar contra el consenso, decidimos hacer fiestas en las que no hubiese disc-jockey. La gente tenía que traer sus discos y eso era lo que íbamos a escuchar. Pero lo dejamos de hacer porque en una fiesta desaparecieron discos, la gente se enfadó y dijimos: ‘Se acabó la utopía esta”.

Muchas canciones se autodestruían para siempre, otras permanecieron. En el segundo Sonajero, 1998, sonó No hay nada más triste, lo primero parecido a un hit de Hidrogenesse. “Intuimos que podría serlo, porque a pesar de no estar grabada ni nada, al año siguiente la gente se acordaba. Nos preguntaban: ‘¿Tocaréis otra vez la de los caballitos poni?”. (No me digas que no hay nada más triste que lo tuyo / Los caballitos poni, eso es mucho más triste, decía la letra). Tras el envoltorio pop, ahí subyacía un activismo del que ni los propios autores fueron conscientes hasta un tiempo después.

“En esa época estaban muy de moda las tiendas de animales en Barcelona; y era una mezcla de desolación y gusto ver a aquellos animalitos que quieres coger. Esta canción también incluye uno de los pocos apuntes autobiográficos de nuestra carrera: el turno de noche en Rubí (Barcelona) donde trabajó Carlos. Eran cosas que íbamos incluyendo en la canción porque nos sonaban bien… y luego te das cuenta de lo que has hecho, has explicado de una manera muy clara como se relaciona la explotación laboral con la explotación animal. Es el mismo mecanismo: igual que estás en la cadena de montaje, está el caballito dando vueltas en la feria de tu fiesta mayor. Son cosas que nos han pasado también a posteriori con Feria: una canción como Aborto sí, tempura ya explica perfectamente las frustraciones de una chica en los años 2000; aborda toda la presión que sienten ellas sobre sus cuerpos y sobre sus roles en la vida en los cuatro chistes que se han inventado aquella tarde“.

Pasa lo mismo con su personalísima manera de entender el activismo gay, algo que asoma especialmente en Un dígito binario dudoso. El disco comienza con un beso para despertar a Alan Turing, que vivió la paradoja de ser condecorado por descifrar los códigos encriptados de los nazis al mismo tiempo que era sometido a castración química por homosexual. Turing decidió acabar con su vida mordiendo una manzana envenenada, como Blancanieves. “Sobre la militancia gay, creemos que hay que reivindicar a Álvaro Pombo: se puede ser militante y tener pudor. Somos abiertamente gais y sí, militantes cuando toca”, apunta Genís. “Pero yo siento pudor cuando veo lo ordinarios que son otros artistas gais y otros artistas para gais. Es algo que desde adolescente me causó rechazo. Quería consumir cultura que hablara de mí, hecha por homosexuales o con contenido homosexual, pero acababa rechazándola por obvia, por atávica, por simplona. Me hubiese gustado que hubiera expresiones más complejas, más abiertas, menos enfocadas al sexo. Antes de entrar en la cama con otro hombre ya eres homosexual, no es eso todo lo que te define”.

Ahora andan metidos en proyectos audiovisuales. Han musicado el nuevo episodio de Historias para no dormir (el remake de las emblemáticas películas de terror de Chicho Ibáñez Serrador) rodado por Nacho Vigalondo, La alarma, presentada en el Festival de Sitges y que se puede ver en Prime Video. Y se les avecina una serie en la que ponen las canciones y que aún no pueden desvelar. Prefieren no pensar demasiado en lo que les traiga el futuro, aunque sí saben con qué espíritu piensan seguir abordándolo: “Queremos dar felicidad al mundo. Es algo que hemos tomado de Nacho Canut y Carlos Berlanga, de la última canción que hemos versionado suya, Súper Sara, que trata de una Sara Montiel mutante que todo lo hace por el bien del mundo. Pues a eso es a lo que queremos dedicarnos nosotros: a hacerlo todo por el bien del mundo”.

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