Sopa de tomate y parmesano

La sopa fría de hoy la probé por primera vez en la masía de unos amigos ingleses en la provincia de Girona. Su artífice es María, una fantástica cocinera que trabaja para ellos cuando tienen tropecientos invitados como yo gorroneando. Esta circunstancia se da con bastante frecuencia, puesto que la casa es chulísima y ellos, los anfitriones más generosos del planeta.
Me gustó porque no se trata de un gazpacho enguarrindongado con queso. Más bien estamos ante una sopa que presenta, en un formato diferente y muy veraniego, tres ingredientes que se llevan muy bien en todo tipo de platos: el tomate, el parmesano y la albahaca. La simplicidad de preparación es máxima, y el resultado, de lo más satisfactorio.
La guarnición que usó María fueron unas colas de gamba pasadas por la plancha, pero se le puede poner lo que se quiera: jamón, piñones... o nada. Lo más importante para que este plato brille es que el tomate no venga de algún invernadero alienígena, sino que haya sido criado por algún ser humano en la tierra y haya madurado al sol.
Dificultad: Para estúpidos.
Ingredientes
Para 4 personas
- 800 g de tomate maduro
- 1/2 cebolla tierna
- 1/2 ramita de apio
- 200 ml de nata líquida ligera (18% de materia grasa)
- 100 g de parmesano
- 40 g de piñones
- 3 o 4 ramas de albahaca
- Aceite de oliva virgen extra
- Azúcar
- Sal
- 12 colas de gambas (opcional)