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Guerra a “la tirita de pino”: la lucha contra el ‘low cost’ de los talleres de enmarcación artesana de Madrid

La crisis económica y la demanda por formatos sencillos e industriales ha dificultado la supervivencia de artesanos que han dedicado su vida al arte de la enmarcación. Hoy solo unos pocos continúan con esta tradición en la capital. Visitamos cuatro de los que resisten

En Alcores, en la imagen el interior del local, afirman que la enmarcación de grabados y dibujos en papel ha crecido muchísimo a lo largo de la última década.
En Alcores, en la imagen el interior del local, afirman que la enmarcación de grabados y dibujos en papel ha crecido muchísimo a lo largo de la última década.

Para estudiar la historia del arte de la enmarcación no hacen falta los ojos. Al pasar la punta de los dedos por un marco veneciano del siglo XVI, notaríamos al tacto las volutas y guirnaldas de nogal típicas del estilo Sansovino, mientras que en el presente nos resbalarían por la superficie lisa y mínima de una L de pino. Otros cambios comienzan a percibirse através del sentido del oído. “A partir de la crisis de 2008 empezó a venir gente pidiendo marcos que fueran baratitos”, explica Cala Bordallo, propietaria de la tienda y taller de enmarcación Analcai (calle de las Virtudes, 12). “Antes, los clientes esperaban que les hiciera algo que fuese la pera, y ya está. A mí en la vida me habían pedido un presupuesto por adelantado”, lamenta la empresaria, que lleva haciendo y vendiendo marcos de tipo antiguo desde la década de los años setenta. Fue entonces cuando empezó a echarle una mano a su tío, Antonio Alonso, fundador de Analcai en 1962. Según recuerda, en el Madrid de aquella época no había casi nadie que supiera “distinguir una lámina de un grabado”, pero al menos la gente seguía demandando molduras ornamentadas. Quizás fuese porque las pantallas aún no habían sustituido a las paredes como soporte para las virguerías visuales. “¡Anda que no hice yo muebles para ocultar televisores en aquellos años! Ahora ocurre lo contrario, una tele gigantesca es casi lo primero que se coloca en una casa”.

Tienda y taller de enmarcación Analcai (calle de las Virtudes, 12).
Tienda y taller de enmarcación Analcai (calle de las Virtudes, 12).

Bordallo llegó a tener empleados a 45 profesionales en cinco locales de Analcai en Madrid. Por culpa de la crisis quedaron solamente dos trabajadores en un único establecimiento. Doradores, talladores y otros artesanos a los que tenía contratados antes de 2008 son ahora autónomos a los que recurre cuando el encargo lo requiere, porque lo habitual es que los clientes se conformen con comprar marcos lisos, producidos en fábricas. “A mí me han llegado a traer marcos fabulosos para que los sustituya por una tirita de pino. La gente no quiere ni oír hablar de molduras doradas o barrocas. Es la pela lo que nos ha hecho más daño, pero el minimalismo y las modas tampoco han jugado a nuestro favor”.

Interior de taller Cano, fundado en 1907 en la calle de Moreto, 7.
Interior de taller Cano, fundado en 1907 en la calle de Moreto, 7.

Entre quienes siguen comprando marcos artesanales de tipo clásico, se encuentran museos, instituciones públicas, coleccionistas particulares, y, en general, “cualquiera que tenga que enmarcar una pintura antigua, porque al tipo de cliente que adquiere un cuadro del siglo XVI o del periodo isabelino no suelen afectarle demasiado ni el dinero ni las modas”, explica por su parte Conchita Martínez, responsable de la colección del taller Cano (calle de Moreto, 13). Fundado en 1907, este taller nació de la mano de Joaquín Cano, un carpintero al que Sorolla empezó a encargarle caballetes, bastidores, y luego también los marcos de sus pinturas, explica al otro lado del teléfono Martínez. El negocio permaneció en manos de sus descendientes hasta mediados de los años noventa, cuando la familia lo traspasó a un empresario de la enmarcación. Desde entonces, Cano funciona como tienda, taller y pequeño museo de marcos históricos. La colección se compone de las muestras de marcos tan interesantes como el de Las Meninas, de 1923, mientras que entre los trabajos realizados en el taller cada vez son más numerosos los de restauración de marcos antiguos y los de reproducción de otros perdidos como el del cuadro Isabel II pasando revista a las tropas, de Fortuny, destruido en un incendio. “Trabajábamos mucho para el Museo del Prado, pero hace algunos años enmarcan las pinturas en su propio taller”, apunta Martínez.

El encarecimiento de materiales como el papel o el metacrilato provocado por la reciente crisis energética es otro de los problemas a los que se enfrenta un sector que hace mucho que dejó atrás su edad de oro. Según Cala Bordallo, cuando en 2008 se vio obligada a prescindir de la mayoría de sus artesanos, algunos le vieron tan poco futuro al mundo de la enmarcación que se metieron a profesiones tan distintas como la carnicería. Pero en el sector no todo el mundo es pesimista. Precisamente al comienzo de la crisis de 2008, los restauradores Juan Carlos Fernández y Ana Palazuelos se lanzaron a tomar el relevo de un enmarcador que acababa de cerrar su tienda en el centro de Madrid. Hoy, los dos exsocios trabajan de manera separada en Heredero de Crispín (Costanilla de los Desamparador, 6) y Alcores (calle de las Dos Hermanas, 6), respectivamente. Y aseguran que no paran.

El equipo de Alcores (calle de las Dos Hermanas, 6).
El equipo de Alcores (calle de las Dos Hermanas, 6).

Según reconocen, una parte importante de su éxito se la deben a la enmarcación de papel, una técnica desarrollada a principios del siglo XIX que aprendieron en sus comienzos a raíz del encargo de un anticuario. Más económica que la tradicional, se usaba para enmarcar obras de pequeño formato tales como daguerrotipos. “Precisamente este tipo de obras es el que ahora más nos traen para enmarcar, las de pequeño formato”, explica Ana Palazuelos. “Mientras que la enmarcación de lienzos ha caído mucho y la de fotografía se mantiene, la de grabados y dibujos en papel ha crecido muchísimo a lo largo de los últimos diez años”.

En Heredero de Crispín, la idea es que la tienda empiece funcionar también como una pequeña galería donde comprar obras contemporáneas de ese tipo, algo que puntualmente ya se ha hecho con artistas como Guillermo Martín Bermejo. Pero su dueño está acostumbrado a enmarcar cualquier cosa. Desde un capote pesadísimo, a la muda de una serpiente, asegura Juan Carlos Fernández, quien además de la enmarcación de papel ha recuperado otras técnicas antiguas como la fabricación de urnas de cristal. Siempre habrá trabajo para alguien con el hermoso oficio de proteger y embellecer las pertenencias queridas de los otros.

Tras tomar el relevo de un enmarcador que acababa de cerrar su tienda en el centro de Madrid, el restaurador Juan Carlos Fernández está al frente de Heredero de Crispín (Costanilla de los Desamparados, 6).
Tras tomar el relevo de un enmarcador que acababa de cerrar su tienda en el centro de Madrid, el restaurador Juan Carlos Fernández está al frente de Heredero de Crispín (Costanilla de los Desamparados, 6).

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