Josie, el estilista casi anónimo convertido en la revelación de ‘MasterChef Celebrity’
Experto en moda y amigo de Cristina Pedroche, el finalista del concurso de TVE ha conseguido triunfar entre el gran público gracias a su llamativa naturalidad
Josie es un personaje blindado. Quien siempre ha sido el hombre a la sombra de las estrellas, el que no sale en las portadas de las revistas, ha pasado a ser una de las personas más perseguidas del momento en España: ahora mismo hay que hacer cola para charlar con él. El estilista es uno de los finalistas de MasterChef Celebrity, el programa de cocina que finaliza este martes y que le ha aupado a picos de popularidad como nunca antes. El lunes, al recibir la llamada de este periódico, desveló que tenía prohibido por la productora del programa hacer cualquier tipo de declaración. Eso sí, en las redes se prodiga estos días para dar las gracias a todos aquellos que le apoyan.
José Fernández-Pacheco (Manzanares, Ciudad Real, 40 años) no era exactamente un completo desconocido cuando llegó a las cocinas y los platós de La 1. Su paso por diversos programas, como Supermodelo o El armario de Josie, le había granjeado una cierta fama. Y sobre todo la había logrado tras convertirse en la cabeza pensante tras los vestidos que, Nochevieja tras Nochevieja, ha lucido con expectación quien se ha convertido en clienta pero sobre todo en una gran amiga, Cristina Pedroche. De hecho, en una reciente entrevista con EL PAÍS, la presentadora pronunció una frase de orgullo con la que definía con claridad a su amigo: “Josie es lo que España necesitaba”.
No le faltaba razón a Pedroche, captadora precisa de los gustos del gran público. Josie se ha convertido en una representación de la fuerza, de la capacidad de salir adelante en las peores circunstancias, del poder de enfrentarse a retos imposibles y jamás vividos y de hacerlo, aunque en ocasiones entre lágrimas, con la cabeza bien alta. “No me veo haciendo tortillas francesas delante de España. Olvídate”, le dijo a Macarena Rey, responsable del programa culinario, la primera vez que le propusieron ponerse ante los fogones. De apenas saber batir un huevo y cocinar absolutamente todo al vapor ha pasado a crear magníficos bombones, a triunfar guisando caracoles o a ejecutar platos que rinden homenaje a Diana de Gales.
Los retos han sido muchos, más de los habituales, porque le ha tocado pasar por la prueba de eliminación hasta en nueve ocasiones, todo un récord que, como le recordaron los jueces, no tiene por qué suponer un hándicap en su quizá inminente triunfo: Ona Carbonell, ganadora del programa hace dos años, también pasó por el mismo número de “fosos”, como los denomina de forma divertida el estilista.
Ese ha sido precisamente el valor de Josie: dotar a todo su paso por el programa de un punto de humor comedido, diferente. Lleno de personalidad, desbordante, lo que podría haber parecido divismo o un dechado de pijerío se ha convertido en naturalidad. Él no ha aplacado su avidez de aprender, sin ser soberbio ni trepa; igual que no ha ocultado sus vastos conocimientos de historia o de moda, sin llegar a parecer pedante ni pesado; o ha paseado sus modelazos por el plató, sin pecar más que de genio loco. Tiene amigos famosos, muchos, incluida la chef y jurado Samantha Vallejo Nágera (o, ahora, su compañera finalista y de “fosos”, Raquel Meroño) pero eso no se lo ha puesto fácil, ni en el programa ni en la vida. El público le ha querido y le ha permitido ser cómo es gracias, sobre todo, a una humanización que viene por el esfuerzo y el trabajo bien hecho. Su aprendizaje a marchas forzadas le ha hecho bajar al mundo real, quitarse las galas y meterse en los puestos del mercado madrileño de Chamberí o en los obradores de la experta gastrónoma Isabel Maestre, algo que, él mismo ha contado, le ha llevado incluso a dormir tres horas al día.
Porque le ha ganado mostrarse como es. Quienes han coincidido con él alguna vez (y son muchos, pues se deja ver en fiestas, eventos, desfiles, restaurantes y todo sarao que se precie) saben que lo que Josie representa no es un papel: es él mismo. Él es así, con sus gafas ahumadas, su bruma eterna, sus looks de fábula y ese acento de todas partes y de ninguna que le caracteriza. Es educado, divertido y parlanchín, y lo sigue siendo.
Entre su amplísimo círculo, quienes le han visto recientemente aseguran, divertidos, que “sigue igual que siempre, pero con un punto más de escandaloso”. Le califican como “feliz”, dicen las fuentes de su entorno, que no creen que la celebridad y la fama, un estatus que claramente ha asentado en el programa (que supera los 2,2 millones de espectadores, unas audiencias mucho mayores que las de Zapeando, donde suele colaborar), se le hayan subido a la cabeza.
La fama no le ha cambiado pero, tras años viviendo en la semisombra de los famosos, sabe cómo rentabilizarla. Para empezar, creciendo en sus redes sociales, con su perfil de Instagram, con 215.000 seguidores y en buena parte consagrado al programa, pero también incluso a los memes de sí mismo. Y, estos días, con el lanzamiento al mercado de su primer producto, un espray facial llamado, cómo no, Bruma Divina, que sirve para mejorar la piel y como producto de aromaterapia, y que puede ser solo el primer producto de la marca Josie, como explicaba a S Moda: “No lo descarto. En mi nevera tengo más cremas que alimentos. Pero primero vamos a ver cómo funciona este lanzamiento, y luego hablaremos”.
Ahora, ese niño que con ocho años se bebía las revistas de moda se ha convertido en protagonista de las mismas. En los últimos meses se ha puesto sus mejores galas para protagonizar sesiones de fotografías, portada, contraportadas y para vivir en esa ola de fama de la que seguro que le quedan más coletazos. Porque, rodeado de las personas correctas e inteligente, Josie sabrá alargar mucho más allá de la sombra de MasterChef.
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