El Chico y Arniches 26: una nueva forma de galerismo para ver, escuchar y comprar arte
En Madrid, muy cerca del museo Reina Sofía, La Casa Encendida y las galerías de arte más asentadas de la calle Doctor Fourquet, se han inaugurado dos lugares gestionados por jóvenes con tanta voluntad de aportar ideas propias como de aprender de esta experiencia
Hay muchas maneras de hacer una misma cosa y nada impide que convivan. Por ejemplo, en Madrid, muy cerca del museo Reina Sofía, de La Casa Encendida y de las galerías de arte más asentadas de la calle Doctor Fourquet, acaban de inaugurarse dos lugares para ver y comprar arte gestionados por jóvenes con otros puntos de vista y tanta voluntad de aportar ideas propias como de aprender de esta experiencia.
Javier Aparicio (Ciudad de México, 1985) acumula ya un largo recorrido en el arte contemporáneo, porque a él se dedica desde que tenía 17 años. Primero como asistente de artistas y después como comisario independiente, gestor y empleado de galería. Actualmente trabaja en la consultora de arte estadounidense KCM Fine Arts, una labor que antes de la pandemia le obligaba a viajar el 80% de su tiempo, y que hoy realiza básicamente desde su casa en Madrid. Esto le ha permitido ponerse al frente de El Chico, el espacio que acaba de abrir en un antiguo taller de broncista junto a la Puerta de Toledo. Del negocio original mantiene el suelo de terrazo -algo ajado en algunas partes- y la austeridad ornamental.
Tomó la decisión el pasado octubre, al enterarse por su propietaria, la arquitecta Amaya Pérez Gandarias, de que le quedaba un local libre: “Charlamos sobre su deseo de abrir espacios para intercambios culturales y me dije, va, vamos a hacerlo. Y con su apoyo, y el de amigos y familia, pusimos una fecha para empezar a rodar”.
Esa fecha fue el pasado 29 de enero, y desde entonces ha expuesto la obra de artistas como Juan de Sande, Silvia Olabarría y Guillermo Martín Bermejo, que tienen en común ser españoles, encontrarse en un punto de media carrera y haberse ganado el reconocimiento de la escena artística, aunque últimamente no estén en la cresta de la ola del sistema más o menos oficial de nuestro país. Pero también comparten una cierta cercanía emocional con Javier. “A todos los conozco desde antes de llegar a España y han sido instrumentales en mi educación no académica. Además me han llevado a otra generación de artistas con la que también voy a trabajar. Por ejemplo, Guillermo me descubrió a los sevillanos Abel García y Pepe Domínguez, que son más jóvenes que yo. De ellos es la exposición que acabo de inaugurar”.
Su proyecto no se limita a un lugar en el que ver arte, también permite escucharlo. El Chico cuenta con un podcast en el que Javier habla con sus artistas y otros agentes culturales sobre cuestiones relativas a su trabajo pero también al estado general del arte. “El podcast y el espacio son totalmente complementarios: los episodios del podcast surgen de lo que sucede en el sitio físico, pero a la vez realizaremos exposiciones a partir de las investigaciones que se deriven de estas conversaciones”.
Las obras expuestas en El Chico están a la venta, así que a primera vista nada lo distinguiría de una galería de arte. Y, sin embargo, Javier está convencido de no haber puesto una galería, precisamente por su experiencia previa en el sector: “Es que sé lo que es construir una galería desde cero”, alega. “Hay algo en mi proceso que me tira más hacia lo modesto que hacia lo ambicioso. No puedo pretender tener una galería cuando mis medios económicos y físicos no son suficientes como para constituir la infraestructura que eso requiere. Pero en este momento no me preocupa la etiqueta, sino el contenido”.
A cinco minutos escasos a pie queda Arniches 26, otro espacio que acaba de abrir sus puertas. Aquí los medios no parecen más holgados, pero sus artífices no sienten reparos en llamarse galeristas. Es más, el arquitecto Ricardo Pernas (Zamora, 1989) y el historiador del arte Marcos Rioja (Madrid, 1993) pretenden contribuir a la renovación del sector desde dentro. “No sé si podemos aportar algo realmente distinto al resto, pero sí tenemos claro que venimos a refrescar el panorama con nuestras ganas y nuestro criterio personal”, anuncia Marcos, cuyo currículum incluye un desempeño en la también madrileña Gärna Art Gallery. “Queremos ofrecer un plan alternativo al público madrileño, convertirnos en su galería de referencia y generar nuevos vínculos y debates interesantes”. Para conseguirlo cambiarán de exposición cada dos semanas, un ritmo vertiginoso con el que ni las galerías más dinámicas soñaban hasta ahora.
Ricardo no percibe esto como una complicación, más bien al contrario: “Ese ritmo impone una implicación personal que me resulta super estimulante, y eso se refleja en el resultado. En cada exposición aprendemos algo nuevo que va definiendo lo que queremos ser. Por ejemplo, en la exposición Crudo disfrutamos mucho transformando el espacio, algo que queremos que nos acompañe a partir de ahora. Creo que esa fuerza y esa energía es lo que nos diferencia”.
En Arniches 26 comercializan obras de autores emergentes con un rango de precios que oscila entre los 300 y los 3.000 euros, decididamente por debajo de lo que suele encontrarse en una galería convencional. Aún menos ortodoxa es su apuesta por unir arte y diseño en una misma muestra, aunque los creadores con los que trabajan –Ignacio Klindworth o el dúo Todo To Do, por ejemplo- se mueven a menudo en un territorio liminal entre ambas disciplinas. Consideran que lo más importante es que el artista se implique tanto como ellos. “Cuando expusimos la obra del pintor Jesús Crespo, que cree en nuestro proyecto y estaba igual de emocionado que nosotros, nos pareció una gozada”. Tras cerrar esta exposición, hoy inauguran Qué bien se ve los toros desde la barrera, con dibujos a tinta, lápiz y trazos de café del joven artista Andreas von Plotho.
Marcos y Ricardo consideran que Arniches 26 se distingue de su vecino en el enfoque –”nuestro fin último es vender, y El Chico está más dirigido a la divulgación e investigación”–, pero les une su interés de ofrecer al público algo nuevo y dar visibilidad a artistas que hasta ahora no la tenían. “Somos personas distintas y por eso hacemos cosas distintas”, añade Javier. “Pero estamos más centrados en encontrar puntos comunes que diferencias”.
Desde que se conocieron por un amigo común, el artista Terry Craven (que expone en Arniches 26), no han parado de intercambiar visitas y experiencias. Puede decirse que conforman una pequeña comunidad, como un microsistema dentro del sistema general del mercado del arte. En este sentido, Javier aporta una visión crítica respecto al modelo de las grandes ferias de arte como ARCO, que han quedado especialmente tocadas por la pandemia: “Todos decimos que son muchísimas, que son carísimas, que son ecológicamente insostenibles, etcétera, pero también creo que el problema no tiene que ver solo con la feria, sino con un sistema de lo transaccional en el arte que está inflado. En fin, que hay muchas cosas alternativas por hacer”.
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