Jessica Chastain, un animal político en tiempos de autocensura en Hollywood: “No me sale eso de estar callada para seguir trabajando”
Dueña de su propia productora e integrante de la plataforma Time’s Up, la actriz defiende estos días “al cine que reta al poder” como presidenta del jurado del festival de cine de Marraquech
Jessica Chastain fundó su productora, Freckle Films, en 2016. Justo cuando estaba a punto de cumplir 40 años. La razón para decidirse a financiar sus propios proyectos no fue solo asegurarse los papeles que Hollywood podría dejar de ofrecerle por su edad. Con uno de ellos ganó, al tercer intento, su único Oscar hasta el momento. Fue como mejor actriz principal por Los ojos de Tammy Faye (2021). En ella, interpreta a la polémica telepredicadora y activista por los derechos LGTBI fallecida en 2007. “Compré los derechos para hacer esa película 10 años antes de estrenarla, pero no pude rodarla hasta que me hice productora. Tammy Faye era una simple villana para la opinión pública. No era posible contar su historia sin humillarla o condenarla”, cuenta a EL PAÍS desde Marraquech, donde ha viajado para ejercer como presidenta del jurado del festival de cine de la ciudad.
Cuando fue jurado en Cannes en 2017, aprovechó la rueda de prensa final para criticar la falta de miradas femeninas en la selección del certamen francés de ese año. Chastain es una de las integrantes de la plataforma Time’s Up, creada en apoyo al movimiento MeToo. Y en abril de 2018 se posicionó en sus redes sociales en contra de la sentencia de La Manada de Pamplona. También se encontró con Volodímir Zelenski en Kiev seis meses después de que comenzara la invasión de Rusia en Ucrania.
“Hollywood nunca ha cuestionado al poder ni ha creado un clima favorable para ello. Intento pensar en una película de un gran estudio que lo haya hecho y se me ocurren muy pocas”, admite. Menciona El regreso, el drama dirigido por Hal Ashby con la Guerra de Vietnam de fondo y que Jane Fonda y Jon Voight protagonizaron en 1978. “Las excepciones que se me vienen a la cabeza se estrenaron en los setenta y en los noventa, justo después de que surgieran grandes huelgas en Hollywood. Así que quizá en los próximos años lleguen más”, augura.
Desde su cargo como presidenta de jurado del festival de Marraquech, la actriz lleva una semana cuestionando a la industria en la que reina, y que ha castigado en los últimos días a mujeres como Susan Sarandon, Melissa Barrera y Maha Dakhil, agente de estrellas como Tom Cruise desde la compañía CAA, por posicionarse a favor de Palestina en plena guerra entre Israel y Hamás. Midiendo de forma muy cuidadosa sus palabras, sin apuntar a un conflicto concreto, Chastain dejó clara su postura en la ceremonia inaugural del fin de semana pasado. En ella apeló a un arte “que diga la verdad al poder” ante un mundo actual “roto y dividido”. “El cine puede influir en los comportamientos sociales, empezando por derribar las barreras e iniciando conversaciones importantes sobre temas difíciles como la justicia racial, la desigualdad de género y otras cuestiones culturales importantes”, defendió.
Chastain se crio en la California de la década de los ochenta como hija de una madre soltera. A menudo ha recordado que la falta de medios económicos le dio a cambio una mirada más valiente, al no tener miedo a perder ningún privilegio. ¿Se considera un animal político? “No sé si lo soy, pero sí sé que siempre me ha interesado la gente. De todo tipo. Crecí en un contexto complicado. Y siempre he tenido la necesidad de cuestionar el pensamiento único. Si me envían constantemente un mismo mensaje, me interesa explorar otros puntos de vista”, comenta días después de pronunciar su discurso. Trabajar con el mexicano Michel Franco en Memoria tiene que ver con esa búsqueda de la verdad en el cine. “Los mejores artistas son los que aceptan que otros cuestionen sus ideas”, sentencia.
“Es que no me sale eso de estar callada para seguir trabajando. Puede que haya directores que ya no quieran contar conmigo, o personas de determinadas culturas, o personas de determinados géneros... pero eso significa que habrá otros que sí querrán hacerlo. Ya encontraré mi sitio. Puedo trabajar en el teatro…”, comenta a este periódico la actriz, que a principios de año protagonizó en Broadway una nueva adaptación de Casa de muñecas de Ibsen.
Durante su llegada al festival de cine de Venecia del pasado mes de septiembre, donde se proyectó la película de Franco, lució en la alfombra roja una camiseta con el emblema del sindicato de actores de Hollywood SAG-AFTRA, que en esos momentos ya había convocado la huelga de guionistas y actores. “Es inviable que solo los estudios tengan el poder en esta industria. Porque solo están interesados en obtener beneficios. Y para eso tienen que agradar a la mayor cantidad de gente posible. Nunca va a salir algo mínimamente controvertido de ahí”, defiende ahora.
A pesar de sus intentos por conectar su carrera con un pensamiento crítico y curioso con respecto a lo que ocurre en el mundo, introducir en el buscador de Google el nombre de la estadounidense da como resultado una enorme cantidad de titulares que mencionan, en su mayoría, los vestidos que luce en estrenos y entregas de premios. “Es algo que me molestaría si esos artículos solo hablaran de mi aspecto. Pero a menudo mencionan también todos estos asuntos sobre los que quiero generar conversación”, admite. Jessica Chastain entiende la moda como un arte y también como una forma de poder: “Si a alguien le llama la atención uno de mis vestidos en internet, hace clic en la foto y termina leyendo una de mis declaraciones… bienvenido sea”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.