Pepitos de crema y chocolate para volver a la infancia
Estos dulces son uno de los bocados más recordados de la niñez de muchas personas. No son fáciles de hacer, pero la forma final da un poco igual: lo importante es disfrutar con ellos.
La memoria gustativa es poderosa: los sabores de la infancia, ya muy lejanos, se recuerdan casi con tanta claridad como los de la cena de anoche. No sabría explicar, a nivel neurológico, por qué ocurre: para eso hay personas mucho más preparadas que yo. Lo que sí sé es que todos hemos querido revivir en algún momento de nuestras vidas lo que comíamos cuando éramos pequeños: el guiso de la abuela, la tarta que nos hacían en nuestro cumpleaños, las croquetas de mamá. ¿Quién no ha intentado recrear esos platos en su cocina alguna vez? ¿Quién no se ha frustrado porque esas recetas medidas cariñosamente a ojímetro no nos dan el mismo resultado? ¿A quién no se le ha querido escapar una lagrimita cuando lo ha conseguido?
Uno de estos retos asumí yo: recrear los pepitos de crema y chocolate que comía cuando era pequeña. En mi cabeza eran una especie de panecillos dulces, una masa entre un pan de leche y un brioche, rellenos de crema pastelera y bañados con chocolate únicamente en la parte superior. Y digo “en mi cabeza” porque el recuerdo es lejano, ya que los comía hace veinte años o más en León, cuando los peligros del consumo de azúcar en los niños aún no había llegado a oídos de los padres.
Jamás los volví a ver, por lo que me pregunté: ¿son los pepitos un dulce típico de León o se comen también en otras regiones de España? Dado que internet me dio pocas respuestas, descubrir su origen también se convirtió en un reto. Adelanto que no conseguí resolverlo, a pesar de que conté con la ayuda de mi compañera comidista Rosa Molinero Trias y la leonesa afincada en Barcelona Luján Fernández, pero al menos la breve investigación dio algunos resultados.
El primero: solo los leoneses y una salmantina identificaron clara y rápidamente al pepito como el bollo que yo recuerdo; sin embargo, no se percibe como algo leonés. En general, las demás personas a las que se les consultó identificaron como “pepito” a un bocadillo de ternera con diferentes ingredientes dependiendo de la Comunidad Autónoma. El segundo, que la RAE define pepito como “bollo alargado relleno de crema o chocolate”, por lo que el pepito existe y ni los leoneses, ni la salmantina, ni yo estamos locos. La tercera, que este dulce no debe ser muy típico fuera de Castilla y Léon porque todos los nombres que me dieron desde otras comunidades para identificarlo -petisú, petit choux, chocolatero, palo catalán de crema, relámpago, suso, bollito de crema y pachanga- hacen realmente referencia a éclairs, chuchos y similares, pero no al pepito como tal. Con el que seguramente estarán emparentados, claro.
Después de toda esta historia, os dejo con lo importante: como muchas otras recetas de bollería, no es del todo sencilla. Si los pepitos no salen como para para ponerlos en el mostrador de una pastelería, no pasa nada, no es el objetivo. Sí lo es entretenerse un rato, algo bastante necesario para el espíritu en estos tiempos locos que corren. Y quién sabe quizás, si con un poco de suerte, también os acaba recordando a algún sabor de la infancia.
Dificultad: Requiere cierta concentración y paciencia.
Ingredientes
Para la masa
- 400 g de harina común + un poco extra para el amasado
- 150 ml de leche templada
- 10 g de levadura seca (de pan)
- 50 g de mantequilla a temperatura ambiente
- 50 g de azúcar
- 1 huevo
- 1 pizca de sal
Para la crema pastelera
- 400 ml de leche
- 3 yemas
- 50 g de azúcar
- 30 g de harina fina de maíz
- Un trocito de piel de limón o una vaina de vainilla
Para la cobertura
- 200 g de chocolate cobertura semi amargo
Instrucciones
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