Ir al contenido
_
_
_
_

Superar el carisma y las muertes trágicas: en defensa de la obra de Patricia Gadea y Luis Claramunt

Las galerías Maisterravalbuena y Ehrhardt Flórez recuperan obras poco conocidas de dos gigantes heterodoxos del arte español

Patricia Gadea y Luis Claramunt
Ianko López

Cabe preguntarse si Van Gogh, Amedeo Modigliani o Frida Kahlo disfrutarían hoy del mismo predicamento de no ser por los tormentos físicos y emocionales por los que atravesaron en sus breves vidas, y que han demostrado un poder de fascinación inagotable sobre el público. También puede discutirse sobre si la biografía del artista puede llegar a deslucir la calidad intrínseca de su obra o si más bien, por ser la primera causa o motor de la segunda, ambas cosas son inseparables. En Apertura, el arranque de esta nueva temporada artística de las galerías de Madrid, dos de las salas más prestigiosas de la capital, Maisterravalbuena y Ehrhardt Flórez, inauguran sus primeras exposiciones de sendos creadores históricos y coetáneos, Patricia Gadea (Madrid, 1960-Palencia, 2006) y Luis Claramunt (Barcelona, 1951-Zarautz, 2000). Con ellos, estas cuestiones vuelven a cobrar vigencia, ya que ambos reúnen varios rasgos de lo que suele calificarse como “vidas turbulentas”, muy apreciadas por la historiografía, la prensa especializada y el mercado del arte: personalidades complejas, anécdotas coloridas, profusión de drogas y/o alcohol, muerte temprana, posterior redescubrimiento. Un reclamo que se superpone a su innegable relevancia artística.

La artista Patricia Gadea, en una imagen de archivo.

Pedro Maisterra, galerista de Maisterravalbuena, define así a Patricia Gadea: “Era impredecible, libre y por eso, incómoda. Eligió lo extremo como lugar propicio de su trabajo, y esa fue una elección valiente y consciente. Todo ello la convierte en una artista vigente y urgente”. La carrera de la pintora comenzó a finales de los años setenta, coincidiendo con los albores de la Movida, a la que inicialmente quedó asociada. Su figuración colorista, ecléctica y abigarrada, que unía referencias a la alta y la baja cultura y en ocasiones incorporaba personajes del cómic español al estilo de Mortadelo y Filemón o las hermanas Gilda, no parecía lejana al posmodernismo abrazado por el movimiento madrileño. Pero esta escena se le quedaba pequeña: gracias a una beca Fulbright, ella y su pareja, el también pintor Juan Ugalde, se trasladaron a mitad de la década de los ochenta a Nueva York, donde permanecieron hasta 1989. “Fue una experiencia muy potente, lo pasamos muy bien y a nivel aprendizaje fue impresionante vivir ese momento tan explosivo en la ciudad”, recuerda Ugalde en conversación telefónica. También, a su manera vitriólica, llevaron un trocito de ese vibrante Manhattan hasta Madrid: en 1985, ambos habían formado parte de una acción colectiva consistente en crear, en un pasaje subterráneo que daba al parque del Retiro, una supuesta galería de arte llamada “Mari Boom”, en alusión a la poderosísima galerista neoyorquina Mary Boone, en cuya nómina figuraban varias de las estrellas del momento, como Jean-Michel Basquiat o Julian Schnabel.

En esta línea, y a su regreso a España, Gadea y Ugalde se embarcaron junto a sus amigos, el también pintor Mariano Lozano y el poeta Dionisio Cañas, en el colectivo artístico Estrujenbank, que utilizaba diversos medios expresivos para canalizar un mensaje de sátira política y de crítica del sistema artístico. El grupo se disolvió en 1993, coincidiendo con la separación de la pareja Ugalde-Gadea. Ella continuó en solitario una fructífera producción que reflejaba sus propias inquietudes, centradas en cuestiones de género y políticas que en una de sus series más célebres canalizó a través de referencias al circo. Años más tarde, Gadea le diría a Dionisio Cañas en una entrevista que se publicó póstumamente en las páginas del diario ABC: “Tratar temas generales de índole masculina bajo un punto de vista masculino es una de las mayores ingenuidades y suele significar, para mí que soy mujer, que no se sabe dialogar con la mujer en sí, si no es con una postura de superioridad”. En 1999 se trasladó a vivir a Palencia para alejarse del ruido de la gran ciudad y poner remedio a su creciente dependencia de la heroína. Siguió pintando y sobrevivió dando clases, pero su situación era delicada. Finalmente, en 2006, Juan Ugalde encontró su cuerpo sin vida en su casa de Palencia: con tan solo 46 años, había fallecido como consecuencia de una sobredosis. En 2012, la galería madrileña García Galería (hoy desaparecida) le dedicó una exposición, y dos años después tomaba el relevo el museo Reina Sofía con Atomic-Circus, retrospectiva comisariada por Virginia Torrente.

Luis Claramunt, por su parte, provenía de un medio burgués e ilustrado de Barcelona -su madre era musicóloga, intérprete y profesora de piano, y su padre decorador- del que desde muy joven manifestó cierta urgencia por escapar. Así, abandonó los estudios de Filosofía en segundo curso para convertirse en pintor autodidacta. Empezó a exponer a principios de los años setenta, y para entonces ya había iniciado su camino vital que lo llevó a acercarse a la cultura gitana, con cuya idiosincrasia se identificaba, y cuyos signos externos adoptó: vestía siempre de negro, calzaba botines y lucía pelo abrillantado y gruesas patillas. “Eternamente despechugado aunque nevara”, lo describía el crítico Quico Rivas en un texto de 2001 para la revista Arte y parte que reproducía sus conversaciones con el propio artista, donde este narraba diversas anécdotas que contribuían a alimentar su leyenda. En el artículo intervenía la pareja de Claramunt, la también artista Teresa Lanceta (Premio Nacional de Artes Plásticas en 2023), quien contaba cómo una noche tuvo que ir a buscarlo a la comisaría de La Barceloneta porque había sido detenido “por montar en la moto de un amigo sin papeles y saltarse todos los semáforos del Paseo de Colón”. Abundando en esto, se ha escrito que Juan Marsé se basó en él para componer al protagonista de su novela de 1990 El amante bilingüe, ese Juan Marés mutado en el charnego Faneca como medio de deliberado desclasamiento social.

Luis Claramunt retratado en su estudio de la calle Montera de Madrid, hacia 1989.

Durante cinco años, Claramunt vivió en Sevilla (con frecuentes viajes a Marruecos junto Teresa Lanceta), donde en 1985 lo descubrió la galerista Juana de Aizpuru. A esta época se corresponde la selección que ahora presenta la galería Ehrhardt Flórez. Su obra, muy personal, llena de dinamismo y energía, manifestaba una atrayente promiscuidad entre figuración y abstracción que podía recordar a lo mejor de la pintura alemana del momento, algo que Aizpuru, buena conocedora de esa escena, tuvo que valorar. “Pero él siempre fue un artista al que cuesta asociar a movimientos y escuelas determinados”, apunta Pablo Flórez, director de Ehrhardt Flórez. En 1990 se asentó en Madrid, donde llevó una intensa actividad que combinaba el trabajo y la vida nocturna, sin mucho descanso entre ambas ocupaciones. Cuando en 2000 falleció en la casa de su hermana en Zarautz, con 49 años y a consecuencia de un cáncer, era uno de los pintores españoles más valorados de su generación. Entre las exposiciones que se le dedicaron después, destacan El viaje vertical, de 2012, en el MACBA de Barcelona (comisariada por Nuria Enguita), y Naufragis i tempestes, en la Fundación Vila Casas de la misma ciudad, una década más tarde.

Estas biografías encajan con el repertorio de la bohemia, cliché que lleva siglos operativo, y que a menudo eclipsa los valores estrictamente artísticos de sus protagonistas. En el caso de Claramunt, así parece sugerirlo Pablo Flórez cuando afirma: “Sin duda hay muchísima leyenda, misterio e interpretación alrededor de él como personaje. Y, efectivamente, en determinadas ocasiones, eso ha situado su pintura en un segundo plano, cuando esa pintura hablaba por sí misma. Él fue una figura finísima, alguien intelectualmente muy sofisticado, y un artista que reflexionó y analizó las cuestiones pictóricas con extremo detalle, como atestiguan sus conversaciones y textos”. En cuanto a Patricia Gadea, Juan Ugalde, que la recuerda como “una persona muy creativa, con muchísima energía, muy frágil pese a su aparente fortaleza”, valora ante todo su trabajo: “Una obra muy rotunda y muy rompedora para lo que era España en aquel momento. Creo que a mucha gente le va emocionar verla hoy en día, porque no se está haciendo nada parecido, con esa espontaneidad y esa potencia”.

Obra de Patricia Gadea incluida en la exposición que le dedica la galería Maisterravalbuena.

Por otro lado, al representar el legado de ambos artistas, tanto Maisterravalbuena como Ehrhardt Flórez parecen seguir una estrategia en boga entre las galerías internacionales, según la cual se acude a creadores de calidad del pasado reciente a los que devuelven a la actualidad desde nuevas perspectivas. “Es verdad que parece haber cierta tendencia por representar legados”, admite Pablo Flórez. “Pero creo que es una cuestión muy natural que refleja bien la actualidad del arte contemporáneo. Las galerías originales de muchos de esos artistas relevantes han desaparecido, por lo que se abre un nuevo espacio. Así que ahora es el turno de las nuevas galerías para plantear otra visión sobre esas figuras que han estado encapsuladas bajo una única mirada”. Pedro Maisterra añade: “Las galerías españolas tenemos la responsabilidad y el privilegio de volver a introducir el trabajo de artistas históricos españoles en el mercado internacional y dotarle de contextos y lecturas más amplias. De esta manera damos una visión más rica y compleja de nuestra escena actual”. De modo que también pueden interpretarse estas exposiciones como un simbólico traspaso de relevo intergeneracional entre galerías.

La muestra de Ehrhardt Flórez se centra en el inicio del periodo sevillano de Luis Claramunt, con una mayoría de obra realizada en 1985 -incluyendo pinturas, acuarelas y dibujos, además de distintos materiales documentales- en la que destaca la representación de los espacios urbanos. Mientras, la de Maisterravalbuena reúne pinturas y collages acometidos por Patricia Gadea entre los ochenta y los noventa, y da cuenta de un eclecticismo referencial que va desde Goya hasta el dadá o el pop. Más allá de los detalles biográficos ambos autores, es una buena noticia que el público actual tenga la oportunidad de conocer a dos pintores muy distintos entre sí, y también muy alejados de la narrativa habitual sobre los años de la movida y la post-movida durante los que se desarrolló gran parte de su producción. Y que además esto ocurra a través de galerías que destacan por exhibir sobre todo la obra de artistas contemporáneos de distintas generaciones.

“Tener la oportunidad de ver y disfrutar de una exposición de Gadea y otra de Claramunt al mismo tiempo y en la misma ciudad me parece maravilloso, y para los aficionados al arte contemporáneo resulta muy excitante”, afirma Pablo Flórez. “A nivel plástico, es importante poder construir nuevas situaciones en las que obras de los setenta y ochenta dialoguen con los trabajos más recientes de artistas mucho más jóvenes”. Pedro Maisterra concluye: “Ambas exposiciones contribuirán a resituar el arte en un espacio más libre donde caben el asombro y la sorpresa”. Y se refiere a las sensaciones generadas por los cuadros, no a lo que haya podido suceder fuera de ellos.

Patricia Gadea. ¡Bum! Galería Maisterravalbuena (Madrid). Del 11 de septiembre al 25 de octubre.

Luis Claramunt. Sevilla. Galería Ehrhardt Flórez. Madrid. Desde el 11 de septiembre.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Ianko López
Es gestor, redactor y crítico especializado en cultura y artes visuales, y también ha trabajado en el ámbito de la consultoría. Colabora habitualmente en diversos medios de comunicación escribiendo sobre arte, diseño, arquitectura y cultura.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_