“En España no hemos valorado a nuestros diseñadores como se merecían”: los nuevos anticuarios rescatan el mobiliario del siglo XX
Una nave de Vallecas (Madrid) o una galería en Vilanova i la Geltrú (Barcelona) son algunos de los puntos donde uno puede encontrar piezas firmadas por Aalto, Milá o Coderch
Hace algunos años, en los ratos libres que le dejaban sus estudios de arquitectura, Santi Pelayo se aficionó a la caza de gangas en las casas de subastas del norte de Europa. Buscaba muebles, piezas representativas del diseño del siglo XX en las que palpar la genialidad de maestros como los que estudiaba en la carrera. Un día ganó un par de sillas de Hans Wegner en una subasta danesa. “Las conseguí baratísimas, pero cuando me dijeron lo que iban a cobrarme por enviármelas a Madrid me di cuenta de que había sido bastante ingenuo”, explica por teléfono. “Al final decidí hacer una compra más grande, alquilar una furgoneta y traérmelo todo por mi cuenta para luego vender algunas cosas. Un amigo se animó a acompañarme: de camino a Dinamarca aprovechamos para visitar a los amigos que se habían tenido que marchar a trabajar fuera, a Francia o Alemania”.
A la vuelta del viaje su cargamento de lámparas de Louis Poulsen y demás piezas emblemáticas del mobiliario moderno danés se convirtió en el stock fundacional de AoC.design, la tienda de muebles originales de las grandes figuras del diseño con la que, en 2017, transformó su pasatiempo en un trabajo. Hoy su negocio marcha de maravilla. Radicada en una nave de Vallecas con fluorescentes y baldosas de terrazo (un cliente la describe con la versión design de Sala de los Menesteres de Harry Potter), AoC.design se ha beneficiado en los últimos años de la creciente demanda que tiene este tipo de antigüedades modernas, aunque al mismo tiempo el consecuente aumento de los precios le ha dificultado mantener su filosofía empresarial: que aquellos que al igual que él disfrutan la compañía de los diseños de Alvar Aalto o Arne Jacobsen puedan comprarlos a un precio lo más ajustado posible al original. “De haberlo sabido me habría llevado un camión a Dinamarca. El boom del diseño nórdico ha disparado los precios y por los muebles que compré en aquella ocasión ahora piden tres o cuatro veces más”.
Este tirón de los clásicos del siglo XX se ha notado también en la demanda de piezas de aquellos españoles que, en los años cincuenta y sesenta, e inspirados a menudo en los maestros escandinavos, introdujeron el diseño moderno en España. Sobre todo en Barcelona han ido apareciendo galerías especializadas en ese periodo. Una de ellas es Fenix Originals, fundada en 2020 para nutrir el interés por los muebles de autores como Jordi Vilanova, un apóstol del gusto moderno entre nuestros abuelos que hasta ahora permanecía en el olvido. “Esto no es Italia, aquí no hemos valorado a nuestros diseñadores como merecían”, considera Carles Pibernat, fundador de Fenix Originals. “Mira si no lo que pasaba hasta hace poco con Miguel Milá. En Cataluña ha gustado siempre, pero sus piezas estaban tan asimiladas y vividas, veíamos tantas cosas suyas hasta en las porterías, que no se nos había ocurrido que hubiera que dedicarle una gran exposición como la que ha habido este año en Madrid”.
Pibernat añade que en general ha faltado explicar y contextualizar estos muebles, presentándolos con los datos necesarios para comprender su valor. Lo malo es que, ahora que eso se ha empezado a conseguir, su trabajo se ha vuelto más difícil: algunos mercadillos han empezado a fiscalizar sus piezas más recientes incluyendo en sus equipos a expertos en el siglo XX, y lejos quedan ya los tiempos de Wallapop en los que uno podía encontrar una lampará de Milá por 5 euros. “A los anticuarios que hasta hace nada nos vendían barato todo lo moderno para quitárselo de encima ahora son los muebles que más les interesan. Se han dado cuenta de que es donde está el negocio”.
Las sillas y mesas de Barba Corsini, las de Joaquim Belsa o la lámpara Disa de Josep Antoni Coderch son algunas de las piezas que según Carles Pibernat más trabajo cuesta encontrar hoy en día en su versión original, y las que más codician sus clientes: directores de arte que las alquilan para producciones; interioristas que las compran para sus proyectos; o mitómanos como él que desean rodearse de las emanaciones de una época en la que, según creen, el diseño llegó a su cumbre. “Es como si todo el buen diseño se hubiera agotado en esos años. Los muebles que se hicieron entonces son la base de todo lo bueno que se hace ahora y de todo lo que se seguirá haciendo”.
También el mobiliario de los años ochenta y noventa está revalorizándose. Entre los primeros en darse cuenta de que el gusto por este tipo de reliquias modernas había empezado a rebasar la época mid-century están el diseñador gráfico Oriol Hurtado y la restauradora de arte Lucía Sánchez, fundadores en 2016 de Passeu-Passeu, una galería en Vilanova i la Geltrú (Barcelona) especializada en esa coda del diseño del siglo XX que fue el posmodernismo. Su fuerte son los muebles que editaron en los años setenta y ochenta firmas como la barcelonesa Disform, una de las preferidas de Oriol Hurtado, quien recuerda que fue la editora que apostó por Philippe Starck cuando este era casi un desconocido.
“Ahora por una silla Wendy Wright de Starck te piden un dineral. De primeras, los muebles de los años ochenta pueden parecer difíciles y entenderse peor que los de mediados de siglo, pero cada vez están mejor valorados”, afirma Oriol Hurtado. Y añade que, al fin y al cabo, corrientes como el minimalismo o lo industrial que han seguido coleando en nuestro siglo se popularizaron con muebles de esa época.
Fueron también los años en los que autores como Javier Mariscal, el grupo Memphis, o Studio Alchimia ensancharon ese espacio intermedio entre el arte y el diseño en el que hoy muchos otros siguen trabajando. En esta difusa frontera les gusta moverse a Yaya Ni y Aleix Martín, fundadores hace seis años de Yaya Vintage, otra de las galerías jóvenes de Barcelona que han apostado por los posmodernos. Su negocio comenzó con el pedido de cuatro sillas Gaulino de Oscar Tusquets (diseñadas en 1987 con Gaudí y Carlo Mollino como inspiración) que les hizo un cliente de China a raíz de que una revista de este país publicara un reportaje sobre su casa, decorada por la pareja con el tipo de clásicos como los que ahora venden a sus clientes: taburetes de Ivan Loss, sillas de Bořek Šípek, y otros muebles en los que la función doméstica roza la escultórica.
Aleix Martín explica que algunas de estas piezas se han seguido fabricando o se reeditan cuando vuelven a estar de moda. No importa, porque para sus clientes las ediciones originales de estos muebles son tan preciosas como una figurita de Meissen para un loco de las porcelanas. “Las reediciones son importantes para que un mueble no desaparezca, pero con los pequeños cambios que van haciéndose luego se empiezan a perder algunas de las características con las que fue creado, que es algo que a los aficionados nos gusta poder examinar”.
Pero son las piezas descatalogadas las que dan la mejor medida de la importancia del trabajo de estos galeristas. Al ponerlos de nuevo en circulación, muebles de diseñadores laureados en la Triennale que acabaron cubiertos de viejas sábanas en desvanes y trasteros regresan a manos cálidas y seguras, y golpes de genio que se habían apagado en los archivos de editoras quebradas recobran su ímpetu.
Además, entre estos muebles olvidados muchos aún siguen vendiéndose barato, lo que facilita a galeristas como Santi Pelayo mantener precios razonables para unos clientes cuyo interés en el diseño va más allá de los hits. “Ese desfase tan grande que hay entre los precios que tenían en su origen algunos y los que alcanzan tras haber pasado por el circuito de las galerías caras, los interioristas, y los medios se debe más a las modas que a una verdadera afición al diseño”, señala el dueño de AoC.design. Y como ejemplos de piezas relevantes pero poco populares que aún se pueden conseguir a buen precio nombra algunas de las lámparas que la editora italiana Artemide lanzó (y luego descatalogó) en los años ochenta o el sofá que diseñó en esa época Vico Magistretti para Cassina, el sofá Sinbad, llamado así por la alfombra “mágica” que cubre su estructura. “A mí es un sofá que me fascina, pero ahora casi nadie le da valor y en las subastas suele salir barato”.
La gran duda es si nuestro siglo está produciendo muebles que vayan a generar tanto entusiasmo en el futuro. En el sector impera el desencanto con las novedades que temporada tras temporada presentan las grandes editoras que marcaron el estilo del siglo pasado, pero quizá solo haya que buscar en otra parte. “Creo que habrá un cambio de tendencia. En vez del catálogo de esos fabricantes se valorará el de talleres pequeños que están apostando por diseños tan creativos como los de antes, pero vintage siempre va haber”, considera Aleix Martín. O puede que sencillamente aún sea demasiado pronto para contemplar nuestro mundo con los ojos de un anticuario. “Ha ocurrido con el sofá Togo [un bestseller de los setenta cuyos originales ahora son muy codiciados] y volverá a suceder con cosas que ahora no tenemos la capacidad de ver como harán otros luego”, señala Pelayo. “El tiempo pasará y entonces se sabrá cuáles fueron los diseños que hicieron época”.
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