La pasión de Luis Suárez por Barcelona más allá del fútbol
El uruguayo se enamoró de la ciudad antes de pensar en ser jugador profesional. Allí llegó buscando a su novia, Sofía, alcanzó el estrellato y se hizo inseparable de Messi. Ahora comienza nueva etapa en Madrid
“Lloré por lo que me estaba tocando vivir”. Luis Suárez nació en Salto (Uruguay), vivió una infancia dura en Montevideo, le cambió la vida en Groninga (Holanda), destacó en Ámsterdam, se hizo mundialmente famoso en Liverpool y se enamoró de Barcelona. No fue fácil para el delantero uruguayo su escalada hasta el Camp Nou, mucho menos su despedida después de haberse convertido en el tercer máximo artillero del club azulgrana (198 goles). “Llegar al Barça fue un sueño hecho realidad. No me imaginaba llegar a estos números”, subrayó Suárez en su despedida. Cuando los futbolistas hablan de sueños, parecen frases sacadas del cajón de los tópicos. No es el caso de Suárez. Al menos, cuando hace referencia a la capital catalana. Un vínculo que nació cuando ni siquiera se atrevía a considerarse futbolista. Ahora, le tocará conquistar Madrid de la mano de Diego Pablo Simeone en el Wanda Metropolitano.
A Luis Suárez le cambió la vida cuando conoció a Sofía Balbi. El actual delantero del Atlético ayudaba a su abuelo a cuidar coches en Montevideo para ganarse unas monedas, mientras su camino era errante en el colegio y su fútbol no terminaba de arrancar en las categorías inferiores del Nacional. Pero la familia Balbi, que no sufría problemas económicos (el padre trabajaba en un banco), tuvo que dejar Uruguay en la crisis del 2000. El destino fue Barcelona, primero L’Hospitalet y luego Castelldefels. “Luis, vos podés. Tenés que centrarte en el fútbol y llegar a jugar en Europa. Es la única manera para volver a estar juntos”, le pidió Sofía a Suárez en su despedida en Montevideo.
Después de largas conversaciones a través de teléfonos públicos (el futbolista hacía trampas con una tarjeta para abaratar los gastos), el delantero les pidió a los directivos del Nacional que lo ayudasen a viajar a Barcelona para visitar a su novia. “Tenía 16 años, mi hermano me dio algo de dinero, unos 50 euros. No traía ninguna dirección, no traía nada. Me abrieron la valija para revisarla y una tía suya me había enviado un paquete para un familiar y llevaba un número de teléfono. Llamaron y todo se arregló. Tuve una suerte bárbara”, recuerda Suárez.
En Barcelona, a Suárez no le interesaba conocer la Sagrada Familia ni la Casa Batlló, quería ir al Camp Nou. De paseo por el estadio azulgrana, el uruguayo vio una puerta abierta. “¡No entrés! ¡No entrés!”, le gritó Sofía. Ya era tarde. Ella corrió detrás de él. Todavía conservan la foto que se hicieron en el campo azulgrana. Llegarían muchas más. Había que esperar. El Nacional traspasó a Suárez a Groningen en 2006 y después de una temporada, recaló en el Ajax. En el equipo de Johan Cruyff marcó 119 dianas en cuatro temporadas. Carta de presentación para aterrizar en el Liverpool y triunfar en Anfield. Ya nadie dudaba de su capacidad como futbolista, sí de su carácter díscolo después de tres episodios agresivos (mordió a rivales), simbolizado en el incidente con Chiellini en el Mundial de Brasil. El Barça confió en él para el nuevo proyecto que comenzaría a liderar Luis Enrique.
“Es un botija (chaval) genial en las canchas de fútbol, humilde, que salió del pobrerío. No lo eligieron para filósofo, ni para mecánico, ni para tener buenos modales. Es un excelente jugador”, lo justificó el entonces presidente de Uruguay, Pepe Mújica. “Aceptamos a los seres humanos desde sus imperfecciones, de sus aciertos y errores y de la capacidad de aprender de lo que se ha podido equivocar”, se sumó Andoni Zubizarreta, director deportivo azulgrana en 2014, cuando el Barça fichó al uruguayo. Luis Suárez y Sofía Balbi volvían juntos al Camp Nou.
Fue en el verde del estadio del Barcelona donde Suárez construyó otra relación vital en su vida. La que tiene con Lionel Messi. Un poco parco, sobre todo tímido, de entrada, el argentino no es un tipo fácil de seducir. Los unieron el mate, las charlas y una relación que se fortaleció a partir de la unión entre la mujer de Messi, Antonella, con Sofía. Juntas realizaron un proyecto de moda, una tienda de zapatos, que no prosperó. Luis Suárez y Messi vivían en la misma calle, solo separados por una casa que en más de una oportunidad intentaron adquirir. Compartían viaje a los entrenamientos, pasaban las tardes en las playas de Castelldefels y no era extraño que veranearan juntos. De hecho, cuando recibió la llamada de Ronald Koeman para advertirle de que no formaba parte de su proyecto, el uruguayo estaba con el argentino en la Cerdanya. “Te merecías que te despidan como lo que sos: uno de los jugadores más importantes de la historia del club, consiguiendo cosas importantes tanto en lo grupal como individualmente. Y no que te echen como lo hicieron”, publicó el número 10 en redes sociales. “No me sorprendió que Messi me apoyara públicamente porque lo conozco demasiado. Ya sabía el dolor que sentía”, respondió Suárez.
El uruguayo se imaginaba que su final en el Barcelona estaba al caer, también el argentino; sin embargo, les irritó las formas de la directiva que lidera Josep Maria Bartomeu. “Llevo seis años en el Barça, tiempo suficiente para decir lo que piensan [en el club]. Mejor así que filtrar si soy uno de los que quieren que salga”, se quejó el 9 en una entrevista a EL PAÍS en agosto. “Hay cosas que no se supieron, pero ir a entrenar y que te envíen aparte porque no formas parte del partidito de 11 contra 11...”, insistió Suárez. Apareció el Atlético y abrigó al uruguayo. Con la camiseta rojiblanca se estrenó ante el Granada y firmó un doblete. “Esos días, jueves, viernes, sábado y domingo, hasta que no llegó la hora del debut, fueron muy complicados”, contó Suárez, instalado ya con su familia en Madrid.
Por supuesto, no vendió su casa en Castelldefels. Allí lo esperará siempre Messi (si no se va del Barça). Como el pasado 5 de octubre, cuando el argentino esperó al uruguayo para viajar juntos a Sudamérica para disputar las eliminatorias. Hay cosas que no cambian, como tampoco la influencia de Sofía Balbi en su vida o el cariño por Barcelona, juegue o no en el Camp Nou.
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