¿Engordan igual los refrescos sin azúcar?
El efecto de las bebidas con edulcorantes genera controversia científica, pero los refrescos 'light' o 'zero' no ayudan en nada a llevar una alimentación saludable.
Seguro que a estas alturas a nadie le sorprende la relación directa entre el uso de bebidas azucaradas y la obesidad. Pero las bebidas que contienen este ingrediente no son más que un actor, entre tantos, de la realidad que nos ha tocado vivir. Uno más, pero destacado, ya que la omnipresencia de estas bebidas -acompañada de la publicidad constante-, hace de esta gama de productos una cabeza visible en la lucha contra el exceso de azúcar. Sin ir más lejos, ahí tenemos las medidas fiscales que, de un tiempo a esta parte, plantean gravar con un impuesto especial las bebidas azucaradas.
Sin embargo, un reciente metaanálisis también arroja dudas sobre aquellos productos edulcorados y sin azúcar que de alguna forma se plantean como parte de la solución, y concluye que el consumo de bebidas edulcoradas -sí, sin azúcar- también está relacionado con el incremento del riesgo de padecer obesidad.
El problema y su solución (o no)
Los primeros en tomar cartas en el asunto ante la cruzada antiazúcar han sido los fabricantes. Durante las dos últimas décadas -y actualmente- la industria ha centrado parte de su publicidad en las supuestas ventajas de consumir refrescos en los que se sustituye el azúcar por edulcorantes acalóricos. Bebidas cuya denominación comercial está asociada a expresiones como "zero", "light", "sin", etcétera. En realidad no es que exista una bondad implícita en su naturaleza, ya que su rasgo más destacado es el de no incorporar la maldad del azúcar añadido. Para que nos entendamos: una película no pasa de ser mala a ser buena solo por prescindir de unos pésimos actores.
El supuesto valor de las bebidas con edulcorantes se centra en su ausencia de calorías, o al menos en tener muchas menos que el producto original. Así se limitaría el ingreso de calorías extra, conocidas como 'vacías' y asociadas desde hace años de forma bastante concluyente con el riesgo de padecer obesidad (junto a otros condicionantes del estilo de vida).
Así que, sobre el papel, prescindir de las calorías de los refrescos con azúcar y sustituirlas por las versiones edulcoradas solo parece tener ventajas. Sobre todo para una sociedad que ha sido educada desde su nacimiento con la explicación del balance energético: se engorda cuando se ingieren más calorías que las que se gastan y, a la inversa, se adelgaza cuando se gastan más calorías que las que se incorporan con los alimentos. Parecía sencillo. Pero resulta que no lo es.
La polémica y la causalidad inversa
En los últimos años han sido varios los estudios que, con diversa metodología, se han centrado en estudiar la relación de las bebidas azucaradas con una de las variables que más obsesiona a los consumidores: su peso.
El último de ellos es Sugar and artificially sweetened beverages linked to obesity: a systematic review and meta-analysis (Bebidas azucaradas y con edulcorantes artificiales, y su relación con la obesidad: una revisión sistemática y metaanálisis) en cuyas conclusiones se puede leer con poco género de dudas: “Nuestro estudio demostró una asociación significativa de los refrescos con azúcar y de aquellos edulcorados con la obesidad. Este hallazgo aumenta el conocimiento sobre el tema y pone de relieve los negativos efectos clínicos tanto de las bebidas con azúcar como de las edulcoradas en su relación con el riesgo de obesidad”.
Aunque parece bastante elocuente, lo cierto es que este estudio presenta ciertas sombras de incertidumbre. Empezando por el hecho de que todos los estudios que han formado parte de la revisión son de carácter observacional. Es decir, se contrasta el consumo total de refrescos que hace una determinada población -ya sean con azúcar o con edulcorantes- y se observa su estatus ponderal. Los resultados de dichos estudios contrastan que el consumo de refrescos, sean del tipo que sean, es mayor en personas con obesidad. Lo cual no es decir mucho, ya que es posible que estemos ante un caso típico de causalidad inversa: las personas con exceso de peso eligen, dadas sus circunstancias, refrescos con edulcorantes… y no es que sean los refrescos de esta naturaleza los que causen su obesidad. Lamentablemente, esta publicación no hace mención de esta posibilidad en su apartado de "discusión". Tampoco se hace demasiado hincapié en que para llegar a sus conclusiones hayan tenido en cuenta tan solo tres artículos (los que cumplían con sus estrictos criterios de selección).
No se vayan todavía, aún hay más
Otro de los aspectos negativos del artículo mencionado es que no hace referencia a otros estudios ya publicados sobre el tema. Aunque no consistan en la observación de la relación entre el consumo de refrescos con edulcorantes y la incidencia de la obesidad, existen otras publicaciones que han analizado el uso de este tipo de bebidas con la variable ‘peso’, concretamente sobre la posibilidad de adelgazar.
Uno de los más sonados fue The effects of water and non-nutritive sweetened beverages on weight loss during a 12-week weight loss treatment program (El efecto del agua y de las bebidas edulcoradas acalóricas sobre la pérdida de peso en un programa de pérdida de peso de 12 semanas) cuyo resultado supongo desconcertará a muchos: “Los resultados muestran que el consumo de agua no es mejor que el de las bebidas edulcoradas para la pérdida de peso en un programa integral que incide sobre el comportamiento”. Lo más llamativo sin embargo llegó dos años más tarde ya que posteriormente se evalúo la pérdida de peso y el peso recuperado en un año entre los que solo bebían agua y los que incluían refrescos edulcorados. Sus resultados los puedes consultar en The effects of water and non-nutritive sweetened beverages on weight loss and weight maintenance: A randomized clinical trial (El efecto del agua y de las bebidas edulcoradas acalóricas sobre la pérdida y mantenimiento del peso: un ensayo clínico aleatorizado) sus conclusiones fueron demoledoras: “Los usuarios habituales de bebidas con edulcorantes acalóricas perdieron mucho más peso y mantuvieron dicha pérdida de forma significativa, frente a aquellos a los que se les pidió beber solo agua y dejar de consumir bebidas con edulcorantes. Estos resultados proporcionan un apoyo en el uso de este tipo de bebidas a la hora de perder peso y mantener dicha pérdida”.
A pesar de la concienzuda metodología de estos estudios hay algo que pone una sombra de duda sobre sus conclusiones: ambos fueron subvencionados por la Asociación Americana de Bebidas. Es posible, solo posible, que se dé en este caso una situación similar a la de este estudio, cuando se puso de relieve que los intereses económicos pueden sesgar los análisis científicos cuando se investiga la relación entre bebidas azucaradas y obesidad. Cuando hay un potencial conflicto de interés económico, se quintuplica la probabilidad de que las revisiones sistemáticas determinen que la relación entre el consumo de refrescos azucarados y la ganancia de peso no es concluyente, en comparación con aquellas que carecen de este tipo de conflictos.
En la otra cara de la moneda, el estudio sin conflictos de interés declarados Review of the nutritional benefits and risks related to intense sweeteners (Revisión de los beneficios y riesgos nutricionales de los edulcorantes) concluye: “Los numerosos estudios disponibles no proporcionan pruebas de que el consumo de edulcorantes artificiales usados como sustitutos del azúcar aporten mayores beneficios en relación al control del peso, la regulación de la glucosa en sangre en pacientes diabéticos ni a la incidencia de la diabetes tipo 2”. Además, apostilla en su texto, que “no se debería recomendar el uso de refrescos azucarados ni de bebidas edulcoradas artificialmente como sustitutos del agua”.
Al mismo tiempo hay otros trabajos que han sopesado la utilidad de los edulcorantes acalóricos ya sea dentro de los refrescos o no. El estudio Low-calorie sweeteners and body weight and composition: a meta-analysis of randomized controlled trials and prospective cohort studies (Edulcorantes bajos en calorías y su relación con el peso y la composición corporal: un metaanálisis de ensayos clínicos aleatorizados y estudios de cohortes prospectivos) determina que “el uso de los edulcorantes bajos en calorías ofrece modestas pérdidas de peso y por lo tanto podrían ser una herramienta útil en la consecución de la pérdida de peso y su mantenimiento dentro de una estrategia general con dicho fin”. Unas conclusiones bastante similares a las de este otro estudio.
Entonces: ¿engordan o no engordan?
Tomar una decisión única tan simple como optar por los edulcorantes acalóricos frente al azúcar en los refrescos con el fin de modificar una cuestión compleja -adelgazar o no aumentar de peso- no suele tener resultados inmediatos. La obesidad es una enfermedad-trastorno-situación -quédate con lo que más te convenza- con amplias implicaciones genéticas, metabólicas, sociales y culturales.
Más allá de la controversia científica, parece más que probable que la mayoría de la población haya trasladado a las bebidas sin azúcar el conocido como efecto halo. Este fenómeno tiene lugar cuando la inclusión de un elemento considerado como saludable -o, como en este caso, sin calorías- influye de forma errónea a la hora de promediar con la naturaleza menos saludable (calórica) del resto de componentes de una ingesta. Otros lo llaman "efecto sacarina" y lo conoces: “póngame una tostada triple con mermelada y mucha mantequilla, y un café con leche desnatada y con con sacarina”, para caer en la falacia promediadora. En el caso de hoy, sería algo así como tomarse una bolsa de panchitos sabor barbacoa, una ración de ensaladilla y dos de bravas con tres refrescos de cola zero viendo por la tele la final de la Champions.
No te equivoques: la inclusión de refrescos en tu dieta habitual, sean con o sin azúcar, no ayuda en nada a adoptar un patrón de alimentación adecuado, algo que decididamente sí afectará tanto a tu peso como a tu salud.
Si quieres más información sobre el tema, sugiero que sigas las actualizaciones del blog Lo que dice la ciencia para adelgazar de Luis Jiménez, que ya ha publicado varios post al respecto como este, este o este otro.
Juan Revenga es dietista-nutricionista, biólogo, consultor, profesor en la Universidad San Jorge, miembro de la Fundación Española de Dietistas-Nutricionistas (FEDN) y un montón de cosas sesudas más que puedes leer aquí. Ha escrito los libros “Con las manos en la mesa. Un repaso a los crecientes casos de infoxicación alimentaria” y “Adelgázame, miénteme. Toda la verdad sobre la historia de la obesidad y la industria del adelgazamiento” y -muy importante- es fan de los riñones al jerez de su madre.
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