FACE, el rapero ruso e ídolo de Instagram al que Putin acusa de espía: “El futuro de Rusia pertenece a personas como yo”
Con 25 años, el primer artista de hip-hop tildado de traidor por el Kremlin encabeza la oposición a la guerra de la escena musical rusa
Hubo un tiempo en el Kremlin donde, en un despacho, colgaban juntas las fotos de Vladimir Putin y del rapero estadounidense 2Pac. Era el de Vladislav Surkov, asesor del mandatario ruso en política exterior entre 1990 y 2011. El político, oficialmente, ya no trabaja en la sede de la presidencia, aunque eso no significa que el hip hop haya dejado de importar en Moscú: la última muestra ha sido la declaración de “agente extranjero” que el Gobierno ha asignado este mes a FACE, un rapero de Ufa (una ciudad de algo más de un millón de habitantes en la república rusa de Baskortostán) abiertamente crítico con el presidente Putin, la sociedad rusa y la invasión a Ucrania, con cerca de dos millones de seguidores en Instagram. “¡Gracias por el mejor regalo de cumpleaños! Un gran honor para mí y una señal de que estoy haciendo todo bien”, reaccionó burlonamente en la plataforma el joven, que se enteró de la noticia el pasado 8 de abril, día en que cumplía 25 años.
Se trata de una etiqueta creada en 2020 para señalar a aquellas personas físicas que, según el Kremlin, trabajen activamente al servicio de intereses de otros países y reciban ingresos del exterior. Varios periodistas, por ejemplo, han recibido esta designación que les requiere informar al menos una vez cada seis meses al Ministerio de Justicia sobre su financiación y actividades. Sin embargo, FACE, cuyo verdadero nombre es Ivan Dryomin, abandonó Rusia antes de que nada de eso sucediera. “Como artista ruso, ahora prácticamente no existo, ni tampoco como ciudadano. Me niego por completo a reconocer este Estado como mío”, escribió en Instagram semanas antes, con motivo de la invasión a Ucrania. El rapero, junto a otras figuras como Oxxxymyron o Morgenshtern (el artista más escuchado en Spotify en Rusia en 2021), es uno de los pocos que se han atrevido a condenar abiertamente a Putin y hablar de guerra, una palabra tabú cuyo simple empleo ha hecho recaer condenas de hasta 15 años de cárcel a diversos activistas en las protestas de los dos últimos meses.
La declaración de “agente extranjero” a FACE es solo otra evidencia del problema de Putin con el rap, una escena musical potente entre los jóvenes del país que ha escapado a su control: pese a que la música de los artistas mencionados queda lejos de los canales oficiales, sus canciones se difunden por Telegram o YouTube a través de redes VPN, que permiten extender el área local de los dispositivos al contenido de otros países. La propaganda del Kremlin lleva, de hecho, años intentando absorber esta subcultura: el gran representante del rap oficialista es Timati, que cuenta entre sus éxitos con una canción cuyo título traducido es Vladimir Putin es mi mejor amigo (donde describe al mandatario como un “superhéroe”), conocido también por tener relación con el señor de la guerra checheno Ramzan Kadyrov y por ostentar el dudoso honor de haber subido a YouTube el vídeo con más dislikes (no me gusta) de la historia en Rusia –casi un millón y medio–, el de la canción Moscú, que acabó retirando para detener “la ola de negatividad”.
Timati fue el único artista del género que participó el pasado marzo en el evento Primavera Crimea, celebrado en la capital y en presencia de Putin, para conmemorar el octavo aniversario del referéndum con el que Rusia se anexionó la península, y donde 200.000 personas proclamaron su adhesión a la “operación militar” en Ucrania. Otros populares raperos, como Boulevard Lepo, han preferido mantenerse neutrales ante el conflicto: “Mi música, como antes, no tendrá ningún carácter social o político especial. La música debe ser música y no un instrumento de propaganda de nadie”.
En sus diversas publicaciones en Instagram, FACE se ha mostrado “avergonzado” por la agresión al país vecino (“Es un hecho con el que tú, yo y nuestros descendientes tendremos que convivir”), aunque esperanzado por el cambio de mentalidad que percibe entre parte de la juventud. El rapero saltó a la fama hace cinco años con un tema traducible como Estoy hundiendo a Occidente, brutal sátira en cuyo vídeo aparece parodiando la propaganda institucional de odio a Estados Unidos o la iconografía de Putin cabalgando osos, hasta el punto de que hubo quien lo interpretó como una canción favorable al líder.
Poner en cuarentena el discurso político de FACE, todo sea dicho, era algo que su más que alarmante pedigrí invitaba a hacer: el rapero perteneció a la extrema derecha en su adolescencia, por la vía del hooliganismo futbolístico en su Ufa local, y su banda juró “lealtad” a Hitler para liderar “la guerra santa racial” cuando él tenía 15 años. El artista, no obstante, ya se ha desmarcado públicamente de sus antiguos postulados supremacistas y en varios de sus posts habla de forma despectiva de la Alemania nazi, sea para compararla con la Rusia de Putin o para mostrar su “inmenso agradecimiento” a su bisabuelo, que luchó como parte del Ejército Rojo en el frente teutón y recibió la Orden de Suvórov.
“Si él hubiera sabido que, 75 años después, los suyos inventarían con orgullo su propia esvástica [en referencia a la Z con la que en Rusia se representan los partidarios de la invasión a Ucrania] y se considerarían los libertadores de Europa, atacando a traición a un país hermano que es 28,5 veces más pequeño que el nuestro en territorio, preferiría pegarse un tiro antes que continuar luchando”, escribió FACE en una ocasión.
FACE es el primer rapero, que no el primer músico, en recibir la designación de “agente extranjero”. El pasado año, dos miembros del grupo punk Pussy Riot, Nadya Tolokonnikova y Nika Nikulsina, ya obtuvieron la peculiar distinción, además de haber pasado tiempo en prisión antes. A diferencia de FACE, ellas, que causaron un escándalo nacional en 2012 al irrumpir en la Catedral de Cristo Salvador de Moscú para interpretar una canción contra Putin, sí se han significado políticamente de manera inequívoca como antifascistas, además de feministas, tanto en discurso como en estética: la foto de Tolokonnikova con el puño levantado y la camiseta con el mensaje “No pasarán” (lema de la resistencia española en Madrid frente al avance franquista en la Guerra Civil) es todo un icono.
Ellas tampoco se han mantenido, ni mucho menos, neutrales frente a la invasión de Ucrania: Tolokonnikova recaudó y donó más de 7 millones para ayudar a las víctimas de la guerra. “Es obvio que Putin es un dictador peligroso al que hay que detener. No solo es peligroso para la gente de su país, es peligroso para la paz mundial. Mucha gente ha estado medio bromeando con que esta invasión empieza la Tercera Guerra Mundial. Pero es una guerra en Europa. No es una broma. Es una guerra en toda regla”, declaró recientemente a la revista Rolling Stone.
Tanto Pussy Riot como FACE se han posicionado también a favor de la liberación del político Alekséi Navalny y acudido a protestas en favor del opositor. También ambos ven en la Ucrania que nació tras el movimiento del Euromaidán, en 2014, una esperanza para el desarrollo de las democracias libres en el entorno ruso. “Ucrania es la única esperanza de los pueblos eslavos orientales para la democracia”, escribe FACE en su Instagram. “Algún día, Rusia se convertirá en un estado digno, con personas que tienen una mentalidad moderna y razonable, pero hoy, lamentablemente, no es el caso. Espero algún día volver a ver a mi familia, ver a mi público, cantar en ruso para mi gente. Y creo que sucederá. Porque les guste o no a todos, el futuro de Rusia pertenece a personas como yo, y no a personas como ustedes. El futuro de Rusia son las personas que tienen cepillos y micrófonos en sus manos, no ametralladoras con granadas”.
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