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De camarero a atender un millón de seguidores en las redes: “A veces mis compañeros me piden que llame a la Inspección de Trabajo. No me duele que se queden sin un empleo precario”

Detrás de la cuenta ‘Soy Camarero’ está el rostro de Jesús Soriano, una voz firme contra los excesos y malas prácticas que aún persisten en la hostelería

Soy camarero
Paz Álvarez

Más que un influencer, se considera la voz de sus compañeros de profesión: los camareros. Jesús Soriano (Alzira, Valencia, 38 años) pasó 18 años trabajando con la bandeja en la mano antes de dedicarse por completo a Soy Camarero, la cuenta que creó hace ocho años y desde la que da voz a más de un millón de seguidores. En Instagram reúne 455.000, en X suma 165.000, en Facebook alcanza los 312.000, y en TikTok, donde acaba de estrenarse, supera ya los 80.000. Es autor, además, del libro Soy camarero. El cliente no siempre tiene la razón (Grijalbo), sobre el día a día de un camarero y sus anécdotas con los clientes. De vez en cuando deja las pantallas y se quita el mono de un trabajo, que empezó por necesidad a los 16 años, y ayuda en la barra de El Raconet, el bar de una amiga en Algemesí (Valencia).

Pregunta. ¿Alguna vez pensó que llegaría tan lejos en las redes sociales?

Respuesta. Nunca pensé que podría tener tanta aceptación. Creé la primera cuenta en Facebook porque no veía representados a los camareros; era un nicho vacío. Poco a poco, los seguidores me convirtieron en el altavoz que hasta entonces no tenía la gente de sala. A los cocineros siempre se les ha dado más valor. Yo hablo de todos los rangos.

P. Básicamente, denuncia la precariedad laboral del sector.

R. Hay bastante precariedad, pero también doy derecho de réplica a los restaurantes o bares con críticas negativas. Además, he empezado a colaborar con CC. OO. para ofrecer asesoramiento y difundir consejos sobre derechos laborales y el convenio de hostelería. El objetivo es ayudar a los profesionales del sector y avanzar en la mejora de sus condiciones.

P. Comenzó a trabajar por necesidad, ¿pero sigue ejerciendo su profesión cada vez que puede?

R. Sí, lo necesitaba, pero enseguida vi que me encantaba mi trabajo. La vocación sigue ahí, y por eso comento tanto lo bueno como lo malo. Es un oficio que siempre ha sido duro. Hay quien dice que hablo mal de la hostelería, pero no es cierto: hablo de quienes se aprovechan y no respetan los derechos de los trabajadores. No me voy a callar, porque esta profesión es muy bonita, vocacional, y me gusta ayudar a la gente a encontrar empleo.

P. ¿Hay casos de abusos sangrantes?

R. Los hay. He llegado incluso a enviar mensajes a la Inspección de Trabajo. En una ocasión publiqué un vídeo de un trabajador que fue denigrado por un encargado, no por el dueño del local. Lo compartió Yolanda Díaz y el caso se hizo viral. La Inspección de Trabajo intervino. En otra, a un food truck que participaba en la Champions Burger lo expulsaron de la competición por no respetar los derechos laborales de sus empleados. Me acusaron de haber dejado sin trabajo a esa gente.

P. ¿Lo lamenta?

R. No lamento dejar sin trabajo a un camarero que está en precario. En el caso del food truck, fueron los propios trabajadores quienes me avisaron para ver cómo podían mandar una inspección. A veces mis compañeros me piden que llame a la Inspección de Trabajo, y no me duele que se queden sin un empleo precario. Hay que ser más duros con la explotación laboral. Si alguien no puede contratar a su personal cumpliendo la ley, que no abra un restaurante. Hay quien pretende que los trabajadores le levanten la empresa pagando dos duros.

P. ¿A usted le han explotado?

R. Sí, la mitad de las empresas para las que he trabajado me han explotado. No todos los empresarios son iguales; hay quienes están de mi parte. Y con eso me quedo: con el lado bueno de la hostelería. Pero, ¿de quién es la culpa de que este sea un trabajo puente, porque no se pueda vivir de él?

P. ¿De quién es?

R. De esa gente que va de empresario y no lo es. No se pueden tener turnos partidos, los pluses de nocturnidad ni se huelen, y tampoco se pagan las horas extra; las propinas suelen justificar el sueldo mínimo que muchos ofrecen. No se puede pagar 900 euros más propinas. Algunos incluso descuentan del sueldo del personal la vajilla que se rompe o cuando alguien hace un ‘simpa’. No pueden sancionar de la nómina si no hay suspensión de sueldo. La empresa nunca pierde, el camarero, sí.

P. Ante este panorama, ¿sigue habiendo camareros vocacionales?

R. Sí, hay muchos lugares que cuidan a su personal, y ese porcentaje es elevado. Pero no se puede exigir vocación cuando las condiciones son mínimas y la vida laboral no se puede compaginar con la personal. Deberían prohibirse los turnos partidos. Hay muchos piratas que se aprovechan del sector.

P. Hace unos días, criticó al presidente de la CEOE por tildar de ocurrencia la propuesta de la ministra de Trabajo de ampliar el permiso retribuido por fallecimiento hasta 10 días.

R. ¿Cuántos días se coge [Antonio] Garamendi si fallece un allegado suyo? Los demás no somos robots. No es ninguna animalada aprobar los 10 días para poder descansar ante un suceso así. Pero igual sucede con la reducción de horas, también se lleva las manos a la cabeza. Afortunadamente, ya se prohibió el trabajo infantil. La humanidad va a avanzando.

P. ¿En los que tienen estrellas Michelin se trabaja en mejores condiciones?

R. Deberían dar ejemplo, pero no siempre lo hacen. Solo hay que recordar lo que dijo Jordi Cruz: que antes éramos más espartanos, metiendo 14 horas al día en el oficio. Decía que era algo bonito y sacrificado. Yo le respondí que éramos trabajadores explotados, cumpliendo los sueños de otros. Hay chefs muy famosos que hacen firmar contratos de confidencialidad a sus empleados. Y hay que decirles a esos cocineros que la gente no come de expectativas, come del trabajo que se hace.

P. ¿Hay algo de esperanza, teniendo en cuenta la queja de que faltan profesionales?

R. Sí, hay gente interesada en profesionalizarse y en quedarse en la profesión, en no estar de paso. Pero queda muchísimo por hacer. Muchos se van a países nórdicos o a otros sectores porque allí las condiciones son mejores. Para que haya profesionales, hay que pagarles. Es más fácil decir que la gente no quiere trabajar. Cuando me llega una buena oferta de trabajo y la publico en redes enseguida me llegan 30 o 40 currículos.

P. El título de su libro dice mucho: El cliente no siempre tiene la razón. ¿Es difícil lidiar con los clientes?

R. Tengo que decir que en España hay muy buena clientela; lo he comprobado en mis 18 años de experiencia. Pero también hay clientes que vienen solo a fastidiar el día o que no respetan los horarios. Siempre pienso que cuando vas a un banco o a un abogado se respeta el horario de cierre, pero en hostelería no siempre es así: siempre hay alguien que quiere tomarse la última. O llaman a los camareros como si llamaran a un perro, o hacen ruido con la monedita en la barra para anunciar que quieren pagar. Eso, sinceramente, me producía taquicardia.

P. También está el camarero que por mucho que lo llames nunca te ve.

R. Sí, eso pasa, pero suele ser cuando va muy atareado y no puede atender varias cosas a la vez. Luego están los casos de compadreo: se pone una tapa a unos amigos y a otros no. Ahí se nota la diferencia entre un camarero profesional y otro que no lo es. Son gestos feos.

P. ¿En qué se nota que un camarero es profesional?

R. Un profesional está atento a lo que ocurre en las mesas o en la barra; no ignora a nadie. Hay detalles que parecen lógicos: si pones un café, hay que llevar el azúcar. Recuerdo una ocasión con dos amigos que pidieron un bocadillo; intuí que lo iban a compartir y, sin que me lo pidieran, les puse un cuchillo. Hay que anticiparse al cliente. También existe el camarero cargante, que busca llamar demasiado la atención, y eso no me gusta. Tampoco me gustan los graciosillos ni los indiscretos; hay camareros que, sin querer, han llegado a romper parejas.

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Sobre la firma

Paz Álvarez
Periodista especializada en gastronomía. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, tiene un programa de desarrollo directivo por el IESE. En 1993 comenzó a escribir en la sección de Madrid y, en 1997, se incorporó al diario CincoDías, donde creó la sección de Directivos y ha sido jefa de la sección de Fortuna hasta 2022.
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