Lo que aprendes comiendo en 14 bodas
En los tres últimos años, nuestra reportera Lucía Taboada ha ido a más bodas que la prima de Liz Taylor. Por eso sabe cómo aprovechar al máximo los banquetes, y qué se lleva y qué no en la gastronomía nupcial.
Contando con las bodas que tengo en este 2018 habré estado en 14 nupcias en los últimos tres años: ríete tú de Katherine Heigl. 14 bodas que me han servicio para hacer acopio de ideas -muchas de ella de venganza- y también para proponer este artículo a los jefazos comidistas, que han accedido por solidaridad obrera. Habrá gente que diga que el mejor momento de una boda es el “sí, quiero”; la entrada resplandeciente de la novia, la coreografía que los casados llevan meses ensayando abnegados con el espectáculo, el baile paterno-filial o el discurso-emotivísimo-de-turno. No os dejéis engañar: el mejor momento de una boda es comer, un ejercicio que vas profesionalizando a medida que acumulas experiencia. Así, boda a boda, aprendes que:
- Como al supermercado, no hay que ir con hambre: si optas por no ingerir alimentos antes de la boda para hacer hueco estomacal (o, seamos francos, para hacer hueco en el traje) estarás cometiendo un error de envergadura. Esa misa de dos horas sin haber desayunado se te va a hacer larguita. El autobús camino de la boda te va a parecer la intemerata. Prepara tu estómago para lo que le viene, y no escatimes en refuerzos naturales, artificiales u Orfidales.
- Cuidado con la mezcla alcohólica del aperitivo, cuando se produce el conocido como síndrome buffet: hay tanta oferta en lo referente a la bebida que terminas cogiendo un poco de todo. Pasa un camarero con un mojito, y te apetece un mojito. Pasa un camarero con un vermut, y abandonas el mojito por el vermut. Pasa un camarero con un vino blanco, y abandonas el vermut por el que habías abandonado previamente un mojito. Y así escalonadamente hasta llegar a la cerveza. Cervezas que, por cierto, se pierden. Constantemente. En una boda todos terminamos bebiendo del vaso de todos.
- Tu hombre de referencia es el cortador de jamón: Es la persona más querida del enlace. Hay cortadores de jamón que se han ido ellos a la luna de miel. Hay invitados que directamente se plantan delante de la caseta del jabugo, hincan codo en la barra, y mientras hacen acopio de platos, van recibiendo suministros de cerveza de otros cómplices. El cortador de jamón da a la boda el toque de distinción que compensan a la baja los invitados que lo rodean.
- Y tu mesa de referencia, la de los quesos: Si la zona del cortador de jamón parece la entrada en Madrid un viernes de Semana Santa, la segunda opción mayoritaria del público es la mesa de los quesos. Quesos con panes, tostadas, galletas, frutas, frutos, peras, higos, cereza, tomates cherrys, mermeladas. Quesos que parecen sacados de un catálogo de Benetton.
- Hay gente que se sitúa estratégicamente en el pit-lane: Esto es, en la zona de salida de los camareros. Si optas por situarte al fondo de la sala, jardín, o superficie en la que tenga lugar la boda, alguna de las bandejas no te van a llegar: insistimos, hay invitados muy profesionales. El doctorado Harvad-Aravaca en bodas es un gremio muy fuerte.
- Hay que calcular bien las fuerzas: Siempre habrá a tu alrededor un amigo que se ponga cegarruto en los aperitivos -normalmente suele coincidir con el que se coloca en la caseta del jamón como fan de Justin Bieber antes de un concierto- y que diga eso de "a mí ya no me entra nada. Me voy a sentar por sentarme". Hay aquí dos opciones: que se lo termine comiendo todo pese a su persistente soflama. O que, seis horas después, persiga como un Velociraptor la recena (ver siguiente punto).
- Los aperitivos o la cena pueden tener sus más o sus menos, pero de lo que no queda rastro nunca es de la recena: Hablamos aquí de ese pequeño convite que sale durante la noche –si la boda es de día- o muy pasada la noche si el festín ha sido en la cena. Normalmente está compuesto por minibocadillos, minihamburguesas, minipizzas, tacos, chocolate con churros, fuentes magnánimas de chocolate, o golosinas que contradicen cualquier recomendación de la OMS. La entrada de la recena en la sala podría ser narrada por cualquier locutor de National Geographic. A las cinco de la mañana toda lorza oculta, saber estar, dignidad, elegancia o traje impoluto importa menos que comer. El alcohol genera agujeros espacio-temporales en las submocosas estomacales solo saldables con ingestas ultracalóricas.
Después de volcar aquí todo mi conocimiento en este campo -con el tiempo que he empleado documentándome, podría haberlo vendido a 21 Días-, decidí adentrarme en la parte técnica. Para ello pregunté a profesionales del mundo del catering bodorril qué se lleva y qué no en las bodas contemporáneas: sobre si pasan miedo o no cuando las hordas se les abalanzan como si las croquetas fueran la vacuna del ébola en plena pandemia mundial no me atreví a preguntar. A veces es mejor no saber lo que piensan de ti mismo.
Lo que está de moda en las bodas
“Hemos notado que los novios ya no quieren una comida tan formal de varios platos. Hay platos en mesa pero con aperitivos más largos” nos cuentan desde el catering Cardamomo, que este año tiene más de ochenta bodas en agenda. El aperitivismo que se prolonga durante horas es la principal tendencia, con el showcooking presente en varios puestos en los que “se preparan huevos de codorniz, arroces, huevos trufados, o hamburguesas”, dice su propietario Carlos Gamito. En este sentido, continúan en auge los foodtrucks o gastronetas.
La empresa barcelonesa Caravan Made nació en el año 2014 con el objetivo de crear un proyecto gastronómico propio a través de caravanas vintage. “Empezamos a ofrecer servicio para bodas porque nos llamaban interesados por la caravanas, donde hacíamos parte de la comida, o donde ésta servía como complemento”, nos cuenta Silvia Cabra, cofundadora de un proyecto que cuenta además con un obrador de catering y un restaurante. Por ejemplo, como parte del aperitivo, hacen “un córner de barbacoa en la caravana”, que también se podría proponer como recena.
El aperitivo ha sufrido una progresiva internacionalización, con platos de la gastronomía japonesa, mexicana o hindú, pero todavía se mantiene una prevalencia por lo nacional. “Triunfa mucho la croqueta”, dice Gamito, y además existe una tendencia que invita a resaltar la gastronomía local. Si estás en Galicia tiene que haber una pulpeira. Si estás en Castilla La-Mancha, que no falten los torreznos, sofisticados . Si es en Madrid, “nos han llegado a pedir hasta puestos de callos a la madrileña”. Y claro está, también se reclama el motivo biográfico personalísimo, “unos novios que se conocieron en Bélgica nos pidieron, por ejemplo, un puesto de mejillones con patatas”, cuenta Silvia Cabra.
En definitiva, cuenta, lo que se demanda es algo que “se sale de lo convencional, con “productos más frescos, exóticos y sorprendentes”. Incluso bodas que llegan a convertirse en “un mercado, con varias caravanas”. Una sofisticación que también ha llegado a la bebida “con cocteleros que hacen de todo”. Lo mismo te sirven un Rob Roy que te recolocan la corbata. También está en boga la autonomía del invitado: “el botellín frío es el rey. Así que ponemos tarros, cubos o bañeras antiguas llenas de botellines”, cuenta Carlos Gamito. El botellín I. Y el Vermú, V de España, que también triunfa dispuesto en vasos serigrafiados.
Lo que ya no está de moda
El bogavante contundente, más crecido que tu primo del pueblo, “ha desaparecido mayoritariamente". "Al menos encima de un plato como tal", describen desde Cardamomo catering. "Ahora se pide marisco de otra manera, como base de algún plato. Por ejemplo, un tartar de tomate, aguacate y bogavante con vieira”.
En el mismo lugar en el que se quedó el bogavante, pidiendo cita en el INEM, están también los solomillos y los canapés demodés con medio kilo de hojaldre. “El típico entrante frío menos fresco cada vez es menos reclamado, especialmente por la gente joven”, asegura Cabra. Y como guinda del pastel, el propio pastel. Las tartas repollo recubiertas de toneladas de nata, con figurines apolillados de los novios en la cima y con un sable propio de Sir Lancelot, ni están, ni se les espera.
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