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París era una fiesta
Columna
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Pronto todas las estrellas de Hollywood quedarán completamente olvidadas

Después de dos años de pandemia, la guerra acaba de enterrar el sueño de una Europa cómoda, pacífica, lujosa e indiferente

París
Getty Images

Cené con Pedro Almodóvar, aunque no estábamos en la misma mesa. Fue en el hotel Grand Amour de París el mes pasado. La revista Purple organiza allí su lanzamiento todos los años durante la Semana de la Moda. Es la cena más esnob del año. Si no estás invitado, tienes que suicidarte. Pedro estaba en París para asistir al desfile de Saint-Laurent. Aprovechó para aprender un poco de francés, con vistas al Festival de Cannes. Thierry Frémaux fue muy cruel al pedirle que presidiera un jurado cuya Palma nunca ha recibido. Pero de todos modos, el mundo del espectáculo es cruel; los genios terminan aceptando humillaciones diarias y además el cine se muere, así que Pedro hace bien en divertirse, viajar y aprovechar estos últimos momentos de gloria.

Pronto todas las estrellas de Hollywood quedarán completamente olvidadas. Cuando cito a Fellini ante mi hija de 20 años, me pregunta: “¿Quién?” (porque Fellini no está en Netflix). El ambiente era extraño durante la última semana de la moda: Rusia acababa de invadir Ucrania. Nos preguntábamos cuándo volveríamos a tener derecho a ser superficiales. La respuesta es: nunca. La frivolidad es una has-been [es una vieja gloria]. Leéis el texto de un has-been [de una vieja gloria]. Dormí en el hotel Grand Amour, en el apartamento de André Saraiva. Subía periódicamente al sexto piso para ver los bombardeos en la CNN. Cuando volvía a bajar, me encontraba inmerso en una multitud de fashion victims y pronto acababa por confundirlas con los habitantes de Kiev escondidos bajo los escombros. Gaspar Noé me presentó a Savannah Nolan, una estadounidense que se parece a Joyce Maynard de joven, vestida por Balenciaga.

Hice un llamamiento a boicotear todos los vodkas rusos: Beluga, Imperia, Stolichnaya, Moscowskaya, Standard, Smirnoff. Bebimos el tequila de George Clooney. Esta fue nuestra principal contribución a la lucha contra Putin. Mi suite pronto se convirtió en la meca de la resistencia: una treintena de desconocidos me siguieron para boicotear el vodka ruso consumiendo productos mexicanos en mi baño. Después de dos años de pandemia, esta guerra acaba de enterrar el sueño de una Europa cómoda, pacífica, lujosa e indiferente. Resulta paradójico escribir sobre la amenaza de una guerra atómica aquí, pero, ¿no es eso lo que nos hace tan sublimes a los lectores de ICON? Somos capaces de pensar en la tragedia de Ucrania comparando la Casamigos Silver con la Gold (prefiero la Gold).

He leído un estudio que dice que los españoles son el pueblo más feliz de Europa. Creo que es la consecuencia de la guerra. Los españoles saben que la felicidad es una elección de cada mañana. Eso es lo que Almodóvar ha expresado tan bien en su última película. Veíamos a Penélope Cruz luchando por encontrar una fosa común de esqueletos en su pueblo. Desenterrar los cadáveres le permitía pasar a otra cosa. La guerra de Putin es un absurdo. Sus crímenes nunca serán olvidados, pero no vamos a luchar contra Rusia por razones únicamente morales. Vamos a ayudar a los ucranios principalmente para poder seguir bailando.

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