Sarah Andelman, la tienda como arte: “Colette era como un McDonald’s, venía desde un señor con un loro a un grupo con uniforme de basurero”
La cofundadora de la extinta Colette ha desarrollado la Art Basel Shop: una colección de ‘souvenirs’ que recuerda mucho al mítico establecimiento parisiense
Sarah Andelman (París, 49 años) habla rápido mientras circula entre los expositores de la tienda de Art Basel, en el Grand Palais de París, y me muestra la colección de productos que ha desarrollado para esta elitista feria suiza convertida en superpotencia del sector. “Me encanta esta obra de Vuk Vidor”, dice frente a una edición de Art History, una lámina negra que enumera arquetipos del arte (Mondrian es dueño de la geometría; Hockney es dueño de California), y que está disponible para comprar entre percheros con sudaderas estampadas con eslóganes —Unlimited Emotion, Patriarchy=CO2—, bolsas de tela con la palabra Art bordada en gruesa tipografía, un monopatín de Cindy Sherman o un antifaz para dormir con los ojos de la cantante italiana Dalida pintados por la artista Nina Childress. Andelman ha sido llamada visionaria del shopping y la reina de las colaboraciones: esa idea un día rompedora y hoy ubicua que ha institucionalizado pintorescas asociaciones entre firmas de lujo y artistas urbanos, o entre marcas de skate y fabricantes de relojes suizos, y que ella poco menos que inventó durante los 20 años que estuvo al frente de la tienda parisiense que fundó con su madre, Colette.
Mil veces imitada, durante 20 años Colette fue una especie de barómetro cultural, un paraíso esnob, el sitio al que se peregrinaba para encontrar lo último en libros, discos y moda o, si uno contaba con presupuesto mínimo, llevarse una goma de borrar japonesa o el clásico despertador Braun. ¡Incluso había un bar de aguas! Desde Kiehl’s hasta KAWS, pasando por Pharrell o Thom Browne, muchos de los nombres que Colette introdujo han saltado a la primera división. Y Andelman sigue siendo una gurú.
Este parece ser el lugar de mayor éxito de la feria. ¿Por qué nos gustan tanto los souvenirs? Estar aquí, en el Grand Palais, captura un momento que quieres llevarte a casa, porque igual no puedes permitirte el cuadro que te gusta, pero muchos artistas también hacen ediciones. Desde un pequeño recuerdo hasta un skate de Jeff Koons firmado por él… Es memorabilia que, en algunos casos, se revalorizará.
Hay mensajes reivindicativos en algunas colaboraciones. ¿Cree que el arte todavía puede ser político? Si piensas en todos los países que no tienen libertad de expresión, te das cuenta de que sí. Mira Ai Weiwei. Para mí, incluso había cosas problemáticas, como el póster de Francia ardiendo. Justo el presidente estuvo aquí esta mañana.
¿Qué pensó cuando Pharrell Williams, tan cercano a usted, fuera elegido para liderar el hombre de Vuitton? ¿No le parece que el mundo de la moda se ha convertido en Colette? ¡Ja, ja, ja! Posiblemente hayamos contribuido a la mezcla entre moda, streetwear y jóvenes creadores que hoy se ha normalizado. A veces me siento mal, porque yo era la primera que entraba en un showroom y, si la colección era mínimamente parecida a lo anterior, les decía: “Lo siento mucho, quiero algo nuevo, algo fresco”. Ahora me hace sentir culpable. Pero estoy muy contenta por Pharrell, para mí es uno de esos genios que hacen todo bien.
¿Por qué cerraron la tienda? Fue en 2017, después de 20 años de no parar, de cambiar la tienda semanalmente. Mi madre se quería jubilar y yo no quería hacer la tienda sin ella. De modo que preferimos parar cuando todo iba bien. Ahora las marcas tienen sus tiendas propias. Las cosas han cambiado mucho, y menos mal que tomamos la decisión antes de los chalecos amarillos, y antes del covid. No sé cómo habríamos gestionado esa situación. Tuvimos el instinto de cerrar en el momento adecuado. Yo fundé inmediatamente después mi agencia, Just An Idea, que de algún modo continúa lo que hacíamos: mezclo diseño, comida y arte, y a veces experiencias en tienda. Me hace ilusión retomar nuestra misión. Aunque ahora trabajo incluso más…
Sigue moviéndose por instinto. Sí, lo cual no siempre es fácil para el equipo de Art Basel, que necesita algo un poco más organizado, pero creo en los cambios de última hora, en la espontaneidad. En coger un poquito de cada sitio.
Ahora publica libros. Solo ediciones limitadas de artistas o creativos que me encantan… Son cosas tangibles, que puedes conservar. Porque en mis proyectos, cuando has terminado, has terminado, pero los libros permanecen.
Una vez Karl Lagerfeld me quitó unos calcetines en Colette. Los vio en la caja antes de que me los cobraran y se los llevó. Monsieur Lagerfeld venía cada sábado y compraba sus propias cosas: gafas de Karl Lagerfeld o muñecos Tokidoki con su efigie. Su curiosidad era contagiosa: compraba todos los discos, los libros, todas las revistas, no sé de dónde sacaba el tiempo para verlo todo. A la tienda venía una mezcla increíble. De repente, alguien con un loro en el hombro, o un grupo con uniforme de basurero. Era un poco como McDonald’s, pero me encantaba.
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