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Rocío Márquez: “He pasado años intentando justificarlo todo, ahora me parece genial lo que opinen”

‘Tercer Cielo’, el nuevo trabajo de la cantaora, es uno de los discos de flamenco más importantes en años. Su integración de la electrónica no es ‘trendy’ ni cosmética, sino contundente

Carlos Primo
Rocio Marquez Tercer cielo
Rocío Márquez, que acaba de estrenar ‘Tercer cielo’ (Universal) junto al artista Bronquio.Ángela Suárez

Rocío Márquez (Huelva, 37 años) es una de las cantaoras más cultas de su generación. Empezó a cantar siendo niña, conoce el repertorio clásico al dedillo y es doctora cum laude con una tesis sobre técnica vocal. Sin embargo, asegura que todo ese conocimiento sería estéril sin una peculiaridad fisiológica. “Somatizo muy rápido, para bien y para mal”, explica. “Cuando empiezo a ponerle vallas al campo, cuando uso el conocimiento para ponerme losas encima, lo noto porque de repente hago actuaciones de mierda, salgo del escenario y me digo: ‘Por aquí, no”.

Asegura que empezó a fiarse de su intuición a raíz de su primera crisis creativa, tras ganar, a los 23 años, la Lámpara Minera del Festival de Cante de Las Minas, el templo del flamenco ortodoxo. “La Lámpara me abrió muchas puertas y estoy muy agradecida, pero me pasé un año entero repitiendo los mismos cantes. ¡Respiraba en los mismos puntos! Tenía la sensación de que me daba al play, y es algo que no le deseo a nadie. Con el tiempo, me he dado cuenta de que nadie me dijo que tuviera que hacerlo así, la responsabilidad fue solo mía, pero llegó un momento en que no podía ni respirar. Y decidí que así, no”.

El nuevo trabajo de Márquez ilustra cuál fue la salida a aquella crisis: flexibilizar, dialogar y experimentar. Se llama Tercer Cielo y lo ha creado al alimón con Bronquio, el nombre artístico del músico y productor jerezano Santiago Gonzalo. Parte de la crítica lo ha saludado ya como uno de los discos de flamenco más importantes en años. Su integración de la electrónica no es trendy ni cosmética, sino contundente: un intento de hacer electrónica como quien hace flamenco, y viceversa. “No hemos caído en lugares comunes, y creo que es porque ambos tenemos perfiles curiosos en nuestros gremios”, explica Gonzalo. “Ponernos de acuerdo para componer fue muy fácil, pero para la mezcla hizo falta encontrar un punto común. Lo hemos logrado gracias al respeto mutuo y las ganas de abrirnos a lo desconocido”.

En Tercer cielo, un sonido denso, compacto y sugerente demuestra que consenso no siempre es igual a tibieza. Por ejemplo, no es habitual escuchar la voz de Márquez distorsionada por una barricada de filtros. “Yo no me pongo ni reverb en el monitor, para que me entiendas, Me gusta que se oiga hasta la fricción de la cuerda”, explica, aludiendo a las herramientas de ingeniería sonora que añaden profundidad y eco a la grabación. En Tercer cielo hay reverb y sintetizadores, pero también cantes antiguos que ilustran la faceta erudita de una artista que ha grabado desde canciones clásicas con guitarra y cajón (Visto en el jueves, 2019) hasta un ejercicio feminista de minimalismo sin guitarras (Firmamento, de 2017, con Raül Refree) y varias colaboraciones con especialistas en el Renacimiento y el Barroco, profundizando en la etimología del flamenco como quien busca las fuentes del Nilo.

Es ahí donde emerge la estudiosa. “Hasta los años treinta se estuvieron creando melodías nuevas”, explica. “En los 50 años anteriores hubo una explosión creativa en que los flamencos estuvieron inmersos en la creación. La preocupación por estructurar, hacer esquemas y ver qué rama del árbol falta vino después”. Cita como ejemplo la debla, un cante que sirve de base para Grande, uno de los temas del álbum. “La debla es un cante con un origen muy definido, pero como es un cante a palo seco [sin instrumentación] se suele decir que es de los más antiguos, y ahí se monta un mito maravilloso, porque el flamenco está en parte hecho de pura fantasía. ¿Por qué no seguirle el juego a esa fantasía y esa paradoja, si es lo que nos flipa a todos?”, apunta.

“Me hace gracia cuando se describe nuestro trabajo como una renovación, porque me parecen prácticas más antiguas que la de empaquetar”. ¿Siguen quitándole el sueño las críticas de los ortodoxos? “Yo, afortunadamente, siento que esa página ya la he pasado. Me he pasado años intentando justificarlo todo, pero ahora me parece genial lo que opine todo el mundo. Igual que yo quiero libertad para hacer lo que yo quiera, también quiero que todo el mundo se exprese libremente”.

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Sobre la firma

Carlos Primo
Redactor de ICON y ICON Design, donde coordina la redacción de moda, belleza y diseño. Escribe sobre cultura y estilo en EL PAÍS. Es Licenciado y Doctor en Periodismo por la UCM

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