'Celebrity Bake off': Un concurso rápido, divertido y sin humillaciones
Ni jueces irritantes, ni concursantes gritones, ni una duración eterna: la competición de repostería de Amazon Prime, que se estrena el jueves con Esperanza Aguirre, Esty Quesada o Chenoa como concursantes, no es 'Masterchef 2'.
¿Puede un talent culinario de postres con celebridades ser amable, rápido, simpático, tener jueces agradables y nada irritantes, y ni un solo concursante histérico ni histriónico? Puede, se llama Celebrity Bake off España y se estrena en Amazon Prime Video el jueves 16 de diciembre.
Escribo esto habiendo visto los ocho primeros episodios de un total de 10, de ¡52 minutos cada uno! —Masterchef dura más de tres horas—, y habiéndolo pasado bien. Me he reído, me he entretenido, no me ha ofendido ni incomodado ningún comentario impertinente, ninguna estupidez de ningún concursante. Sé, por tanto, quiénes son los primeros eliminados, cosa que no desvelaré porque si lo hiciera seguro que vendrían sicarios de Jeff Bezzos —el magnate de Amazon— y como mínimo me secuestrarían. Porque el programa será amable, pero ya sabemos que estas multinacionales no se andan con chiquitas (voy al grano, que no quiero perderme ahora en soflamas anticapitalistas).
¿He aprendido a hacer repostería fina después de este visionado exhaustivo? No, evidentemente. ¿Es esa la intención de un formato de este tipo? Tampoco, claro. Pero te pueden entrar ganas de comprarte un recetario de postres, apuntarte a un curso de cocina sofisticada o como mínimo entrar en la web de El Comidista y ver los vídeos donde Mikel López Iturriaga nos muestra su arte a la hora de hacer el ridículo. En todo caso, habrás pasado un rato estupendo y habrás llegado a una conclusión: se puede ser afable sin ser cursi, se puede crear expectación sin ser borde y se puede uno entretener sin entrar a matar.
Dicho esto, vamos con un decálogo de lo que podemos encontrar en este formato internacional que se estrenó hace más de 10 años en la BBC y que Cuatro estrenó con un resultado irregular en 2019.
1. Es un goce para los sentidos. Es todo bonito, incluido el paraje en el que está rodado, los claustros de Ayllón, en Segovia. Tiene los ingredientes justos de ironía y destila buen rollo. No apto para cenizos, ni para cínicos, ni para amargados, ni para gente necesitada de guerra, ni de bilis, ni de palabras hirientes. Por tanto:
2. No vais a encontrar villanos. No hacen falta para hacer manzanas caramelizadas, ni rellenos para bizcochos. Tampoco hay parodias que rayan la homofobia, como en otros talents. Si queréis ver seres malvados os vais a ver Succesion, por ejemplo. Si queréis ver seres haciéndose los enojados o los airados, pegando broncas o humillando a otros seres, aunque sea de pega, os vais a ver Pesadilla en la cocina, ese espacio donde todo es tan real… Si queréis gags viejunos os vais a ver la edición de Masterchef con Florentino Fernández.
Si queréis ver momentos tensos en un reality de cocina, revisitáis El Xef, aquel espacio de Dabiz Muñoz, que emitió Cuatro, sobre el chef de Diverxo, que trabaja 14 horas al día y que considera que si quieres puedes, y que es el ejemplo de la cultura del esfuerzo. En ese espacio, mezcla de documental mezcla de reality, el chef se enfadaba todo el rato. El Comidista dio su veredicto en su día. A ellos les gustó más que a mí, la verdad.
Vale, pero entonces ¿qué invento es este?
3. No hay nada nuevo en este 'Bake off'. Nada que no hayamos visto antes en un espacio de este tipo, pero es un buen divertimento y tiene duende. Se ve con gusto, no te sientes mal en ningún momento, y la dulzura de los postres que cocinan te llega al sofá. Y eso está bien. Es un formato al uso, sí, pero todo es aire puro. Bueno para estos tiempos aciagos. Muy bien, y ¿quién sale?, os estaréis preguntando.
4. El 'casting' es un jolgorio: Esperanza Aguirre, Esty Quesada —alias Soy una pringada—, Andrés Velencoso, James Rhodes, Yolanda Ramos, Chenoa, Pablo Rivero, Soraya, Adriana Torrebejano, Paula Gonu, Joan Capdevila y Eduardo Iturralde. Se ayudan entre ellos y está claro que han venido a jugar. A JUGAR. Ya está. No hay personas con posibles trastornos mentales, ni concursantes que se hagan pasar por trastornados. Son gente que quiere participar en un bonito concurso de pastelería (y ganar un dinerito, claro). Buena parte de ellos son graciosos de verdad, NO se hacen los graciosos. Que a estas alturas a esos los detectamos a miles de kilómetros. Son ¡naturales! y simpatiquísimos (qué descubrimiento Pablo Rivero o Adriana Torrebejano y su capacidad para reírse de sí mismos. Adoro a ese tipo de gente. Como Yolanda Ramos, que es oro también). No impostan, aleluya.
5. Lo mejor para mí: Esty Quesada y sus momentos con Esperanza Aguirre, pareja a la que, por razones obvias, el concurso pone a interactuar desde el primer momento. Los montajes de sus intervenciones cruzadas son delirantes, pero ni siquiera los fans irredentos de Esperanza —que los hay— pueden sentirse ofendidos. Dos frases al azar de Esty: “Por favor, controlen su heterosexualidad”, dirigida a los concursantes hombres heteros que en un momento dado hacen gala de su testosterona. O “cada vez que me valora el jurado espero tres frases, eres inútil, tu madre no te quiere, y te vamos a echar”. O esta otra: “Veo una piñata y veo que hay un palo y mi mente vasca dice: destruir”. ¿Lo que más agradezco del elenco? Que sean buena gente, que no se pongan histéricos, que no epaten, que me cuenten cosas amables a través de sus postres (ese homenaje de Adriana Torrebejano a su madre, con un postre de la montaña de Montserrat). ¿Y quién los juzga?
6. Un jurado cordial que es un gusto, la verdad. Lo componen la chef Clara Pérez Villalón —cuya tarta de queso, dicho sea de paso, es alucinante— y el maestro chocolatero Frédéric Bau. Ambos, sin borderías, ni soberbias ni humillaciones, juzgan los postres tras la cata. “Vaya, parece que se puede”, piensa una cada vez que los ve valorar a los concursantes. No hay mensajes escondidos subliminales, ni nos venden batidos saludables, ni antiaging, ni dietas macrobióticas. Aquí solo vamos a ver a un jurado —justo y honesto dentro y fuera del plató—, dilucidar quién ha hecho los mejores macarons, entre otros postres. Veamos un ejemplo bonito del talante de uno de sus miembros:
7. Bau es un repostero reputado, autor de un libro formidable, Gula razonada, donde cuenta sus intenciones de repensar la repostería francesa: aligerarla, eliminar sus excesos en mantequilla y grasas para que sea más saludable. Es un pastelero preocupado por la obesidad y que cree que los profesionales como él tienen una responsabilidad social. “Estamos deforestando todo el planeta para plantar el peor cacao del mundo, que ni siquiera debería llamarse cacao”, le he oído decir a Bau, que recordemos, es maestro chocolatero. Lástima que este señor no esté en nuestra cadena de televisión pública. Nosotros, en cambio, tenemos a la chef Samantha Vallejo Nájera, por ejemplo, jurado del mega triunfal Masterchef, emitido en TVE y superpopular gracias a él. Con esa popularidad podría haber hecho como Bau, preocuparse por el poder de la gastronomía, o aceptar una oferta de McDonald’s para promocionar uno de sus menús, Happy por dentro, happy por fuera, se llamaba (OMG!) donde contaba las bondades de esa cadena y lo saludable que podía llegar a ser. ¿Qué diríais que hizo Samantha?. Exacto. La compañera comidista, Mònica Escudero lo contó aquí, y tras el revuelo, la cadena de fast food retiró el vídeo de su canal de YouTube. Pero la entusiasta chef no se arredró: tiempo después la vimos anunciar Nutella. Al maestro Bau le explotaría la cabeza.
Bueno, pero alguna pega habrá, ¿no? ¿O es un concurso perfecto?
8. Las pegas. Me dice un afamado periodista gastronómico y con criterio televisivo: “Tiene buen ritmo, no es excesivamente dulzón y es ágil. Lado malo: es un poco previsible a veces, un formato de concurso que hemos visto mil veces. Y las pruebas y veredictos se hacen un pelín largos”. Yo le replico que sí, que suscribo, pero que a cambio juega con mucho sentido del humor y con buenismo bien, con las frases sueltas de los concursantes, con sus declaraciones a cámara. Y luego lo mezcla todo fenomenal para crear un relato televisivo distendido y frugal, que encima enlaza con un buen relato gastronómico. Tenemos razón los dos. Pero como este es mi texto, aquí van mis razonamientos:
9. Las mezclas perfectas. En el concurso vemos desfilar crema de limón, merengues, bizcocho de manzana, pastel con forma de frutas, geles, pasta sablé, tartas de varios pisos o naked cakes, tarta Pavlova, bombones rellenos, gel de frutas, bizcochos, simpatiquísimos desastres culinarios, y todo con un cierto sentido. Agradezco mucho, por ejemplo, ver los postres en evolución y las prisas y los horrores. Cada episodio es temático, y cada tema está razonado, pero sin que nadie nos dé el coñazo con ello. Los presentadores, Paula Vázquez y Brays Efe son correctísimos y simpáticos. Hay cero dramas, nadie llora con rabia, las eliminaciones no son el fin del mundo, sucede todo en un plató luminoso en el que uno se quedaría a vivir… Yo no le pido más a la vida, la verdad. Bueno sí:
10. Mi rendibú a los montadores. Que les den un premio o un sobresueldo a ellos, a los guionistas, el equipo técnico, cámaras incluidos. Son una parte fundamental del programa, capaz de que el humor que destila el talent no sea repetitivo, ni forzado, que la pareja del jurado guíe y acompañe todo el rato y nunca te dé vergüenza ajena. Pensad en que se han tragado horas y horas de grabación, de pasteleo en todos los sentidos, buscando las ocurrencias de cada uno de los concursantes, de los gestos de los presentadores, de los comentarios del jurado y ensamblándolos después. Si eso no es arte, yo ya no sé qué es. También es verdad que luego, me consta, se zampaban los postres.
Mariola Cubells es periodista especializada en Televisión y colaboradora de la Cadena SER y TV3. También escribe de gastronomía en Guía Repsol.
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