Luca Guadagnino: “Ni necesito ser incluido ni me siento excluido, no quiero pertenecer a lo que se llama normalidad”
El cineasta de culto de una generación se estrena como interiorista y habla de sus temas favoritos: la belleza, la aceptación y la felicidad
El nuevo proyecto del cineasta Luca Guadagnino son dos salones enfrentados a través de una cuarta pared invisible que podría ser un espejo, tal es su simetría. Ambos cuentan con elementos similares y detalles opuestos. Por ejemplo, una chimenea es de ceppo, una rarísima piedra lombarda, y la otra es de cerámica coloreada en tonos casi fluorescentes. La butaca de un lado está tapizada en azul y la otra en rojo. Son, como corresponde a un narrador consumado, salones con un arco dramático propio: un thriller de interiores. No extraña que el italiano mencione a Hitchcock a la hora de explicar el potencial narrativo de la decoración.
“Me interesa la capacidad de Hitchcock de integrar los espacios en su máquina visual de conocimiento. En Psicosis todo es arquitectura, desde el interior del coche hasta el vestíbulo del motel”, explica por videoconferencia desde Boston, donde se encuentra rodando Challenger, su nueva película con Zendaya, Josh O’Connor y Mike Faist. El rodaje le ha impedido estar en Milán durante la Semana del Diseño y, por tanto, en este hipnótico salón doble que es la carta de presentación de Studio Luca Guadagnino, su oficina de interiorismo y arquitectura. La fundó en 2017, a raíz de dos conversaciones. Una fue con la periodista Dana Thomas, que le visitó en su casa de Crema para entrevistarle para T Magazine.
“Me preguntó por mi mayor deseo, y le dije que, en ese momento, ser diseñador de interiores”, recuerda. El otro fue el empresario Federico Marchetti, que al leer aquella entrevista le encargó la reforma de su casa en el Lago de Como. “Ambos me animaron a atreverme a pensar en mí mismo como alguien capaz de trabajar en esto, y empecé a buscar colaboradores, arquitectos e interioristas con los que trabajar, a pesar de no tener estudios específicos”, cuenta. “Ha sido un proceso muy instructivo”.
En Accanto al fuoco, su estreno como interiorista, Guadagnino ha rendido un “homenaje a los padres”, explica. Fundamentalmente, al arquitecto Carlo Scarpa, un nombre clave en la arquitectura italiana de posguerra, y al espacio que creó para una retrospectiva de Antonello da Messina en 1953. Los paños plisados que cubren los muros de la estancia y se entrecruzan en el techo del espacio ideado por Guadagnino remiten a aquel icono del imaginario italiano. Un imaginario al que Guadagnino ha hecho relevantes aportaciones –de la majestuosidad burguesa de Milán en Io Sono l’Amore (2009)al paraíso solariego de Call Me By Your Name (2017)–, aunque tenga alergia al esteticismo.
“Es una visión reduccionista de lo que hago, porque no solo he trabajado en Italia, y no solo hablo de Italia”, responde. “Por supuesto, amo mi país y no viviría en ningún otro lugar, pero no creo que ese sea mi papel. Hay que ver las cosas a través de una idea de la realidad que no puede ser autocomplaciente y siempre bañada en belleza. Puede ser nostálgica, melancólica o política, pero no limitarse a cristalizar un sentido de la belleza”.
En la serie We Are Who We Are (HBO) abordó cuestiones vinculadas a la identidad o al género de un modo libérrimo y muy contemporáneo. ¿Se puede trasladar esa sensibilidad al interiorismo? “Es una pregunta que conduce a terrenos resbaladizos”, responde. “No necesito ser incluido y no me siento excluido, porque no quiero pertenecer a lo que se denomina normalidad. Al mismo tiempo, no me interesa sistematizar la idea del género al modo anglosajón. Me interesa más la subversión, la mutabilidad, la contaminación, la incomodidad. Para mí, lo queer tiene que ver con lo que no es predecible. Y es un tema demasiado complejo para hablar a la ligera. Lo que sí puedo decir es que, por ejemplo, hemos hecho una chimenea muy geométrica con cerámica. Y, cuando cueces cerámica, la forma cambia ligeramente y no encaja del todo en la geometría que has diseñado. Además, está lacada en colores brillantes que van del rosa al amarillo, pero también al gris. Así que, tal vez, podría decir que esta chimenea refleja cómo nos sentimos los que no creemos en la codificación”.
En todo caso, se resiste a establecer paralelismos entre sus películas y sus interiores. “El único efecto es que, con el interiorismo, me relajo del estrés que me produce hacer películas”. ¿Le hace feliz haberse animado a inaugurar su estudio? “Bueno, la felicidad es una palabra que no debemos pronunciar porque suscita melancolía. Es de un poema de Sandro Penna. Esa es mi respuesta”.
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