Gustaf Westman, el diseñador que trabaja para IKEA y vive en un apartamento de 30 metros cuadrados: “Con solo una copa se puede trasformar una habitación entera”
El creador sueco primero triunfó en Instagram y ahora conquista allá donde va con su particular universo naíf y colorido, que idea desde un diminuto piso en Estocolmo

¿Cómo era su cuarto de la infancia? Para todo diseñador esta pregunta es relevante. Para Gustaf Westman (31 años, Suecia) es imprescindible. Con formas exageradas y colores chillones, todos sus objetos respiran la libertad con la que un niño decoraría su cuarto. “Mi habitación estaba siempre llena de muchos juguetes y todo tipo de cosas raras y coloridas”, contesta cansado desde Nueva York. Este 2025 está siendo su año: lleva unas semanas en Estados Unidos para presentar su primera colaboración con Ikea, pero antes había pasado el verano inmerso en una gira europea en el que saltaba de ciudad en ciudad, incluida Madrid, para montar tiendas efímeras en apartamentos privados y así acercarse a sus fans.
Desde que sus diseños se viralizaron en Instagram, se ha acostumbrado a un ritmo que parece ya imparable. Entre tanto barullo, él solo piensa en volver a casa: “Me encanta moverme, pero a lo mejor me tendría que calmar. Ahora estoy aquí y echo de menos mis raíces. Pero luego cuando estoy en casa, me dan ganas de salir y hacer algo atrevido”. Las contradicciones también son parte del sello Westman.
Cuando menciona su casa, se refiere a dos lugares distintos, pero igual de importantes. El primero está en Boras, una ciudad pequeña de tradición textil al suroeste de Suecia. Allí creció con un madre costurera a la que le apasionaba el diseño. “No conocíamos a nadie que se dedicase a la creatividad y, para ella, que yo ahora sea diseñador es casi como cumplir un sueño”, cuenta. Es curioso porque Westman habla sin parar y aún así parece vergonzoso. Con esa mezcla de desparpajo e ingenuidad, recuerda que desde pequeño llevaba siempre consigo un cuaderno donde dibujaba y pintaba todo lo que se le ocurría.
Al crecer estudió Arquitectura, pero sentía que algo no encajaba. Todo era muy sobrio, muy aburrido. Así que empezó a acercarse al interiorismo de oficinas e incluso de peluquerías, hasta que decidió volver a su cuaderno y diseñar sus propios objetos. “Viniendo de la arquitectura, me costó mucho asumir que nunca iba a hacer nada serio. No voy a salvar el mundo pero puedo traer algo de alegría y diversión. Para mí es vital todo lo que nos ayuda a escapar de la realidad”, explica. En su caso, esa realidad se mide en apenas 30 metros cuadrados. Su segunda casa, en la que ha vivido su despegue profesional, es un apartamento diminuto en Estocolmo con una sola habitación y un baño.
Mitad patio de juegos, mitad galería privada, Westman vive y trabaja rodeado de todos los objetos que diseña en un eterno cuarto de la infancia. “Vivir en un apartamento pequeño me ha afectado mucho en mi trabajo. Me gusta convertir los objetos del día a día en cosas raras y divertidas. Con solo una copa se puede trasformar una habitación entera”. Desde el plato más pequeño al sillón más aparatoso, todas sus piezas son igual de llamativas: brillos plásticos de juguete, tonos saturadísimos y formas curvas y exageradas con una fuerte inspiración en el grupo de Memphis.
Él lo resume con la palabra “chunkiness”, que en español se traduce como voluminosidad. Estos diseños, a prueba de espacios pequeños, son precisamente los que le han hecho conectar con las generaciones más jóvenes que viven en apartamentos similares. En concreto, fue un espejo de marco curvo el que desató la locura en redes en plena pandemia, el momento en el que todo el planeta tuvo que encerrarse en espacios pequeños.

Ese mismo 2020 acababa de fundar su estudio y después de la pandemia empezó a recibir muchísimos encargos. Entre los cientos de jóvenes, también había estrellas como la cantante Olivia Rodrigo que se morían por hacerse un selfi en el espejo de moda. Desde ese momento se convirtió en un constante. “Al poco tiempo Tyler, the Creator se presentó en mi casa y fue una locura porque a mí me inspira un montón su música. Nunca te acabas de acostumbrar a que se interesen por tí. ¡Hace poco me envió un mensaje Sabrina Carpenter! Pero bueno, creo que al final mola verlos como personas normales que también se pasan el día haciendo scroll en su móvil”, cuenta. Sin embargo, pese a esta clientela más selecta, sus productos están lejos de ser elitistas. Más bien lo contrario.

La mayoría de fans se conforman con hacerse con las piezas más pequeñas y asequibles, pero igual de llamativas, y subir a Instagram cómo las integran en sus hogares. Parte del juego que plantean sus diseños es que cada uno los reinvente a su manera. “La gente me manda miles de vídeos de cómo utilizan mis objetos y eso es una de las partes más divertidas de mi trabajo”. Muchas piezas juegan al despiste con sus dimensiones, como el exprimidor de naranjas con forma de juguete sexual, y otras ocupan funciones nunca antes imaginadas, como la espiral cerámica “sujeta baguettes” que anunció este año volviendo a causar furor en los reels.
A Westman le importa poco no contar con el escaparate de un local físico porque su trabajo en redes cumple con creces esa función. Con el horror vacui por bandera, todas sus publicaciones muestran cómo lleva su universo naíf y colorido allá donde va, colonizando cualquier espacio con decenas de piezas en todos los tamaños posibles. De hecho, descubrirlo al otro lado de la videollamada en el piso grisáceo y sobrio en el que se aloja en Nueva York es todo un shock, como ver a un pez fuera del agua. “No me gusta que las cosas sean aburridas. Cuando voy a subir algo, me gusta pensar que mis seguidores son mis amigos. Por eso, quiero que se lo pasen bien, que se paren en las fotos, que hagan zoom, que busquen, si no siento que están perdiendo el tiempo”.
A lo largo de la conversación, menciona varias veces a sus amigos. Ellos fueron clave en la formación de su estudio y siguen formando parte indispensable de su equipo y de su proceso creativo. “Lo que más me inspira es divertirme y pasar un buen rato con mis amigos. A parte de eso, la verdad es que no me estimula mucho el diseño actual. La mayoría de las empresas tiene una manera muy anticuada y aburrida de enfocarlo. Creo que la moda consigue reflejar mejor el momento en el que vivimos”, explica. Con su grupo de amigos se le ocurrió precisamente la idea del tour europeo de este verano, algo así como un Interrail del diseño joven. Westman ya había montado alguna exposición en su piso de Estocolmo y estaba cansado de las típicas pop ups, o tiendas efímeras, que se montan temporalmente en distintas ciudades. Así que decidió replicar esa sensación hogareña alquilando y volcando todo su universo en apartamentos típicos de cada ciudad. “Si lo haces en el hogar de alguien, consigues que los clientes se sientan inmediatamente como en casa. Las pop ups se suelen montar en lugares sin alma por los que ya han pasado muchas marcas. Nosotros queríamos encontrar apartamentos que reflejasen la esencia de cada ciudad”.
En Madrid, por ejemplo, buscaban el típico piso antiguo del centro con cocina de adoquines y listones de madera en el resto de la casa. Al final escogió uno en la calle Leganitos y lo llenó hasta las trancas de todas sus piezas y utilizó la valija para servir fuet, jamón, tortilla, churros o paella. Inesperadamente, la comida encajaba a la perfección con sus platos, también pasó lo mismo con la cerveza de Berlín, los bitterballen de Amsterdam y los éclair de París. Es toda una paradoja: sus diseños desentonan en todas partes y justo por eso pueden encajar allá donde vayan. “Todos mis objetos son muy simples y muy fáciles de entender y creo que por eso se adaptan a cualquier situación, cultura, país u hogar”. Con esa máxima en mente, ha enfocado su colaboración con Ikea que, por primera vez, ha producido en serie sus piezas y las ha llevado a medio mundo.
La colección de mesa navideña ha corrido la misma suerte que sus pop ups: las piezas se agotaron a los pocos días. Pero, con el ritmo que lleva Westman, los fans no tienen de qué preocuparse. Si no consiguen algo de esta colección, ya lo harán en la siguiente y no será dentro de mucho. “Siempre tengo la mente en mil cosas. Me llevo el cuaderno a todas partes y en cualquier momento, en una cafetería, en la comida o incluso ahora que estoy muy liado, me pongo a dibujar”. Y lo hace, a pesar de todo, con la misma libertad infantil de cuando empezó. “Intento mantener esa energía en el estilo y en el proceso de diseñar siempre con humor. Aunque ahora ya no es tan fácil, hay muchas más preocupaciones y no siempre puedes hacer lo que te da la gana. Pero yo lo sigo intentando con todas las fuerzas”. Palabra de Gustaf Westman.
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