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‘Maritozzo’, el bollo romano similar a la bamba de nata que conquista obradores de medio mundo

De masa abriochada, la clave de este tradicional bocado reside, según los expertos, en un punto de dulzor justo y su elaboración con nata fresca

Maritozzo
Maritozzi clásicos del obrador Cientotreinta grados, en Madrid. Imagen proporcionada por el establecimiento.
Helena Poncini

Hasta hace no mucho tiempo, salvo en muy contados lugares, para comerse un maritozzo había que volar hasta Roma y allí, cerca de la plaza Vittorio Emmanuele, ir por ejemplo a Regoli, una de las pastelerías canónicas de la ciudad donde tomarlo. Un bollo, parecido a un brioche de forma redonda, abierto por la mitad y relleno de nata, que ahora, gracias en gran parte al poder globalizador de las redes sociales, se puede encontrar en Londres, Madrid, Ankara o Quito.

Por buscar un símil conocido, el maritozzo se asemeja a una bamba de nata. Solo se asemeja, porque, en realidad, la comunicadora gastronómica Anna Mayer asegura que, el italiano es poco dulce, “un brioche muy ligero y esponjoso, relleno con nata fresca pasteurizada que no debería llevar (o casi) azúcar”. “Se juega con el equilibrio de todo. Cómo lo hagan ahora...”, afirma la italiana, de familia romana y conocida como Panepanna.

La propia web oficial de turismo de la capital italiana le dedica una entrada a este dulce de origen en la antigua Roma, según explican, y cuyo nombre viene de “un apodo popular a partir de la alteración de la palabra marido”. Además, en la página hacen referencia a la historia popularizada de manera reciente, según la cual, detrás del bollo habría una costumbre romántica: “En el siglo XIX, durante el primer viernes de marzo de cada año, entonces conocido como el Día de los enamorados, los jóvenes prometidos regalaban pequeños panecillos dulces a sus prometidas. Se solía decorar los panes con pequeños corazones de azúcar, escondiendo en su interior un anillo u otra joya de oro. Por tradición, y para probar su competencia culinaria, las doncellas no casadas preparaban igualmente los maritozzi (en plural) que presentaban a los solteros de turno, quienes elegían a sus futuras esposas, valorando el pastel que mejor les había sido obsequiado”. Preguntada por dicha historia, la comunicadora gastronómica italiana Anna Mayer, dice desconocerla. “Los romanos viven ajenos a esto”, aclara, aunque la versión se extiende gracias, en gran parte, a su difusión en redes sociales.

Quizá porque los obradores miran más al norte de Europa y a Francia en busca de inspiración, lo cierto es que encontrar maritozzo en España, a día de hoy, no es tan fácil. Hay dos obradores en Madrid que lo tienen a la venta, aunque no todos los días, ni en todas las épocas del año. Los primeros en ponerlo en las vitrinas fueron, allá por 2019, Alberto y Guido Miragoli en Cientotreinta grados, con una receta de la que partieron de cero y que definen como una masa abriochada, pero con menos carga de grasa y huevo que un brioche tradicional, y que rellenan, en la versión más clásica, de nata fresca montada. “Si pienso en maritozzo, pienso en Roma”, dice Alberto Miragoli, al mando del obrador, quien explica que él y su hermano tienen un vínculo personal con el bollo por sus orígenes romanos. Ellos lo venden solo los fines de semana, como parte de su oferta de bollería más especial, y además de la tradicional rellena de nata han probado con otras versiones como la de trufa y cremoso de avellana; fresas salteadas con nata montada (en recuerdo a un postre del Gambara donostiarra); y la de pasta de castañas con nata y un toque de armañac, en recuerdo al postre Mont Blanc. Los venden a 3 y 3,50 euros.

También lo elaboran, aunque entra y sale de la vitrina como producto temporal, en Acid Café. Con dos establecimientos en Madrid y uno en Berlín, además de la tradicional nata, aquí le incorporan café de origen Brasil y avellanas. En Maison Glacée, aunque lo llaman bamba de nata, lo cierto es que es una versión muy próxima a la creación romana, con una nata poco azucarada montada en el momento. Y también se puede encontrar a cuatro euros en Aliter Dulcia, un obrador que lidera Isabel Pérez en Gijón y especializado en “pastelería internacional”. “Tengo con Italia una especial relación personal y profesional y los dulces italianos están presentes en nuestros expositores desde siempre. El maritozzo es uno de los emblemas de Roma y los elaboramos según la receta tradicional y siempre con la panna, al modo romano”, comenta Pérez, licenciada además en Historia del Arte. La receta en cuestión se puede encontrar en el libro Souvenir (Col&Col), el segundo de la pastelería de un total de cinco publicados

'Maritozzi', de Aliter Dulcia, en Gijón. Imagen proporcionada por el establecimiento.
'Maritozzi', de Aliter Dulcia, en Gijón. Imagen proporcionada por el establecimiento.

Los maritozzi han traspasado los Alpes italianos para extenderse por Europa, en algunos casos, a través de comercios monoproducto dedicados solo a la comercialización de este dulce. Así ocurre, por ejemplo, en Dolce VyTA, del pastelero Matteo Manzotti, y situada en el mercado londinense de Covent Garden. Sus versiones del bollo romano son de las más compartidas en redes sociales como Instagram y TikTok y aparecen en los rankings elaborados por creadores de contenido como uno de los postres que se ha de probar en la capital británica. Además de la clásica con nata —a la que aquí añaden vainilla de Madagascar—, no faltan las de pistacho, con fresas, ediciones limitadas con cerezas y la posibilidad de bañarlos en chocolate caliente o en crema de pistacho. La Piccola Deli, en el barrio de Kensington, también ofrece una versión rellena de nata con trozos de pistacho.

Nueva York, Ankara, Ámsterdam, Tokyo, Quito... el maritozzo continúa su conquista y en torno a él, en plataformas como TikTok, se generan todo tipo de contenidos. Desde la búsqueda del mejor de Roma, hasta publicaciones que retan a comerse en 30 minutos un maritozzo de un kilo. Sin embargo, la fachada que más se repite entre todas las fotografías y vídeos relacionados sigue siendo la de Regoli, la clásica pastelería de Roma. “Ahora un producto prende la mecha y se extiende como el fuego si funciona. Aun en el caso de que no sea increíble, quizá lo parece porque lo tomas en el lugar del que es originario. Una vez que lo llevas hacia afuera y lo universalizas corres el riesgo de que se diga no es para tanto”, comenta Anna Mayer. A quien visite la capital italiana, ella recomienda tomarse un maritozzo. “Mi familia iba a Romoli o a Regoli. Roscioli trabaja muy bien lo que es horno y pastelería”.

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Sobre la firma

Helena Poncini
Es redactora en Gastronomía. Antes pasó por Gente y Estilo y por El País Semanal. Trabajó como redactora y fotógrafa para varios diarios españoles y portugueses en Lisboa, entre ellos 'El Periódico de Catalunya', 'Correio de Manha' y 'Jornal i'. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de EL PAÍS.
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