El primer vino de plátano de Canarias
Un productor tinterfeño elabora un vino de plátano que no sólo está bueno: también sirve para aprovechar parte de los millones de kilos de esta fruta que se tiran cada año.
Estimada Santísima Inquisición del Vino, antes de empezar a escribir exhabruptos sobre la ignorancia del que escribe, leed lo siguiente: aunque en los países con tradición vitivinícola cuando hablamos de vino nos referimos a la bebida procedente de la fermentación alcohólica de la uva fresca, en muchos lugares del mundo donde o no se cultiva la vid o bien es una práctica reciente, es tradicional elaborar bebidas fermentadas alcohólicas a partir de otras frutas.
¿A eso se le puede llamar vino?
Según la R.A.E, sí. Cuando uno teclea ‘vino’ se encuentra con estas dos acepciones:
1. m. Bebida alcohólica que se hace del zumo de las uvas exprimido, y cocido naturalmente por la fermentación.
2. m. Zumo de otras plantas o frutos que se cuece y fermenta al modo del de las uvas.
El Diccionario de la Lengua Española no sería el único texto que daría por buena una definición amplia de vino. Publicaciones tan prestigiosas como Wine Folly o The Oxford Companion to Wine aprueban el uso de frutas distintas a la uva en la elaboración de vino. También la legislación europea autoriza a los países miembros a permitir que se etiqueten como vino las bebidas hechas a partir de frutas distintas a la uva –y las legislaciones del Reino Unido y EE.UU., lo mismo.
Aún así, hay abanderados de la vitis vinifera que negarán que se pueda hablar de vino de plátano. Y con ellos choca de frente Carlos Guevara, director de Bodegas Platé.
“No me han dicho perro pero me han enseñado el bozal”, explica Guevara. Y sigue: “El problema de los que están metidos en el mundo del vino es que son recalcitrantes y no aceptan ningún tipo de innovación que no sea sota, caballo y rey”.
Aunque para elaborar Platé se usa plátano, su proceso de vinificación es prácticamente igual al de otros vinos. Los plátanos se pelan a mano, se trituran, se prensan para obtener mosto y este se fermenta en depósitos de acero inoxidable con saccharomyces cerevisiae, la levadura que juega un papel más destacado en la fermentación alcohólica. Posteriormente el vino se clarifica, se embotella y sale al mercado.
En 2019, Bodegas Platé produjo 20.000 botellas. Se venden principalmente en las Islas Canarias y Alemania pero, si quieres, puedes comprar directamente al productor. “A los 45 me quedé en paro y no encontraba trabajo”, cuenta Vergara cuando le pregunto sobre cómo surgió la ideae: “Pensé: ‘¿Qué tenemos en Canarias que no se esté aprovechando?’. El plátano se vende fresco y hay pequeños elaboradores de mermelada, pero cada año se tira un montón. Luego vi que en la Isla de Guadalupe y Australia se hace vino de plátano… y empecé”.
En 2017, unos 17 millones de kilos de plátano se tiraron al vertedero para evitar el desplome de su precio debido a la sobreproducción. Así que más allá de lo que pensemos de Platé como producto gastronómico, habría que aplaudir una inciativa que además de generar empleo y negocio aprovecha una materia prima que se va a la ‘pica’, como dicen en Canarias. Además de dos vinos tranquilos -obtenidos mediante la fermentación alcohólica natural- de plátano; un semiseco y un semidulce, Bodegas Platé también elabora un vinagre con esta misma fruta, otro vinagre de mango y un par de vinos espumosos, uno de fruta de la pasión y otro de moras.
Pero aquí hemos venido a catar. ¿A qué sabe Platé?
Me abro una botella de Platé Blanco de Plátano, la versión más seca. El líquido es de un bonito color amarillo paja. Cuando lo acerco a la nariz me asaltan aromas de fruta tropical madura: plátano, obviamente, pero también fruta de la pasión. En este rango están algunas Sauvignon Blanc de Nueva Zelanda que arrasan en los mercados anglosajones. En la boca tiene un tacto suave, un cuerpo medio o medio bajo, una textura glicérica muy acusada y una acidez muy leve que deja cierta sensación salina. Cuando espiro regresa el aroma a plátano, ahora mucho más evidente, y un poco a piel de la misma fruta.
No es un vino con mucha complejidad. Es un vino aromático, fácil, agradable, a la altura y en el estilo de muchísimos verdejos del supermercado que tanto triunfan comercialmente. Me encaja como un vino de fresqueo y de aperitivo en un chiringuito playero. También podría funcionar acompañando postres.
Rastreando la internet vinícola, encuentro pocas menciones a Platé. De las pocas que encuentro, la mayoría son negativas y muy pocas se atreven a decir que antes de criticar, hay que probar. Uno de los pocos valientes es Eric Vicente, Jefe de Sala y Sumiller del restaurante Cinc Sentits de Barcelona, con una estrella Michelin.
“No recuerdo cómo caí en este vino. Lo probé hace más de un año”, me cuenta Vicente: “El caso es que estábamos preparando maridajes en el restaurante y siempre intentamos sorprender al cliente. Es un producto interesante, divertido y bien elaborado. En una cata a ciegas más de uno metería la pata. Una botella igual no me la bebería pero en un maridaje, una copa… sí.”. Eric Vicente admite que aún no ha hecho nada con Platé, pero está seguro de que en un futuro lo usará, tal vez para maridar con la parte dulce del menú.
Como dice el sumiller, quizá no sea un vino para súper-entendidos, pero tiene su público. Y tal como está el mundo del vino, atraer a nuevos consumidores no está de más: seguro que a las uvas no les molesta.
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