Alex Warren, el inesperado número uno cristiano que pasó de dormir en la calle a triunfar en las listas musicales
Con una infancia marcada por la muerte de su padre y el alcoholismo de su madre, el cantante californiano y estrella de TikTok ha hecho de su tema ‘Ordinary’ todo un éxito polémico por su mezcla de erotismo y fe


La historia de Alex Warren tiene muchos de los ingredientes que conforman la esencia de Estados Unidos en este siglo XXI, con sus toques de lógica modernidad: una familia desestructurada, una vida en la calle, una fama temprana en las redes, armas, YouTube, TikTok, country, cristianismo, sexo y éxito musical. Para tener 24 años, ha vivido más vidas que muchos otros. Y, para su propia sorpresa, ha salido más que victorioso, convertido en uno de los cantautores del momento, especialmente con su poderoso tema Ordinary.
Warren se ha colado, por sorpresa, en todas las listas de éxitos: 30 semanas en el Billboard Hot 100 (de ellas, 10 en el número 1) y como uno de los artistas más escuchados del año en Spotify, con premios como el de mejor nuevo artista en los recientes MTV VMA y con una gira de conciertos por medio mundo con entradas que agota en cuanto salen a la venta, mal que le pese: se lamenta de ello, afirmando que eso significa que mucha gente que quiere se queda sin verle. Una forma de pensar diferente para un tipo que se sale del carril.
Porque aunque Alexander Warren Hughes se crio en la demócrata California, no es el prototipo clásico del liberal Estado. Nació en Carlsbad, una localidad del sur, cerca de San Diego, conocida por su buen clima, sus campos de fresas y de golf y por tener un parque de atracciones de Lego. Aunque no parece que su familia lo frecuentara demasiado. Los cuatro hermanos Warren, criados en la fe cristiana y escuchando góspel en casa, preferían montar sus pequeños shows de música en casa los domingos para animar a su padre, enfermo de cáncer de riñón. Conocedor de su mal pronóstico y para que tuvieran buenos recuerdos, el patriarca grababa a sus hijos, algo que se quedó en Alex, que finalmente perdió a su padre cuando apenas tenía nueve años. Los pequeños se quedaron a cargo de su madre, alcohólica.
Ahí, Alex encontró refugio en la música. “Desde niño, cuando mi padre me compró mi primera guitarra, quise ser cantante”, relataba en una entrevista en Variety. “Curiosamente, no empecé a componer hasta que él falleció. La música se convirtió en una vía de escape para procesar mi trauma”. Con la música como guía, siguió cosechando recuerdos. No siempre positivos: una fallida sesión de tiro con el padre de un amigo le plantó una bala en el pulmón. Con 11 años supo que un vecino tenía una cámara web y empezó a trastear con YouTube, cuando la plataforma no daba un centavo, solo por diversión: se iba a su casa, contaba cosas y las subía, sin más.

Ese fue el germen de lo que vino después. Con 17 años, su madre le echó de casa; acabaría muriendo cuatro años después, en octubre de 2021. Él tuvo que vivir en casas de amigos y en su coche. Y siempre siguió subiendo contenido. La vida fue tomando forma: en ese coche empezó a vivir con su entonces novia y hoy esposa, Kouvr Annon, también de profundas raíces cristianas, y a escribir y subir canciones a Vine, YouTube y a aquel TikTok primitivo. Por ello conoció a más creadores de contenido, y entre varios fundaron lo que llamaron la Hype House. Ese nuevo hogar, una mansión alquilada en Los Ángeles en 2019, albergó a creadores de contenido como las hermanas D’Amelio, Addison Rae, Thomas Petrou o Chase Hudson, además de a Warren y Annon. El alcance de su contenido fue tal que incluso Netflix lanzó una serie homónima sobre ella, Hype House, en 2022.
De aquel periodo, Warren sacó una enorme base de seguidores en TikTok y un buen puñado de amigos, como Rae, con la que sigue teniendo buena relación, y un sitio al que pertenecer. En esa entrevista con Variety afirmaba que fue su “universidad, pero para las redes sociales, para aprender a crear contenido que resuene en el público y le cautive; además, no tener hogar era una gran motivación”. En otra charla con la revista musical Hits afirmaba que allí se encontró a sí mismo, se definió: “Descubrí quién era, y que tenía una historia que contar que quizá ayudara a la gente”. La historia del chaval cristiano de veintipocos que vivía en la calle y prefería una Coca-Cola Light a tomar alcohol —afirma emborracharse una vez al año, con su amigo Ed Sheeran— creó fascinación.

Para cuando llegó la serie, Warren superaba los 10 millones de seguidores en TikTok y los tres millones de suscriptores en YouTube, gracias, sobre todo, a sus canciones. Siguió escribiendo y colgándolas, imparable. Y entonces llegó el golpe de gracia: la discográfica Atlantic Records se fijó en él. Y él en ellos: le encantó que no le dijeran que su música era perfecta, como tantos otros le peloteaban, sino que era muy buena, pero mejorable. Firmaron juntos y el resto es material para las listas de éxitos.
Sus canciones en redes empezaron a tener más alcance, con un par de triunfos como Eternity y Carry You Home, que escribió para su boda (en verano de 2024) con Annon, con esos guiños country modernos que tan de moda se están poniendo entre los cantantes estadounidenses de nueva generación. En el último año ha sacado dos álbumes, pero sobre todo una canción que se ha convertido en un enorme éxito: Ordinary. No sin su propia polémica. Escrita por Warren y tres colegas en diciembre de 2024, el artista notó de inmediato su potencial y la quiso lanzar enseguida, el pasado mes de febrero. Trata de su relación con su esposa, a la que conoció con 18 años. “Creo que hoy en día es raro encontrar el amor verdadero, con teléfonos y redes sociales y todo eso. Así que escribimos Ordinary, que es sobre enamorarse, pero dimos con algo muy loco”, afirma sobre su éxito, que acaba de superar los 1.000 millones de escuchas en Spotify.
“Con Ordinary, tratamos de dibujar el amor de un modo guay e interesante”, explica, en referencia a su compositora habitual, la también cantante Mags Duval: “Mags y yo somos cristianos, e intentamos traer a dios y referencias bíblicas en nuestras canciones”. Pero la canción no es mojigata, precisamente, sino que mezcla el erotismo con la religión, con frases como “Me tienes besando el suelo de tu santuario / Señor, destrózame con tu toque y vuelve a convertirme en polvo”. “Me han criticado un montón por eso”, reconocía en una charla con Los Angeles Times, preguntado sobre si esa sexualidad rozaba el sacrilegio. “Todo el mundo puede escribir una canción que diga ‘Oh, nena, eres mi todo’, o ‘Eres mi mundo”, afirmaba. “Quiero mucho a mi esposa y tengo una relación con dios, son cosas que puedo comparar”.
Y eso que su relación con la fe es “compleja”, dice, porque tras la muerte de su padre se preguntó los motivos de esa pérdida. “Tras ver a mi madre alcoholizarse hasta morir, volví a cuestionarme todo de nuevo”, relataba en Variety. “Pero según ha pasado el tiempo, he visto que esas cosas difíciles me han traído hasta aquí, sin ellas no habría encontrado a mi esposa ni tendría una carrera”, reflexionaba, afirmando que la tragedia le ha hecho apreciar la vida, y ver que no todo en ella se puede elegir.
De ahí que la fe cristiana sea el germen de Ordinary, aunque sabe que no siempre gusta. Ha conocido a cristianos criticándole por ella, y también a no cristianos pensando que es una canción de dios y, por ello, censurándole también. “Tengo que aceptar que ambas partes me odien”, asume sin dobleces.
Lo que está claro es que el tema ha recibido más aceptación que rechazo. En los premios de la Música Americana, los AMA, la interpretó espectacularmente junto a un coro de góspel. En los VMA, volvió a conquistar el escenario. Es amigo de Benson Boone, toca en bares con su adorado Ed Sheeran, colabora con la superestrella coreana Rosé. Ya no vive en un coche, ni necesita seguir subiendo contenido incansablemente a redes, pero asegura que todavía le encanta colgar vídeos en TikTok y la promoción musical, los datos, la analítica. “No acabé el instituto, pero estoy obsesionado con los algoritmos”, reconocía en Hits.
Por eso, le sigue ilusionando cuando le recuerdan sus orígenes, cuando le paran para decirle: “Oye, yo te seguía desde el principio, cuando vivías en tu coche”. “Es especial cuando les conozco. Esa gente me sacó de vivir en la calle. Saben por lo que he pasado”, asegura. Su madre nunca paró de decirle que no valía —“Que no era suficiente, que no sabía cantar, que me callara”, ha reconocido que le soltaba—. Pero millones de personas anónimas le lanzaron a la fama global. ¿Y ahora? Confiesa que ni él mismo lo sabe. Solo, como explicaba en una entrevista con The Hollywood Reporter, que quiere seguir sacando música, crecer con sus canciones: “En cinco años, solo espero no ser un pedazo de mierda”.
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