Rocío Márquez: La vida nueva de un cancionero antiguo
El nuevo álbum de la cantaora recibe una calificación de 8'5 sobre 10
En unas ocasiones el cante se hace canción, en otras, hay canciones que esconden cantes canónicos. Quizás se trate de un trayecto que el flamenco ha recorrido de antiguo, sin embargo, el viaje que realiza Rocío Márquez se antoja radicalmente original por el tratamiento otorgado a unos temas que ha ido escogiendo en el vasto mercadillo de la memoria. (Lo de El Jueves viene por el tradicional de antigüedades sevillano). La cantaora ha reunido un peculiar cancionero del que se ha apropiado para mostrar que el patrimonio musical popular siempre está abierto a recibir nuevos matices y colores sin fin. En la recopilación conviven tangos argentinos con emblemáticas coplas y, por supuesto, con una larguísima relación de estilos flamencos afines a la estética de la artista: tientos, mariana, malagueña, serrana, abandolaos, romance, rumba, petenera, fandango… La diversidad de la selección esconde una unidad estilística en la que priva la libertad, dominante tanto en la interpretación como en los originales arreglos, creación de Canito (Juan Antonio Suárez Cano). Una guitarra moderna, con un sonido propio, que no sigue el modelo de acompañamiento al uso en algunos estilos, pero que recoge su esencia y la traslada con el libre criterio formal que le es propio. Los conocidos valores de la percusión de Diassera —discreción, elegancia, policromía— se confirman igualmente a cada paso.
Artista: Rocío Márquez
Disco: Visto en el jueves
Sello: Universal
Calificación: 8,5 sobre 10
Cantes y canciones comparten una convivencia serenísima. En ella impera la pausa y una intensidad cargada de emoción, pautas dominantes de la interpretación, desde la dulce Luz de Luna a los cuplés casi finales, homenaje a Concha Piquer y a Rocío Jurado. Porque, con alguna excepción —el popular tango Trago amargo, cantado en un vivo compás de bulerías—, se diría que asistimos a la sosegada relectura de un material que adquiere una vida nueva a través de un modelo interpretativo genuino. La malagueña de El Mellizo aparece como tierna canción; la mariana, tan ralentizada que se acerca a la nana por momentos, y el El último organito de Homero Manzi, solo se aflamenca al final con tinte marchenero. Aunque, para recordar al maestro, nada más representativo que el romance, un poema denuncia de Antonio Orihuela, con sus característicos recitados. La petenera va precedida de un fandango alosnero, dicho con lentitud para caer después en el recuerdo de Pastora. Los tientos Andalucía de Turronero, se aligeran, sin embargo, con los adornos de Diassera. El clásico fandango Yo soy águila imperial se aborda con el poderío propio del estilo y se remata con otro de Julián Estrada. Una melismática serrana se corona abandolando el taranto de Vallejo. Siempre con una intención concreta, la voz de Rocío puede ir del susurro al grito, como en la emblemática rumba Quiero, popularizada por Bambino, que ella cubre con un toque de suave melaza caribeña. El añadido final del Andaluces de Jaén, versión Paco Ibáñez junto a Kiko Veneno, podría sonar algo fuera de contexto.
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