'Gastrodrama' en la primera cita
¿Qué cosas no se deben hacer jamás con la comida o la bebida cuando quedas por primera vez con alguien? Gastrónomos y personas del mundo de la hostelería revelan qué les haría decir "next".
Una vez quedé con un chico que me recogió en su coche mientras sonaba el CD de Maluma; ahí termina la historia. La música reguetón es una línea roja en cualquier primera cita. Se compara a que desprecien tu libro preferido, confiesen que no soportan a los animales, o pronuncien aquello de "ni feminismo, ni machismo, yo creo en la igualdad”. Durante esa primera cita tampoco se admiten llamadas de la ex, anécdotas sobre la ex, lo que sea de la ex. O peor, llamadas de la madre para comentar cómo ha ido el día. De esta primera impresión depende que haya una segunda, incluso una tercera, así que pasa de los temas escatológicos y, por lo que más quieras, mastica con la boca cerrada.
Traslademos el planteamiento a la gastronomía. Al cenar con alguien (llámalo cita), te dispones a ofrecer mucha información sobre ti mismo, y de ella depende que llegues a los postres o que te lancen a la zanja y se inventen una llamada de urgencia. Hay minas que puedes evitar pisar.
Hemos preguntado a colaboradores y amigos sobre sus experiencias más desastrosas y lo que no estarían dispuestos a aceptar en una cita. También a jefes de sala y sumilleres reconocidos, que ellos han visto de todo. A continuación, los 10 gastrodramas que dan al traste con el romance antes de levantarse de la mesa.
Elegir el restaurante más cool
Hay ternura en los adolescentes que se citan en McDonald’s para comer una hamburguesa, pero si lo haces a partir de los 20, te estás disparando en el pie. Pasa del fast food y la franquicia, como consejo vital, pero tampoco hace falta que reserves en el Ritz. “Mucha gente cae en el error de intentar aparentar. No piensan donde querría ir la otra persona y se la llevan a una marisquería, cuando lo más importante es la naturalidad”, opina Jorge Dávila, jefe de sala en A’Barra (Madrid, 1*), Buenas tapas y dos cervezas pueden superar a un restaurante finolis y de moda.
Para muestra, el relato de nuestra comidista Inma Garrido. “La primera vez que fui a cenar con mi cita en cuestión, él eligió un restaurante japonés que le habían recomendado, ’muy moderno y muy guay’. Al llegar estábamos solos, y lo estuvimos hasta el final de la cena. Pedimos cuatro platos, entre ellos un ceviche (el japonés era fusión), que costaba 12 euros. Lo que nos trajeron fue media lima -media lima como tú entiendes media lima, del tamaño de media lima de verdad, o sea, pequeña- y en esa media lima iba el ceviche. Mi acompañante me cedió todo, es decir, los tres dados; y por mi cara debió de entender que, en según qué, el tamaño sí importa”, confiesa.
Mejor resérvate esto para otro momento. GIPHY
Dártelas de entendido con el vino
La sumiller de La Terraza del Casino (Madrid, 2**), Maria José Huertas, defiende la importancia del vino en el amor. Puestos a pasar el trago, que sea con elegancia. Ahora bien, también se ha encontrado con clientes que van de “entendidos” y creen que, por pagar más, van a beber mejor. “Los hay que eligen el tipo de vino más caro, por lo general champán y Dom Pérignon. Corrigen al sumiller delante de la persona a la que quieren impresionar, dándoselas de listos. Y además piden decantaciones que no son necesarias, porque así se sienten más influyentes”, señala.
Coincide en el relato David Robledo, quien está al frente de la bodega de Santceloni (Madrid, 2**). Para una primera cita desaconseja los comportamientos “ostentosos”, y recuerda que hay vinos con una relación calidad/precio ajustada. “Tampoco es bueno ir de listillo. Aunque sepas de vinos, es mejor ser humilde y permitir que te recomiende el sumiller. Todavía más si no sabes”, opina. ¿Y en caso de que, directamente, no te guste? “Hay quien bebe poco, o incluso no bebe, pero llega a una cita y se obliga a pedir una botella. Como encima están nerviosos, beben rápido y a la media hora están fatal”, admite Huertas. Moraleja: tranquilo, sé tú mismo. Excepto si todavía sigues poniendo dos hielos en la copa de vino blanco. En ese caso, evoluciona.
Tú cuando tu acompañante es un listillo. GIPHY
Pedir platos engorrosos de comer
Entre las imágenes que apagan los fuegos más ardientes, están las de hombres que se dejan puestos los calcetines cuando se meten en la cama, y hombres que pelan gambas con dedos chorretosos y succión de cabeza incluida. A nuestro líder comidista, Mikel López Iturriaga, le persigue esta pesadilla. “Mis amplios conocimientos de gastronomía en primeras citas, casi todos adquiridos con el visionado de incontables programas de First dates, me dicen que no hay que pedir bajo ningún concepto platos con moluscos, langostinos o cualquier alimento que te empuje a cogerlo del plato para chuperretearlo o succionarlo. Por paradójico que pueda parecer, ver a alguien comiendo almejas no es sexy”, asegura el gurú.
El drama va más lejos, y no entiende de fronteras. ¿Acaso alguien ha logrado comerse un taco de cochinita pibil con dignidad? “También desaconsejo los espaguetis, los fideos asiáticos o la sopa con muchos tropiezos estilo ramen: con los nervios del encuentro es fácil llevarse demasiada cantidad de comida a la boca y parecer un o una zampatortas. Un último achtung para la comida informal que se come con las manos, tipo pincho XL o taco mexicano chorreante: si se te rompen, o se te cae algún trozo de la boca, proyectarás imagen porcina. Y si te manchas los morros, el olor no será precisamente a feromonas”. Estás advertido.
Pídete otra cosa, anda. GIPHY
No respetar los gustos del otro
Una de mis peores citas de la historia tuvo lugar en uno de los mejores restaurantes de Valencia. Y no, no fue el chico de Maluma. Esta vez, el drama era que yo quería pedir unas bravas, pero él estaba tan obstinado en impresionarme, o apabullarme, que le cantó al camarero media carta de mariscos. Y luego dijo: “Quita las bravas”. No, tío, game over. La importancia de la primera cena no reside tanto en la calidad de la comida, que ya habrá de tiempo de compartir, sino en descubrir la conducta de la otra persona sobre la mesa. Y en este sentido, la generosidad es esencial.
Algo similar decía David Robledo, de Santceloni, con respecto a la bebida. “Lo que yo sugeriría es preguntarle a la persona que está contigo si le gusta el vino, y cuando te lo confirme, interesarte por sus preferencias para pedir”, aconseja el sumiller. Da igual que estés en un japonés que en un asador, el maridaje perfecto pasa por la consideración. “Hay quien solo bebe tinto, quien solo bebe blanco, o incluso quien prefiere el espumoso para acompañar toda la cena. Creo que lo correcto, lo adecuado, e incluso lo educado, es adaptarte a tu acompañante”, concluye Robledo.
Ey, ¿¡y mis bravas!? GIPHY
Intoxicar mediante los fluidos
“No pidas ciertas comidas si la otra persona es alérgica”, dijo Mònica Escudero, jefa de edición de este medio, y yo pensé que hablaba de cosas normales hoy en día, como el gluten o la lactosa. Pero iba mucho más lejos. “Es una primera cita, pero todos sabemos cómo van las cosas en los tiempos de Tinder, así que es un momento tan bueno como cualquier otro para dar a conocer que algunos alérgenos alimentarios pueden transmitirse a través de los fluidos corporales”, asegura. Lo sé, una declaración de impacto, a mí me noqueó. “De verdad, no me lo invento, hay papers al respecto: algunas proteínas de frutos secos no se degradan con la digestión, y algo parecido le pasó a una amiga con el aguacate”, iniste. Y jura que la amiga no es ella.
No querrás que tu cita acabe así. GIPHY
O intoxicar en modo cocinillas
De nuevo Inma Garrido, que ha sido muy castigada por el azote del amor. Ahora relata otra cita con un muchacho que estaba de visita en la ciudad. “Se quedaba en mi casa y decidió preparar la cena. Como él no sabía cocinar, optó por lo fácil: una tabla de quesos y una ensalada. La verdad es que todo por separado estaba muy bueno, pero junto me estaba pareciendo una mezcla de esas que ves que no. Total que, efectivamente, en cuanto aquello empezó a hacer la digestión, la tripa me empezó a rugir como el coche de Danny Zuko”, recuerda con delicadeza. Nos ahorra la parte escatológica, y termina: “Sin entrar en detalles, acabé con una gastroenteritis aguda, deshidratada y pasando la noche en el hospital.”. Si no sabes cocinar, acepta tus limitaciones y ve a lo seguro.
No es momento de jugar a Masterchef. GIPHY
Ser especialito, indeciso, rarer
El director del Grupo La Sucursal (València), Javier de Andrés, lleva media vida en la sala. Ha visto mucho, “empezando por esa gente que pide tofu en la primera cita”, bromea (más o menos). Pese a todo, el amor le brindó un momento comprometido en su esfera personal. “La primera vez que cené con mi mujer, pedimos jamón y ella apartó la grasa. En serio. Todavía no sé cómo hubo una segunda cita”, reconoce. Porque sí, todo ese rollo de aceptar a las personas tal y como son está muy bien, hasta que descubres que hace ruido al masticar y le pone mayonesa al arroz.
Que cada quien se aguante las rarezas, digo yo, y opina lo mismo la productora Comidista Julia Laich. Como pecados capitales en este tipo de encuentros, destaca “pedir cosas que no están en la carta o, casi peor, pedir que te cambien un montón de cosas del plato”. Se refiere a preguntas del tipo: “¿Me puedes quitar el queso de la pizza, y ponerle aceitunas, y quitarle las anchoas, pero dejarle la mitad de la albahaca y ponerle un poco de orégano?” Le indigna: “Pero vamos a ver… ¿¡Por qué no te pides otra cosa que te guste o directamente cocinas a tu gusto en tu casa!?”.
Apoya la moción Santi Borrás, editor de vídeo en Unto, la productora que hace los vídeos de El Comidista: “No hay nada peor que ir a una heladería y que tu acompañante pruebe todos los helados antes de decidirse por uno. ¿Puedo probar este?¿Y este?¿Y este?¡Vergüenza ajena!”.
No seas pesao. GIPHY
Tratar mal a los camareros
No hay mucho más que explicar en este punto. Si trata mal al camarero, HUYE. En general, en la vida, pero más en la primera cita. Si te quedas, solo puedes esperar una película de terror.
Corre, Forest, corre. GIPHY
Dar demasiadas vueltas a la cuenta
La velada ha sido un éxito, habéis llegado hasta los postres, y todavía seguís brindando. Pedís la cuenta al camarero, que sale con una cajita de madera entre las manos, y cuando la deposita sobre la mesa… horror. ¿Quién paga? El apoquine es un minidrama en toda primera cita, cuando las partes no se conocen, y se plantean si es adecuado invitar, si la otra persona espera hacerlo, o incluso si se tomará a mal que paguéis a medias. “Yo soy más clásico, me gusta la invitación entre las parejas, pero cada vez hay más gente que paga a medias”, admite Jorge Dávila.
A este jefe de sala solo hay un detalle que le espanta: remolonear con la cuenta. ·Hay clientes que, de repente, se llevan un susto. Ves que empiezan a darle vueltas al papel y a repasar si el importe es correcto, incluso lo comentan en voz alta. Son gestos que no dan una buena sensación al acompañante”, opina. Porque sí, estás en modo seducción, no pega hacer el rata. Ya habrá tiempo para darle a la calculadora cuando se hayan pasado los efluvios del amor.
No te pongas en modo contable. GIPHY
No ser tú mismo
Obvio, ¿eh? Después de darte la murga, de decirte que hagas esto, pero que no hagas aquello, de ponernos en modo consejeros del amor, como si fuésemos todos unos rompecorazones… Ahora te salimos con esto. La conclusión viene a ser muy Disney: muéstrate tal y como eres.
Incluso si no sabes comer bogavante, si la carta de vinos te parece un jeroglífico o si es la primera vez que te llevas una ostra a la boca (con lo del tofu córtate, eso sí). En serio, deja las apariencias y los perfumes de Loewe a un lado, porque será la única manera de que acabes ganando tiempo.
No fuerces nada. Disfruta. Pasa de las gastrochorradas. Y recuerda: si pese a todo te deja, seguro que el plantón/bronca/ruptura fue culpa del restaurante, no tuya.
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