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Michael Jordan y los Bulls: éxito, discordia y desenfreno en la NBA

La serie ‘The Last Dance’ indaga en la saga del icono del deporte mundial con imágenes inéditas y revelaciones 22 años después de su sexto título

Michael Jordan, en un partido de los Bulls en junio de 1992. En vídeo, el tráiler de la serie ‘The Last Dance’.Vídeo: JOHN SWART (AP)
Robert Álvarez

Es un adicto a las apuestas y al golf, bebe, le gusta fumar puros y en la cancha de baloncesto es capaz de vacilar hasta la humillación al mejor de sus rivales y ser terriblemente cruel con el más torpe de sus compañeros. Así fue también Michael Jordan durante su carrera, además de ser un deportista excepcional e idolatrado, hasta tales extremos que, en 1994, cuando tenía 31 años, ya se le erigió una estatua de bronce ante el United Center, el pabellón de su equipo en Chicago.

Se casó dos veces, con Juanita Vanoy en 1989 y con Yvette Prieto en 2011, es padre de cinco hijos, actor (Space Jam), propietario de un equipo de la NBA (Charlotte) y multimillonario. Tiene 57 años, se retiró hace 17 y continúa siendo el deportista con más ingresos anuales, con unos 145 millones de dólares, según Forbes, gracias, sobre todo, a su contrato vitalicio con Nike y su firma asociada Jordan Brand.

Su leyenda no caduca. Tampoco decae el interés por los Bulls de 1998 y aquella triunfal y tormentosa temporada, cerrada por MJ con una canasta a falta de seis segundos para la conclusión del duelo en la final ante Utah Jazz. Fueron los mejores, una dinastía en la NBA y un icono para el deporte mundial. Resonaba la batalla de antagonismos y enfrentamientos en aquel equipo, sobre todo con los despachos y su director general Jerry Krause. “¡Eh, Jerry! Este autobús va mucho más rápido que ayer, cuando no estaba tu culo gordo aquí”, llegaba a mofarse de él Michael Jordan en presencia del resto del equipo.

The Last Dance es la serie documental que, 22 años después, emite las privilegiadas imágenes de los espacios más privados de aquel equipo, vestuarios, habitaciones de hotel, autobuses y aviones o despachos, al tiempo que lograba algo excepcional: seis títulos de la NBA en ocho temporadas, desde 1990 hasta 1998. Más de dos décadas después, se mantiene el interés por cuanto aconteció aquella temporada triunfal para los Bulls, pese a sus disensiones internas, a saber que iba a ser el último año de su entrenador Phil Jackson con ellos, y que lo mismo podía suceder, y sucedió, con Michael Jordan.

Un circo de la cocaína, marihuana y mujeres

La serie, estrenada el domingo 19 de abril en ESPN para Estados Unidos y el lunes 20 en Netflix para el resto del mundo, incluye imágenes de los primeros compases de la carrera de Michael Jordan. También su relato sobre detalles de los ambientes más insanos y perjudiciales, especialmente por la lacra de la droga y el alcohol, y que tanto perjudicaron la imagen de la NBA. Por ejemplo, estando en un hotel, durante un partido de pretemporada en su primer año en la Liga, MJ escuchó las voces de sus nuevos compañeros en una habitación. Le invitaron a entrar. “Entré y había cosas que no había visto en mi vida. Rayas de cocaína por un lado, fumadores de marihuana por otro, mujeres… Era un circo. Lo primero que dije fue: ‘Estoy fuera’. A partir de ese momento estaba más o menos solo”, cuenta Michael Jordan.

Desde la izquierda, Ron Harper, Dennis Rodman, Scottie Pippen, Michael Jordan y Phil Jackson, celebrando el sexto campeonato de la NBA de los Chicago Bulls, en junio de 1998.
Desde la izquierda, Ron Harper, Dennis Rodman, Scottie Pippen, Michael Jordan y Phil Jackson, celebrando el sexto campeonato de la NBA de los Chicago Bulls, en junio de 1998.BETH A. KEISER (AP)

En el tercer episodio de la serie, la estrella de los Bulls explica cómo tuvo que ir a buscar a Dennis Rodman al hotel de Las Vegas donde había alargado más de la cuenta el permiso que le había dado Phil Jackson. “Tuvimos que ir a sacar su culo de la cama. No voy a contar lo que había en esa cama o dónde estaba o cosas por el estilo”, cuenta. Rodman se encontraba allí con su esposa, la actriz Carmen Electra, que también ha recordado la escena: “Llamaron a la puerta y era Michael. Me escondí. No quería que me viera, así que me metí detrás del sofá con las sábanas encima”. Rodman, además del mejor reboteador de la NBA, era un personaje muy peculiar, condenado en 2008 por violencia doméstica, pareja de Madonna durante unos meses y durante los últimos años amigo del líder de Corea del Norte Kim Jong-un, al que ha visitado en un par de ocasiones.

El interés suscitado por la serie documental estrenada esta semana se traduce en los 6,1 millones de audiencia media que obtuvo la emisión del primer capítulo, récord de un documental de ESPN y de un programa deportivo, partidos al margen. Durante el día siguiente a la emisión, 25 de los 30 trending topics en Twitter en Estados Unidos estaban relacionados con The Last Dance, que acaparó búsquedas en Google y nueve millones de interacciones entre Facebook, Instagram y Twitter. Se calcula que la serie reportará unos ingresos de cuatro millones de dólares para Michael Jordan, que ha anunciado que los destinará íntegramente a causas benéficas. Jordan, que tuvo reducir casi a la mitad los 29 millones de dólares por los que vendía su mansión en Chicago, se construyó otra por 12,4 millones de dólares en Jupiter Island (Florida), donde es vecino de Tiger Woods. Posee otra casa cerca de Charlotte valorada en 2,8 millones de dólares. Su lista de patrocinadores, además de Nike, McDonalds, Gatorade, Hanes y NBA 2K, es muy prolija e invierte en startups de Silicon Valley.

Multimillonario y obsesivo

A lo largo de su carrera como jugador, Jordan ganó 93 millones de dólares en concepto de salarios y ahora posee una fortuna estimada en 1.650 millones de dólares, según Forbes. En 2010 adquirió la franquicia de Charlotte Hornets por 275 millones de dólares y ahora su valor es de más de mil millones. Posee un jet privado con un número de bastidor en el que incluye el número de su camiseta de jugador, 23, el de los títulos que obtuvo, 6, y sus iniciales, MJ.

La estrella ha donado varios millones de dólares obtenidos como indemnización en los pleitos que ha ganado contra compañías que han utilizado su imagen sin permiso. En 2016 deploró públicamente los enfrentamientos que se produjeron tras una serie de muertes de ciudadanos negros en incidentes con la policía y las reacciones violentas que se produjeron. Donó un millón de dólares al fondo de defensa legal de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas Negras y al instituto para las relaciones entre la comunidad y la policía.

Magic Johnson y Michael Jordan.
Magic Johnson y Michael Jordan.JACK SATTLER (REUTERS)

La obsesión de Michael Jordan por ganar raya en lo patológico. “Uno de los problemas a los que tuve que hacer frente era controlar su energía competitiva. Podía ser positivo, pero a menudo podía resultar destructivo. Destrozaba a sus compañeros en cada entrenamiento”, dijo Doug Collins, el entrenador de los Bulls desde 1986 hasta 1988. Eso no sucedía solo en las canchas. Cuando jugaban a las cartas, las sesiones se hacían a veces interminables porque no paraba hasta demostrar que era el más fuerte. Lo mismo sucedía con el Monopoly. “No soy un tirano. Los que dicen eso cometen un error de interpretación. Soy el líder del equipo y eso me da ciertas responsabilidades. A veces tengo que darle una paliza a Luc Longley para que sea mejor jugador”, se justificaba entonces. En los Juegos Olímpicos de 1992, Magic Johnson regresaba a las canchas después de seis meses de ausencia tras haber anunciado que tenía el virus del sida e insistió para que Jordan formase parte del legendario Dream Team en Barcelona.

En 1993 su padre y el que consideraba su mejor amigo, James Jordan, fueron asesinados por dos adolescentes en un área de descanso de Lumberton (Carolina del Norte). Poco después, Michael Jordan se retiró por primera vez y en febrero de 1994, intentando cumplir el sueño de su padre, firmó por un equipo de la Liga de Béisbol. Atemperó un poco su carácter cuando regresó a la NBA en marzo de 1995. “En las canchas de béisbol”, explica Phil Jackson, “tuvo que hacer frente a la mediocridad, enfrentarse a las situaciones que conocían muy bien muchos de sus compañeros en el baloncesto. Se levantaba a las cinco de la mañana para entrenarse y a veces no llegaba a golpear ni una bola. Cuando regresó al baloncesto era mucho más comprensivo y paciente con sus compañeros”.

Los títulos también aplacaron su ánimo. No soportaba que le echasen en cara que no era tan bueno como Magic Johnson o Larry Bird. Los dos le reconocieron como el más grande. La frase de Bird, después de que anotara 63 puntos en un partido en el Boston Garden, lo dice todo: “Creo que Dios se ha disfrazado de jugador de baloncesto esta noche”.


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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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