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Muere Gaetano Pesce, el diseñador de muebles más radical del siglo XX

El italiano, fallecido a los 84 años en Nueva York, irrumpió en los años sesenta con piezas de vocación política y materiales alérgicos a la estandarización del lujo

El diseñador italiano Gaetano Pesce, retratado en Milán en 2005.
El diseñador italiano Gaetano Pesce, retratado en Milán en 2005.Mondadori Portfolio (Mondadori via Getty Images)
Carlos Primo

El diseñador y arquitecto italiano Gaetano Pesce ha fallecido a los 84 años en su casa de Nueva York. Así lo ha anunciado a primera hora del jueves una escueta nota difundida en las redes sociales de su estudio de diseño, que desde 1983 tenía su sede en la ciudad estadounidense. Desde sus primeros proyectos en los años sesenta hasta sus últimos años, Pesce supo ser un nombre consagrado del diseño y un verso suelto en la industria; un creador transgresor que hablaba de política y que creía en el potencial transformador del diseño, y también el artífice de piezas de éxito que siguen reeditándose décadas después de su lanzamiento.

Pesce, que era solo cuatro años más joven que Mario Bellini o Tobia Scarpa, formó parte de una generación de diseñadores que supieron introducir experimentación y lecturas conceptuales en una industria, la del diseño italiano de mobiliario, que vivía un momento de expansión comercial y creativa gracias a la alianza entre empresas innovadoras y nuevos creativos. En 1969 creó para B&B Italia (entonces C&B) la colección Up, un conjunto de asientos que exploraban el empleo del poliestireno expandido, un material que transformaría la industria del mueble para siempre. Sus butacas aprovechaban el potencial escultórico de este material. Cuando lo presentó en el Salone del Mobile, el público pudo ver como un paquete plano, empaquetado al vacío, adquiría forma lentamente al expandirse al contacto con el aire. La pieza más conocida, un voluptuoso sillón orejero con un puf redondo, evocaba las curvas del cuerpo femenino. Concebida como un homenaje a la mujer –no exento de polémica– y reeditada en varias ocasiones a lo largo de las décadas, hoy sigue siendo una de las piezas más emblemáticas de la firma, y tal vez la más conocida de Pesce.

Esta posición intermedia entre la industria y el arte, entre lo útil y lo político, quedó patente en su participación en la exposición Italy: The New Domestic Language, comisariada en 1972 en el MoMA de Nueva York por Emilio Ambasz. En aquella muestra colectiva, que consagró el auge internacional del diseño radical italiano, Pesce creó una instalación inmersiva que se trasladaba al tercer milenio para imaginar un yacimiento arqueológico que diera fe de la “Era de las Grandes Contaminaciones”, que era la suya.

Estudio para la butaca Donna y el puf que la encadena, de la serie Up.
Estudio para la butaca Donna y el puf que la encadena, de la serie Up.Estudio Gaetano Pesce

Pesce rechazaba el espíritu historicista de la generación que le sucedió, la del diseño posmoderno; para él, el diseño debía proyectarse al futuro a la mirada crítica sobre el presente. Alérgico a la idea del lujo estandarizado, supo encontrar usos y texturas inéditas en el plástico, la resina, el PVC o el poliestireno. Célebre es su silla Feltri (1987), producida por Cassina y consistente en un majestuoso asiento de fieltro que se mantiene erguido gracias a la resina. Ya había ensayado este procedimiento en su radical silla Golgotha (1972-73), donde el mismo método –empapar tejido en resina de poliuretano, modelarlo en forma de mueble y dejarlo solidificar– sirvió para generar un asiento que se sostenía sin armazón ni estructura interna. En una industria obsesionada con la perfección y la fabricación en serie, Pesce invertía las enseñanzas del arte povera para crear lujosos muebles con materiales aparentemente precarios, de aspecto imperfecto o provisional. Daba forma al poliuretano con moldes, pero lo dejaba secarse al aire para que adquiera pequeñas burbujas de aire e imperfecciones. Era un diseñador que buscaba “diferencias, disimilitudes, pequeñas verdades escondidas”, como escribió Davide Rampello, presidente de la Triennale di Milano, cuando el museo le dedicó una retrospectiva en 2005. “En los errores de la producción industrial, Gaetano Pesce sabe cómo ver el valor de lo imprevisible, el destello de la inteligencia. Sabe maravillarse ante los errores”. El catálogo de aquella muestra daba ejemplo de esa voluntad: su cubierta era una suerte de aglomerado de fibra de coco destinado a deshacerse con el tiempo.

Con los años, tras su establecimiento en Nueva York, Pesce retomó su faceta como arquitecto, con proyectos como un edificio orgánico en Osaka cuya fachada incorporaba un jardín vertical controlado informáticamente. También se entregó con entusiasmo a la docencia: dio clases en Francia, Italia, China, Brasil o Nueva York, donde había instalado su estudio tras vivir en Venecia, Londres, Helsinki y París. Desde allí forjó, hasta sus últimos meses, piezas experimentales y comerciales: jarrones con aspecto gelatinoso, muebles que parecían derretirse y composiciones coloridas como la que elaboró en 2022 para un desfile de Bottega Veneta, donde los invitados se sentaban en variaciones únicas de sus célebres sillas de resina.

Gaetano Pesce
La obra de Gaetano Pesce, ‘Double Heart’ (2022), delante del Louvre, en París.Marc Domage/Art Basel

Habitual en los foros del diseño internacional, y un nombre consagrado cuyo legado ha sido reivindicado ya en el siglo XXI por una nueva generación de diseñadores a medio camino entre lo artístico y lo funcional, Pesce siempre fue por libre: un italiano que no vivía en Italia y que tan pronto ideaba poéticas piezas lúdicas –como su sofá inspirado en el skyline de Nueva York– como proyectos de interiores decorados con lo que parecían vísceras sanguinolentas (Architettura Represiva, 1973). Durante la semana del diseño de 2019, con motivo del 50º aniversario de esta pieza de su serie Up, creó una polémica versión a gran escala de aquella butaca ante el Duomo de Milán; sin embargo, en esa ocasión las formas redondeadas estaban acribilladas por numerosos alfileres, en una denuncia explícita de la violencia contra las mujeres en el patriarcado.

La crítica de la violencia estaba en su obra desde el principio; incluso antes de sus primeros proyectos de mobiliario, su temprana obra, Pièce per una fucilazione (1967), era una performance que recreaba, en espacio cubierto de plástico blanco, el fusilamiento de un hombre. Cuando se representó en el Teatro Popolare di Padua, durante 27 minutos, 500 litros de pintura templada, a modo de sangre del ajusticiado, acabaron inundando el espacio y manchando los zapatos de los asistentes. A Pesce le interesaba provocar y ser comprendido. Así lo declaró a ICON Design en una entrevista concedida en 2017 en su estudio de Nueva York. “No quiero llegar a todo el mundo. Soy para unos pocos, que igual entienden lo que digo. Estoy en contra de la religión, de la ideología, de la corrección política. Si fuera politicamente correcto haría unas mesas muy bien hechas que expondría en un showroom precioso. O cualquier bobada de ese tipo”.

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Sobre la firma

Carlos Primo
Redactor de ICON y ICON Design, donde coordina la redacción de moda, belleza y diseño. Escribe sobre cultura y estilo en EL PAÍS. Es Licenciado y Doctor en Periodismo por la UCM
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