Jessica Chastain: “Varios compañeros me han dicho que deje de hablar, que tenga cuidado”
Recién nominada por tercera vez al Oscar, la protagonista de ‘Los ojos de Tammy Faye’ explica los secretos de una carrera plena de éxitos comerciales y clamor de la crítica y su negativa a dejar de decir lo que piensa
Jessica Chastain (California, 44 años) celebra estos meses su primera década en el cine. “¿Te lo puedes creer?”, se maravilla en una habitación del hotel María Cristina de San Sebastián. “¿Me van a traer una tarta? Porque esta celebración...”. Señala al zumo detox de color verde que va sorbiendo de una pajita y del que tiene dos vasos idénticos sobre su mesita (le acaban de traer el segundo sin decirle qué tenía de malo el primero). Entre otras muchas cosas, Chastain ha dedicado esta década a tratar de sacar adelante una película sobre la telepredicadora Tammy Faye Bakker.
Durante los años ochenta, Bakker y su marido Jim montaron un imperio basado en la predicación cristiano-evangélica que incluía un canal de televisión y un parque temático. Cuando él fue detenido por malversación, la repercusión mediática convirtió a Tammy Faye en un chiste nacional por sus derroches de ingenuidad, entusiasmo y maquillaje. Los ojos de Tammy Faye, que se estrena el 25 de febrero, ha valido a Chastain una de las nominaciones al Oscar a mejor actriz. No es la primera película como actriz y productora que Chastain ha estrenado este año. Agentes 355, sobre un grupo de superespías internacionales en el que también están Penélope Cruz, Lupita Nyong’o, Diane Kruger y Fan Bingbing, todavía está en cartel. Este año, Chastain está en ebullición.
El mundo la descubrió en la premiere de El árbol de la vida (2011) en Cannes, cuando recorrió la alfombra roja con Brad Pitt a un lado y Sean Penn al otro, evocando el glamur del Hollywood clásico. En realidad no les soltó el brazo porque temía que las piernas le fallasen. “No me agobiaba por conectar con otros artistas a través de mi trabajo, sino por estar ante los medios de comunicación. Es la primera vez que me doy cuenta de esto, segúnte lo estoy contando. De la misma manera que los medios devoraron a Tammy, en cierto sentido devoran a todas las mujeres tratándolas como mercancía”. En 2011 se estrenaron otras cinco películas con Jessica Chastain, y esta mujer a la que le daba vergüenza que le cantasen Cumpleaños feliz en público se encontró a sí misma presentando en un año una cinta en Berlín, otra en Toronto, dos en Cannes y otras dos en Venecia.
La sucesión en cartel de Take Shelter, La deuda o Criadas y señoras funcionó como un escaparate de su asombrosa versatilidad. Empezó a recibir epítetos como “La mejor actriz de su generación” o, según su descubridor Al Pacino (que la fichó para protagonizar su Salomé en Broadway), “La próxima Meryl Streep”. The New York Times alababa su capacidad de “aportar vida emocional interior a sus personajes” y las revistas de moda comparaban su belleza con la de Rita Hayworth, Liv Ullman o una pintura de Botticelli. Ella sentía que era cuestión de tiempo que decepcionase a toda esa gente. “Soy la desconocida de la que todo el mundo está harto ya”, decía entonces.
En su discurso de agradecimiento del Globo de Oro por Zero Dark Thirty (2012), la actriz alertó que había trabajado muy duro para llegar hasta ahí. Variety publicó la declaración anónima de un relaciones públicas de Hollywood advirtiendo que ese tipo de comentarios solían caer antipáticos. No como la nueva chica de moda, Jennifer Lawrence, que le gustaba a todo el mundo. Fue entonces cuando empezó a rumorearse que ambas actrices se llevaban fatal, ante lo cual Chastain, en vez de dejarlo estar, abrió su Facebook y publicó un desmentido (una práctica habitual hoy, pero no en 2013). No ha vuelto a callarse desde entonces.
“Había críticos y periodistas a los que no le gustaba que mi personaje en Zero Dark Thirty no tuviera una historia de amor”, recuerda. “Me pasé aquella campaña promocional explicando que a esa mujer la definía su trabajo, no sus relaciones. Y resultaba muy chocante para la sociedad porque no encajaba con la idea que tenían los medios de lo que es una mujer. Desde entonces, empecé a decir lo que pensaba”. Y prosigue, sin dejar de mirar de reojo a las caras que pone su publicista: “Varios compañeros de la industria, amigos míos que me quieren y desean lo mejor para mí, me han dicho que deje de hablar, que tenga cuidado con decir demasiado, que les preocupa que no tenga una carrera larga”.
Chastain venía del teatro. A los 21 años consiguió una beca en Juilliard, la escuela de Bellas Artes más prestigiosa de Estados Unidos, que le permitió ser la primera de su familia en recibir educación universitaria. En aquella época se acostumbró a interpretar personajes femeninos complejos, pero al aterrizar en Hollywood se encontró con que el cine no tenía demasiado que ofrecerle. Ni siquiera después de sus dos nominaciones al Oscar consecutivas. En 2016 fundó Freckle Films, una productora nombrada en honor a las pecas de su cuerpo que la acomplejaban de niña. “Quería usar mi carrera para el cine político, para abordar cómo vemos el género, la raza, la clase, la identidad sexual y la preferencia sexual”, resume.
A lo largo de la década pasada, la conversación en Hollywood evolucionó de manera paralela a las agallas de Chastain. La actriz es una de las caras más visibles de esta nueva sensibilidad: en 2017 señaló en Twitter los abusos sexuales de los que se acusaba al cineasta Bryan Singer, el mismo que le estaba produciendo la muy cara apuesta comercial X-Men: Fénix Oscura (2019). Cuando le preguntaron por el hábito de Johnny Depp de actuar con un pinganillo en la oreja para no tener que aprenderse sus diálogos, aclaró que ella prefiere “ser profesional” y aprenderse el guion. En 2018, cuando se supo que los productores siempre negociaban primero con el actor para ofrecerle a la actriz el dinero sobrante, denunció ese sistema en la prensa. En 2011 ayudó a Octavia Spencer, protagonista incuestionable de Criadas y señoras, a cobrar cinco veces lo que ella pedía por el papel.
“Hubo un momento en Cannes que... no planeaba decirlo y se hizo viral”, explica. Se refiere a la rueda de prensa de clausura del festival en 2017, donde ella participaba como jurado. Confesó que le había parecido “perturbador” el retrato de los personajes femeninos en las películas de la sección oficial. Si el festival incluyese cineastas femeninas, dijo, habría más diversidad de los personajes femeninos en las películas de la sección oficial. “Después de decirlo pensé: ‘Ugh, ¿acabo de perjudicar a un festival que ha sido tan generoso conmigo?’. Pero al final salió bien. Thierry Fremáux [director del festival de Cannes] dijo un año después que estaba muy agradecido de que hubiéramos hablado sobre las mujeres porque había hecho cambios al respecto”. Ella misma ha experimentado esos cambios. “No pienso las cosas antes de decirlas, solo las digo”, prosigue. “Ha habido ocasiones en las que he pensado: ‘Vaya, ahora se está convirtiendo en algo grande”.
“Al principio en mi carrera, cada vez que tenía alguna idea para una escena se recibía con una actitud negativa, en plan ‘ya está otra vez...’. Tenía que hablar con el actor y contarle mi idea para que fuese él quien se la propusiese al director. Tenía que disfrazar mis aportaciones. Ahora ya no tengo que trabajar así. No me interesa trabajar con personas crueles, imbéciles o que no tengan una actitud colaborativa”, afirma. También ha notado que ser productora y actriz en una película supone aceptar dos roles en conflicto: “La productora quiere que la película se haga, la actriz quiere más tiempo”. Este choque le provocó auténticos apuros a la hora de abordar un personaje que requería tanta preparación como Tammy Faye Bakker: cuanto más se pareciese a ella, más riesgo correría de caer en la caricatura. “Temía que durante el resto de mi vida dijesen ‘Oh, menuda locura la Tammy Faye de Jessica Chastain’. Tuve que exponerme a hacer el ridículo completamente para este papel, lo cual no es divertido. Temía que ese chiste me persiguiera durante toda mi carrera, pero tenía que asumirlo”.
Los ojos de Tammy Faye evita caer en el ridículo porque trata a su protagonista con cariño. Y la encaja en la corriente revisionista actual que examina cómo se trató a ciertas mujeres (Britney Spears, Monica Lewinsky, Rocío Carrasco) en la prensa de los noventa y a principios de este siglo. Eso no significa que eluda su excentricidad pero, lejos de perpetuar la parodia que los medios y los programas de humor hicieron de ella, la película la retrata como una mujer que triunfó en una industria masculina y que abogaba por el amor incondicional: en 1985, dos años antes de que el presidente Ronald Reagan pronunciase la palabra sida por primera vez en público, Bakker entrevistó a un enfermo en su programa y defendió su dignidad como ser humano e “hijo de Dios”.
Bakker contaba que cuando “todo se fue al traste”, solo la comunidad gay acudió a su “rescate”. “Y siempre los amaré por ello”, aseguraba. Tras su escandaloso divorcio, Bakker fue reivindicada como un icono gay, gracias a lo cual Chastain la descubrió: el documental de 2000 Los ojos de Tammy Faye, narrado por RuPaul, es la base de la película del mismo título. “Tammy era fabulosamente camp, pero yo no quería quedarme solo en eso. A ella le gustaba divertirse y hacer reír a los demás, pero yo solo veía soledad en todo lo que hacía. Incluso cuando era divertida. Era una mujer sola. Por eso quería amar a los demás, a los marginados, porque ella se sentía marginada”.
Como productora, Chastain considera que la mejor estrategia es alternar películas adultas como Los ojos de Tammy Faye con otras comerciales como Agentes 355. La idea de esta última se le ocurrió precisamente durante aquel festival de Cannes de 2017. “Sentí una cierta... tristeza. Miraba a mi alrededor y veía todos esos pósters y a todas esas personas buscando financiación para películas llenas de repartos masculinos. Me giré a mi agente y le dije ‘¿Por qué son todo hombres? ¿Por qué nadie quiere hacer una película de acción sobre un grupo de mujeres?’. Y ella me dijo ‘Creo que vas a tener que encontrar la manera de hacerla tú misma”. Agentes 355 está producida mediante una especie de cooperativa: ellas cinco serían las propietarias de la película y se dividirían los beneficios. Varios estudios de Hollywood trataron de comprársela, pero se negaron: “Ellos ya tuvieron su oportunidad de hacer esta película”.
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