Cuando las mujeres negras hicieron historia en la moda
Antes de Naomi Campbell hubo pioneras como Beverly Johnson, primera portada de 'Vogue USA', o Dorothea Towles, que desfiló en París para Dior en los cuarenta
Modelos hay muchas. Grandes modelos, unas cuantas. Pero que tengan el estatus de supermodelos, ese término que se acuñó en los ochenta y noventa para definir a un grupo de mujeres —las que, como decía una de ellas, Linda Evangelista, no se levantaban por menos de 10.000 dólares— se cuentan con los dedos de la mano. Entre esas elegidas solo hay una mujer negra: Naomi Campbell. La llamada diosa de ébano no ha conseguido ese sobrenombre por casualidad. Su carrera, con decenas de portadas y millonarios contratos con firmas de moda y complementos (aunque no tantas de cosmética) hace que con 50 años ya cumplidos su sola presencia en las pasarelas sea todo un reclamo.
El movimiento Black Lives Matter, que reclama la importancia de la comunidad negra en todas sus vertientes, ha vuelto a poner en boga que la desigualdad racial también está muy presente en la industria de la moda. Para muestra, la de Vanity Fair: por primera vez en sus 107 años de historia, la portada de la revista en EE UU ha sido realizada por un fotógrafo negro, Dario Calmese, que ha retratado a otra mujer negra, Viola Davis. En Vogue USA, el primer fotógrafo negro fue Tyler Mitchell, que en 2018 retrató a la primera mujer negra de todos sus September Issues (el número de septiembre, el más importante del año): Beyoncé.
Si los hombres fotógrafos negros tienen problemas para trabajar en la moda, más complicado es aún para las mujeres que tienen que ponerse delante de las cámaras. El triunfo de Naomi Campbell sirvió de lanzadera para las que han llegado después, como Jourdan Dunn, Winnie Harlow, Jasmine Tookes o incorporaciones más recientes como las de Adut Akech, Ugbad, Mayowa Nicholas, Mona Tougaard o Selena Forrest. Pero antes de Campbell hubo otras.
La más conocida de las pioneras fue Beverly Johnson, que ahora tiene 67 años y que en 1974 se convirtió en la primera mujer negra en protagonizar una portada de Vogue en EE UU y de Elle en Francia. Considerada por The New York Times como una de las personas más influyentes de la industria de la moda del siglo, Johnson tiene muy clara su posición y no está conforme con el modo en el que la historia la ha tratado; por ello escribió un artículo de opinión en The Washington Post a mediados de junio titulado: “Yo fui la primera negra en portada de Vogue y la industria de la moda aún no ha arreglado la cuestión racista”.
Sus logros le hicieron ganar un puesto preeminente en la industria que, afirma, nunca le ha sido compensado. “Mi raza limitó mi retribución, significativamente menor que la de mis colegas blancos. La industria tardó en incluir a más personas negras en otros aspectos de la moda y la belleza. Me reprendieron por pedir fotógrafos negros, maquilladores y estilistas para las sesiones de fotos. El silencio sobre la raza era entonces, y sigue siéndolo, el coste de admisión en los niveles más altos de la industria de la moda”, escribe. Para Johnson, “la cultura negra contribuye enormemente” al desarrollo de esta industria, “pero la gente negra no recibe compensación por ello”. “Las marcas no retienen ni promueven a los muchos profesionales talentosos que trabajan en la moda, la belleza y los medios, ni invierten en diseñadores negros. La industria de la moda piratea lo que es ser negros para su beneficio, excluyendo a la gente negra e impidiendo que saquen dinero de su talento”, argumenta la modelo, que en los últimos años ha adquirido popularidad por ser la estrella de un reality show y por acusar de abuso a Bill Cosby, en un caso de 1968 que salió a la luz hace cinco años.
Aunque han pasado 46 años de aquella portada que le dio la fama (Vogue dijo de ella en 2016 que “rompió el techo de cristal en la moda”), para Johnson todavía no hay suficiente inclusión. Su dedo señala a Anna Wintour, directora de la revista y consejera internacional de todas las publicaciones del grupo Condé Nast (Vogue, Glamour, Vanity Fair...). Cree que la gran dama de la moda tiene el poder suficiente como para hacer cambios y crear nuevas tendencias de inclusión. Tanto que ha pedido que establezca la llamada “regla Beverly Johnson” por la que, siempre que haya vacantes para un puesto, sobre todo de responsabilidad, se entreviste a personas negras para él.
Casi una década antes de aquella famosa sesión, en 1966, Donyale Luna fue la primera mujer negra en portada de Vogue, pero en Reino Unido, en unas fotografías que disparó David Bailey. Nacida en Detroit y de nombre real Peggy Ann Freeman, tras mudarse a Nueva York apareció en producciones de moda y llegó a participar en películas de Andy Warhol, Federico Fellini y Otto Preminger. Sin embargo, su adicción a las drogas acabó con ella en una clínica de desintoxicación en Roma, donde falleció en 1979.
De una generación posterior es Iman. Recién cumplidos los 65 años, la somalí alcanzó la fama en los setenta y los ochenta al convertirse en musa de grandes como Yves Saint Laurent, que la definía como “la mujer soñada”. Es una mujer comprometida con las injusticias y que ha luchado porque las jóvenes modelos negras encontraran su sitio; de hecho, ella no vio la diferencia por ser negra hasta que llegó a EE UU. Como contó en una entrevista con S Moda en 2013, “tras la revolución de 1969 en Somalia, pasé de ser una hija de diplomático que iba a la escuela con chófer a encontrarme en un campo de refugiados. Cuando has vivido las dos cosas, tu perspectiva sobre la vida cambia”.
En 1990 Imán conoció al músico David Bowie en una cena común con amigos. Se casaron en Suiza dos años después, tuvieron una hija en común, Lexi, y permanecieron juntos en un matrimonio que duró hasta la muerte del británico en 2016. Además de modelo, Iman es empresaria, y posee una exitosa firma cosmética que lleva su nombre.
Otra de las pioneras que dieron paso a las que triunfan hoy fue Naomi Sims, la primera mujer negra en ocupar la portada de Fashion of Times, el suplemento de moda del diario The New York Times (en 1967), y de la revista femenina Ladies Home Journal, un año después. En 1969, su foto en portada de Life le otorgaría el título de Modelo del año. Fue de las primeras maniquís negras en cobrar 1.000 dólares a la semana y en protagonizar anuncios de televisión.
“Naomi Sims ha sido la primera”, dijo de ella el modisto Halston en 1974, como recogía The New York Times. “Una gran embajadora de toda la gente negra. Rompió todas las barreras sociales”. Sims, que se crió en hogares de acogida y en barrios blancos pobres de ciudades industriales como Pittsburgh, se convirtió en un referente cultural para su comunidad. En los ochenta abandonó el mundo del modelaje por el empresarial, lanzando al mercado con gran éxito cosméticos y perfumes, además de libros. Sims murió en agosto de 2009, con 61 años, a causa de un cáncer de mama.
Antes que todas ellas, nada menos que en los años cuarenta, triunfó en París una desconocida texana llamada Dorothea Towles Church. En 1949, Dorothea, de entonces 27 años, acompañaba a su hermana Lois, una reputada pianista, a una serie de conciertos por Europa cuando, durante su tiempo libre, se le ocurrió acudir a una de las pruebas que organizaba monsieur Christian Dior, con la suerte de ser inmediatamente contratada para reemplazar a otra de las modelos, ausente en el último momento. Su fichaje fue un éxito y, pese a que estaba comprometida, rompió con su entonces novio y se quedó cinco años en París, trabajando para Elsa Schiaparelli, Jacques Fath o Pierre Balmain. Dorothea, que murió en julio de 2006 a los 83 años, concedió una entrevista al medio especializado Women’s Wear Daily, en la que reflexionaba acerca de su triunfo en la capital francesa, donde siempre la trataron, aseguró, “como a una reina”: “Por una vez no fue considerada negra o afroamericana. Era simplemente estadounidense”.
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