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Lecturas sobre cocina que solo buscan el amor verdadero

Norman Douglas, Isabel Allende o Laura Esquivel, y sus recetarios sin receta, avivan el apetito y abren el corazón

recetas de cocina y amor
Las grandes ideas surgen sentados en una mesa o codeados en la barra de un bar, con copa en la mano y boca llena.GETTY IMAGES

En ocasiones, las grandes ideas surgen sentados en una mesa o codeados en la barra de un bar. Con copa en la mano y boca llena. Así es, con el estómago contento, nos permitimos desear. Comemos y hablamos de comida. O de algo relacionado con el acto de comer. ¿Cuántas veces atribuimos a la alimentación nuestro estado anímico? ¿Cuántas otras, al acto de cocinar es la excusa perfecta para avivar nuestro pensamiento? ¿En qué infinitas situaciones hacemos de la mesa un festejo? Y de ligar… ni hablemos. Quedamos para cenar porque en ese encuentro uno es capaz de desnudar el alma con tan solo abrir la boca y pedir el plato deseado.

Amamos la gastronomía, aunque no nos guste comer. Porque habita en ella la sociabilización y el encuentro. Y de esa pasión por la comida nacen los recetarios. Algunos, simplemente persiguen la perpetuidad de una tradición: no olvidar de dónde venimos y cómo hemos crecido. Otros, se agarran a las tendencias: este 2024, por ejemplo, es el año de los libros de cocina china, sigue petándolo los recetarios para la Airflryer y el veganismo ocupa cada vez más hueco en las estanterías.

Sin embargo, hay libros que nacen sin intención, sin pensar que una simple recopilación de recetas pudieran tener como fin un libro de éxito. Esto último es lo que sucedió con Venus en la Cocina. Libro de recetas para el amor de Noman Douglas, editado por Siruela.

Portada de 'Venus en la cocina. Libro de recetas para el amor', de Norman Douglas (Ediciones Siruela).
Portada de 'Venus en la cocina. Libro de recetas para el amor', de Norman Douglas (Ediciones Siruela).

“Las siguientes recetas —escribe el autor— no se han recopilado con prisas, ni con la intención de publicarlas. Se fueron recogiendo lentamente, una a una, para el beneficio y el uso privado de un pequeño grupo de amigos, la mayoría de los cuales, lamento decir, son ya más mayores de lo que quisieran y están ansiosos —¿y quién no?— por conservar el mayor tiempo posible la vitalidad de su Juventud y de su madurez”

¡Qué gran excusa y qué demostración de amor! Recopilar las recetas que pueden hacer felices a nuestros amigos y avivarles la libido. ¿Qué más se puede pedir? Así lo pensó el escritor Norman Douglas allá en el año 30 cuando el autor y un grupo de amigos disfrutaban de “una suculenta cena y varias botellas de vino añejo” entonces, en ese efluvio que provoca el vino y la comida, alguien comentó que “ha leído, escuchado o susurrado” que el médico Ambroise-Auguste Liébault (quien dedicó su vida a la sugestión hipnótica y su uso en el cuidado de la salud) “había escrito sobre los efectos rejuvenecedores de ciertos platos y condimentos” En ese hilo de conversación comienza el entusiasmo de los sentados a la mesa quienes incita a Douglas a que comience una investigación sobre “recetas que les devuelva la apetencia” y con ellas “la juventud”.

Portada de 'Íntimas suculencias', de Laura Esquivel (Ediciones Debolsillo).
Portada de 'Íntimas suculencias', de Laura Esquivel (Ediciones Debolsillo).

La premisa, sin duda, era tentadora, así comenzó a gestarse este recopilatorio cuya primera edición nació en 1952 bajo el título Venus in the kitchen o Loves’s Cookery Book, y cincuenta años después, la editorial Siruela lo pone en las estanterías de las librerías con un delicioso pequeño formato, de tapas duras asalmonadas, un pequeño prólogo de Isabel Coixet y las bellas ilustraciones de Bruce Roberts.

Guardaba las recetas en el fondo de un baúl —escribe el autor en el prólogo del libro—, añadiendo una nueva de vez en cuando y, ocasionalmente, también la de algún estrambótico plato de naturaleza afrodisíaca. Allí, seguirían de no ser por uno de los amigos del mencionado grupo (…) Había probado una o dos de ellas y había quedado gratamente impresionado por sus efectos posteriores”

¡Funciona!, gritó el amigo. Así, le rogó al escritor que las publicara no sin advertirle que quien las cocine “deberá ser rico, de lo contrario, será mejor que abandone toda esperanza de encontrar a Venus y siga con esa frigidez de temperamento de la que es el responsable el siempre económico recetario de los libros de cocina al uso” Y así lo hizo. Doce años más tarde, presentó a sus amigos la recopilación: Apio cocido, Tostada de arroz con gambas, Hipográs afrodisíaco, Aceitunas de ostra, cangrejos estofados, codornices con trufa, Cabeza de cerdo rellena…

Este es un libro de recetas sin receta, donde nos se encontrarán cantidades precisas, ni listado de ingredientes, es más bien un librillo de lectura para curiosos, un recopilatorio sorprendente de textos cortos y fines claros: que te tiente, que te anime a cocinar y probar. Y después… ¡Lo que surja!

Portada de 'Afrodita', de Isabel Allende (Editorial Debolsillo).
Portada de 'Afrodita', de Isabel Allende (Editorial Debolsillo).

Hay algo vinculante entre este librito e Íntimas suculencias. Tratado filosófico de cocina, de Laura Esquivel. Ya la autora nos avivó no solo la juventud, sino las ganas de todo en su libro Como agua para chocolate. Los personajes de esta bella historia de amor muestran sus pasiones entre fogones, mesas con banquetes suculentos, cocinados a fuego lento y servidos para provocar las ganas de amar sin medida. En Íntimas Suculencias, la autora invita al lector a un diálogo sobre cultura gastronómica, un tú a tú que nos recuerda que sin esa búsqueda del deseo, nadie podrá vivir en plenitud. Una delicia de libro-ensayo indispensable en nuestras estanterías. Casi tanto como el ya clásico y bellísimo Afrodita, de Isabel Allende. Su primera edición en tapa dura era de una belleza extrema, después salió la versión en bolsillo que, aún hoy, se puede encontrar en algunas librerías especializadas. El libro, de nuevo un ensayo que a ratos novela y a otros cuenta, es, al igual que Venus en la Cocina, un antídoto para todos los dolores. Al menos, para los que salen del corazón.

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