Ideas de reciclaje para no tirar comida
Un festival de arroces, bocadillos, croquetas, revueltos y tortillas perfectos para evitar el despilfarro alimentario, algo básico en un país en el que cada habitante tira 250 euros en comida al año.
Tirar comida es malo para la economía, para la sostenibilidad del planeta y también para el amor propio, ya que significa que no hemos sabido gestionar bien la entrada y salida de comestibles. Si las dos últimas cosas te dan igual, seguramente saber que cada español tira al año 250 euros en comida sí te tocará directamente, porque es bastante más interesante gastárselos en cosas útiles o divertidas que dejar que acaben en el cubo de la basura.
Para que no te pase eso, en este artículo te damos un montón de ideas para no desaprovechar restos de guisos, estofados y todo tipo de platos ya cocinados, además de asegurarte que la fruta y verdura que compraste con tan buena intención no acaban en el contenedor del compost. Arroces, bocadillos, croquetas, revueltos y tortillas listos para dar una primera o segunda vida a cualquier sobra que tengas orbitando por la nevera. Porque la sostenibilidad empieza en casa.
Carnes
Aunque prácticamente todo es susceptible de formar parte de un buen bocadillo -desde la escalivada hasta la merluza rebozada, pasando por el tofu o un curry de pollo- la carne es el caso más evidente y sencillo. Esa media pechuga securria que corre serio peligro de ser olvidada volverá a la vida si la picas, la mezclas con algún encurtido, un poco de mostaza y las hojas verdes que tengas en la nevera y la metes entre dos rodajas de buen pan (o encima de una, a modo de tostada).
Clara Pérez Villalón nos da un consejo extrapolable a casi cualquier resto que tengamos: hacer empanadas a tropel. “La masa casera es facilísima y si le añades un buen sofrito cualquier cosa es reutilizaba: carnes, pescados, pollo, verduras… Si estoy perezosa me tiro al hojaldre relleno, para el que compro la masa hecha y sólo tengo que amalgamar ingredientes”. Las obleas para empanadilla también son unas buenas aliadas, si no tenemos demasiada cantidad de sobras (aunque con un sofrito y un par de huevos duros la cosa se alarga bastante).
Nuestro crítico Jordi Luque -y su otro yo, por una vez se han puesto de acuerdo-, ha pronunciado la palabra mágica: croquetas. “Cualquier resto cárnico es croqueteable y hay que perderle el miedo a hacer la bechamel y ligar la masa de la croqueta; por mal que te quede será mucho mejor que cualquier congelada”, apunta con criterio. Si tenéis problemas para trabajar la bechamel en frío sin que luego quede un mazacote croquetil, podéis añadir un par de hojas de gelatina neutra o un poco de agar agar a la masa. Estas gelatinas termorreversibles se endurecen en frío y vuelven a quedar líquidas cuando se calientan.
Donde el resto del mundo vé restos de carne, en la cabeza de nuestra colaboradora Raquel Piñeiro hay un buen plato de ropa vieja (con todas las versiones que puede conllevar). “Y otra idea que sirve para la carne y para lo demás, cualquier cosa puede servir para rellenar una tortilla mexicana. Pescado, guisos, hasta los restos menos apetecibles quedan disfrazados una vez envueltos en una tortilla. Como decía una publicidad de allí, ‘todo cabe en un taco si se sabe acomodar’”.
Convertir los restos de carne o aves en un guiso de legumbres es un pispás (y está buenísimo). Con un sofrito de cebolla, ajo y tomate como base, solo hay que añadir un poco de agua -muy poca-, especias al gusto, legumbres ya cocidas y dar un hervor al conjunto durante un par de minutos. Y usarlos para enriquecer unos huevos al plato, con una base de guisantes y un sofrito básico, también apaña la mar de bien.
Quesos
Si se te ha momificado un queso curado, tira de tu rallador más imbatible y de bíceps y haz que acabe en un plato de pasta: el calor y la salsa harán que se funda igual, y podrás disfrutar de su intenso sabor sin sufrir la textura zapatillesca. Si lo que tienes es el típico batiburrillo que incluye un minitrozo de siete quesos diferentes, calienta un poco de nata y haz una salsa (si hay algunos duros, rállalos antes o córtalos pequeños y dale con la batidora). Podrás usarla para patatas, pasta, para una tostada con verduras o para rematar una crema o puré.
Nuestra reportera coctelera Mar Calpena tiene un truco hasta para aprovechar las cortezas, que guarda religiosamente para utilizarlas en sus caldos. Un truco que ya te contamos en esta receta exprés con parmesano, pero puedes ampliar a cualquier otro queso de corteza comestible, pero demasiado dura para ser disfrutable. Si preparas un rissoto con él, su sabor ganará enteros. Otro destino habitual de los restos de quesos en chez Calpena es la pizza, y esto aplica también para verduras asadas o restos de embutido.
Pescados
Si es un pescado que está bueno frío, no dudes en usarlo para hacer unos huevos rellenos que dejarán los de atún de lata en una anécdota. Funciona bien con pescado blanco y casi cualquier tipo de resto, pero con escabeches es directamente una locura. Si no quieres añadir mayonesa -o te da pereza hacerla-, prueba con un aguacate maduro triturado. Si lo que le ha pasado a tu pescado es que se ha quedado demasiado seco, prueba a convertirlo en una ensalada, desmigado con unos garbanzos cocidos, aceitunas y una vinagreta sabrosa que le devolverá la vida.
Un salteado de verduras con arroz, pasta, quinoa o cualquier otro cereal también es un buen destino para esa media ración de pescado o guiso de calamares, mejillones o lo que tengamos. En el caso de los moluscos y mariscos más delicado es mejor añadirlos a cualquier preparación ya fuera del fuego, porque una exposición directa al calor los secará demasiado. Si el mal ya está hecho y están perfectamente comestibles pero como la mojama, lo mismo que con el pescado: en trocitos y a una ensalada, rematando una crema de verduras o con un poco de mayonesa en un sandwich.
Frutas y verduras
Para no tener que tirar nada, Marta Miranda suele “apatrullar el cajón de verduras del frigo y hacer salteados muy cortos con garbanzos de bote, o crema de verduras en la olla rápida -adiós pereza- añadiendo una patatuela para dar un poco de textura. Si tengo puerros y zanahorias que se están quedando olvidados, hago una crema con cada cosa sin siquiera lavar la olla entre una y otra elaboración -adiós pereza de nuevo-; si hay variedad de verduras, una crema con todo”.
Raquel Bernácer, nutricionista y cocinera de guardia, sabe lo que es que te pille el toro de las vacaciones con la nevera repleta y dos semanas fuera de casa por delante. “Lo que suelo hacer es transformar las verduras en cremas y congelarlas en porciones. Los curries también son muy socorridos en estas situaciones: los hago con legumbre de bote y los congelo en porciones individuales. Viene muy bien para cuando regresas y tienes la nevera vacía”.
Otro truco que, además de para no tirar algo que se puede comer os puede ahorrar dinero a los que lo compráis especialmente para hacer caldo: la parte verde más tosca del puerro es perfecta para este menester. Si la congelas en una bolsa de zip, la tendrás siempre lista para añadirla directamente al agua fría, cuando vayas a empezar la cocción.
La jefa de nuestras redes sociales, Patricia Tablado, también tiene sus trucos para no tirar verdura: “Aparte de que casi todo sea ensaladizable -que para mí es una salvación-, también soy del equipo de ‘todo es tortilleable’. Mis experimentos tienen un éxito desigual pero eso no hace que me rinda”. Si quieres que el éxito sea regular y tirando a 10 sobre 10, recuerda que todo lo que no suelte agua tendrá buen fin en una tortilla.
Bernácer, lo hace aún más fácil y se confiesa “muy fan de transformar cualquier resto de verduras en un revuelto que me gusta alegrar con bien de ajo y perejil”. En tres minutos, una comida apañada. Jordi Luque vota por apañar un salteado con los restos de verduras asadas que te alegrará una pasta, y añade que “el tronco de las crucíferas -brócoli, coliflor, romanesco…- es delicioso pelado, cortado en juliana fina y aliñado con la vinagreta que te salga de la cucharilla”.
Si lo que amenaza con ponerse pocho es la fruta, la solución está al lado de la nevera: concretamente, en el congelador. Si la congelas a trozos la tendrás lista para hacer batidos frescos con yogur o leche o helados caseros. Si eso te parece demasiado trabajo, Mar Calpena tiene una propuesta aún más simple: “Si la uva amaga con ponerse pocha, la congelo y me la voy comiendo en plan golosina helada entre horas (ni confirmo ni desmiento que también sirva para enfriar cócteles con cava en plan setentero)”.
Guisos, arroces y similares
Mikel López Iturriaga, además de jefe comidista, también es un ser humano que odia el despilfarro. Confiesa que con este fin a veces hace una cosa un poco guarrindonga, que es reconvertir los restos de los arroces en sopa. “El procedimiento es muy sencillo: rehogo un poco de cebolla, ajo y, si tengo, tomate triturado o picado. Cuando la cosa se parece a un sofrito, añado los restos de arroz -si tiene tropiezos grandes, los pico un poco antes-, rehogo un minuto y añado caldo de pollo o de verduras. Llevo a ebullición, corrijo de sal y pimienta y listo”. Será muy culinariamente incorrecto, pero qué queréis que os diga: mucho mejor tomarse una sopa sustanciosa que un arroz plastoso.
Los restos de estofados o guisos de legumbres que no dan para alimentar a todos los habitantes de la casa también es fácil que languidezcan en la nevera, con riesgo de llegar a estropearse. Para alargar los de legumbres, el arroz hervido es uno de los mejores aliados: hierve un puñadito por persona, añádelo al guiso con un poco de agua de la cocción y caliéntalo todo junto. Ya tienes comida para todos (y te has ahorrado cocinar). El mismo arroz, puré de patatas, un bote de garbanzos -el colmo del minimalismo en esfuerzo- o una patatas fritas en dados servirán para restos de guisos de carne o pescado.
Clara Pérez Villalón también tira de patatas, pero sube la apuesta añadiendo un ingrediente con el que deberían ir siempre de la mano. “Una opción común en casa es la de los huevos fritos, con patatas y lo que haya en la nevera para que no se estropee. Esta versión funciona siempre” (y no me extraña). Marta Miranda tiene un truco infalible para los restos del cocido. “Los convierto en un salteado dorado y crujiente cortando las carnes en dados pequeños y salteándolas con los garbanzos que hayan sobrado hasta que hagan crunch”, nos cuenta nuestra Defensora del Cocinero.
¿Cuál es vuestro truco infalible para no tirar comida? Compártelo en los comentarios y ayúdanos a reducir el despilfarro alimentario.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.