Los 75 años de Marisol: el cumpleaños de una persona normal
Pepa Flores celebra este sábado su aniversario apartada del foco mediático, como decidió hace casi cuatro décadas, cuando puso punto final a su carrera como actriz y cantante
Cuando la Academia de Cine celebró la gala de los premios Goya en Málaga en febrero de 2020, buena parte de la atención mediática estaba puesta en Pepa Flores. El Goya de Honor a Marisol generó mucha expectación. ¿Subiría al escenario a recogerlo? Su familia guardaba públicamente la incógnita, pero ella lo tenía claro. Tanto, que ni siquiera estaba en casa aquellos días. Había abandonado Málaga para evitar cualquier intento de los fotógrafos de captarla paseando por el barrio de La Malagueta, donde reside. Fue un claro ejemplo de su inamovible decisión de retirarse de la vida pública. “Ahora solo soy una ciudadana de a pie; es lo que quiero y como mejor me siento”, afirmó hace años al periodista José Aguilar, que publicó su biografía en 2008. Y es la forma en la que la gran Marisol celebra este sábado 4 de febrero su 75º cumpleaños.
Su alejamiento de la vida pública fue un punto aparte en una vida que parecen varias. Aún resulta sorprendente que Marisol, la niña prodigio, fuese también la mujer que protagonizó aquel famoso posado en la portada de Interviú. Que la jovencita orgullo del franquismo fuese también fiel militante del Partido Comunista, retratada en diversas ocasiones con el puño en alto. Que Fidel Castro ejerciera de padrino de su boda en Cuba con el bailarín Antonio Gades. O que la niña pizpireta que cantaba verdiales en Televisión Española en 1959 llegase con los años a publicar una decena de álbumes y se convirtiera en la protagonista de numerosas películas tras su debut con Un rayo de luz en 1960. Su juventud está repleta de viajes y largas jornadas laborales. Sombras de abusos sexuales y físicos —desmentidos por su entorno— componen también su increíble biografía, que para el gran público acabó en 1985 tras su papel en la película Caso cerrado. De una infancia observada por todos pasó a ser una mujer que prefiere que nadie la mire.
Hoy, para encontrarse con su sombra hay que pasear junto a la playa de La Malagueta. La barriada, de grandes torres de viviendas, es su residencia desde hace décadas. Los vecinos respetan su decisión y rara vez la molestan. Pocos la han visto en persona o la han reconocido tras sus gafas de sol, incluso al coincidir con ella en la peluquería, pero todos hablan bien de su discreción, sencillez y naturalidad. Es en ese rincón de Málaga donde encontró a su pareja, Massimo Stecchini, de 63 años, junto al que lleva más de tres décadas de relación y al que conoció como responsable de la pizzería Trastevere. Él ejerce, a veces, de portavoz. Pero simplemente para contestar que no a cualquier propuesta. “A mi Pepita es que no hay nadie ni nada, ningún cheque en el mundo, que la cambie”, decía Stecchini a El País Semanal en enero de 2020. Hoy las ofertas le siguen llegando: las rechaza todas.
También se resiste a recoger sus incontables premios. No recogió el título de Hija Predilecta de Málaga o la Medalla de Honor del Círculo de Escritores Cinematográficos, entre otros. Ni el Goya de Honor, que recibieron finalmente sus tres hijas —fruto de la relación con Gades— que han heredado buena parte de las cualidades de su madre. María Esteve, quizá la cara más reconocible, ha mantenido una larga carrera de actriz. Tamara Esteve mantiene un perfil bajo, lejos de los focos, mientras trabaja en el sector social en la Fundación Secretariado Gitano. Y Celia Flores ha recogido el guante de la música. Precisamente, de una de sus actuaciones procede la última gran aparición pública de Marisol. Lo hizo por sorpresa en el Teatro Cervantes de Málaga. Fue breve, pero sirvió para deleitar al público lanzándose a cantar Tómbola junto a la más pequeña de sus hijas. Era diciembre de 2016 y fue un simple rayo de luz para una estrella que decidió esconderse hace ya casi cuatro décadas.
Tampoco acudió a la inauguración de la exposición que César Lucas le dedicó en 2015 en Málaga y que, después, ha girado por distintos puntos hasta la Academia de Cine. Sí que fue a escondidas a verla días antes de la apertura de la muestra. “La vida que ha querido vivir es la que está viviendo ahora”, subraya a EL PAÍS el fotógrafo, que siguió a la joven Marisol durante una década entre los años sesenta y setenta. “Había mil oportunidades, porque entonces hacía muchas apariciones públicas”, recuerda el profesional. “Hoy hay famosos que son conocidos para una parte de la sociedad y desconocidos para otra. Pero en su tiempo, cuando apenas había uno o dos canales de televisión, era muy diferente. Su fama era bestial”, afirma el cantante Javier Ojeda. El músico organizó un homenaje a Marisol a finales del año 2012. “Ahí entendí lo que representaba su figura: fue una pesadilla escuchar tantas preguntas de si ella acudiría a la celebración”, recuerda el líder de Danza Invisible. Por supuesto, ella no fue, aunque sí le hizo llegar una carta disculpándose y dando las gracias a los músicos participantes.
Una cantante adelantada a su tiempo
Recuerda también Ojeda que para preparar su libro Una historia del pop malagueño escuchó todos y cada uno de los discos de Marisol. Alucinó. “Estuvo siempre adelantada a su tiempo”. Ojeda considera que la malagueña es un icono de la copla y el flamenco, también de yeyés, cantautores, la izquierda o el colectivo LGTBI. “Fue la Miley Cyrus de la época, haciendo un disco todavía estremecedor llamado Galería de Perpetuas donde hace una denuncia sobre la falta de derechos de las mujeres en 1979″, añade su paisana Diana Navarro, que tiene un doble recuerdo de la artista que considera referente: aquellas tardes de sábado viendo películas como Marisol rumbo a río o “la figura fuerte e independiente que significa Pepa Flores”.
“Sigue viva y vigente, pero así es ella: ha decretado su propia libertad de perderse. Es un mito. Y vivos apenas existen. Desde que decidió salir, nadie la ha podido utilizar. Ha conseguido elevarse a otro nivel, el de la integridad a toda costa”, afirmaba Mariano Barroso, presidente de la Academia de Cine en 2020, días antes de los Goya de aquel año. El cineasta y presentador Luis Alegre siempre recuerda la frase que Pepa Flores le dijo tras una noche de fiesta por el centro de Málaga: “Lo único que quiero es ser una persona normal”. “Me pareció conmovedor: ser normal. Su gran sueño era casi lo contrario de lo que acostumbran a ser los sueños”, señala ahora Alegre. Por eso, este sábado celebrará su cumpleaños en la intimidad, con su familia, como cualquier otra persona normal.
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