El libro de cocina más cursi de la historia
Barbara Cartland publicó en 1984 una poco conocida joya de la gastronomía rosa. Con sus recargadas imágenes e impagables textos, 'El romance de la comida' puede ser el recetario más kitsch de todos los tiempos.
Hoy vengo a hablaros de amor.
El calor ha llegado, los campos están en flor y vuestra follosidad supera la de un oso amoroso pasado de Viagra.
Por eso creo que necesitáis conocer este libro...
...que publicó en 1984 esta señora...
...que no es ni Liberace, ni Rose de Las chicas de oro ni una concursante octogenaria de Ru Paul's Drag Race, sino Barbara Cartland, la autora de novela rosa más famosa y prolífica de todos los tiempos.
Mary Barbara Hamilton Cartland nació en 1901, escribió 723 novelas en sus 98 años de vida, vendió más de 750 millones de ejemplares y tiene el récord Guinness de novelas publicadas en un año (26 en 1976). Pero también posee una faceta menos conocida: la de autora culinaria, con libros loquísimos de gastronomía romántica como Comida para el amor, La magia de la miel, Recetas para amantes o el que nos ocupa: The romance of food (El romance de la comida).
Las recetas de esta obra maestra de la cocina cursi son del chef personal de Cartland, Nigel Gordon, pero los comentarios a las mismas son de la propia escritora. En su solapa, el libro promete “revivir incluso al amante más cansado y poner una canción en el corazón del más arrebatado”, y os juro que lo cumple con platos tan indescriptibles como este pollo rosa.
“Pollo con salsa rosa, pollo en cuarzo rosa y el rosa inundará tus mejillas cuando él te diga 'Te quiero'”. ¿A que se os enamora el alma? Normal. Como bien dice la autora en la introducción del libro, la comida y el amor han tenido una relación estrecha a través de los tiempos. Según ella, los franceses son los que mejor han entendido este asunto, y por eso las recetas del libro se inspiran tanto en su cocina. “Todo francés elige su comida con el mismo cuidado y la misma concentración que elige una mujer para amar”, asegura una Barbara a la que la igualdad de género le importa más o menos lo mismo que las luchas tribales de Zimbabue o el futuro de la lagartija rayada de Papúa Guinea.
Ella está más centrada en los asuntos de verdad importantes, como comprar figuritas con las que decorar su hogar en la campiña inglesa. Su colección de cisnes, perritos, pajaritos, pastorcillos y angelotes, que rivalizaría con un almacén de 10.000 metros cuadrados de Lladró, sirve como atrezzo en las fotografías de los platos de The romance of food.
No penséis que Barbara es una frívola locatigüisqui: ella también sabe de nutrición. Escribe cosas que pondrían el pelo blanco a nuestro querido Juan Revenga, como “el desayuno es la comida más importante del día”, “la vitamina E es lo más cercano que tenemos a la vida” o “científicos de todo el mundo han comprobado que el superóxido dismutasa revierte el envejecimiento, y la gente que lo toma durante unos meses parece y se siente 20 años más joven”. Y no para de inventarse supuestas propiedades afrodisíacas de alimentos como las ostras, los huevos crudos o el salmón. Pero se lo perdonamos, porque todo lo hace en nombre del amor.
Lo que no le podemos perdonar es su Spanish Rapsody, un escalope de ternera con arroz criollo con piña y tomates chirri (¿?) y una salsa velouté (¿¿¿???). No, Barbara, poner al lado la flamenca y el bailaor que te compraste por 200 pesetas en la tienda de souvenirs del aeropuerto de Alicante no convierte un plato en español.
Los títulos de las recetas son tan rococós como se podía esperar en un libro como éste. El fuego del amor es un guisote de patatorras y pollo; Gozo de los dioses, una ensalada de lechuga, tomate y todo lo que Barbara encontró de oferta en la sección de verduras del Tesco de su barrio, y Verdadero amor, un poliamor de mousse de naranja, puré de frambuesa y fruta de la pasión que ya quisiera para ella Anne Igartiburu.
Pero donde Barbara lo da todo es en los pies de foto. Comentemos unos cuantos.
“Los gitanos vagando románticamente por el campo hacen sopa de berros, pero los rusos con fuego y pasión prefieren el borsch”. “La miel es la comida del amor. Dale al hombre que amas chuletas con miel y con el aroma de la madreselva sueña con una luna de miel”.
Dale a un diabético este libro y observa su muerte entre estertores, diría yo.
“Qué mujer no suspira por ser llevada como un cordero en los brazos del hombre que ama”. O Barbara tomando el testigo de Simone de Beauvoir en la lucha feminista. No sé cómo las Femen no ponen esta frase en sus camisetas.
“Filet Mignon Rossini. Carne... dando virilidad y fuerza... con un seductor paté inflamando los sentidos”, escribió una Barbara posiblemente bebida, incapaz de construir una frase con sujeto, verbo y predicado. “Solomillo Wellington. El general más grande de Inglaterra que derrotó a Napoleón y un plato que merece su nombre en la Batalla del Amor”, añade arrebatada por la Historia.
A veces se atreve a ponerse multicultural. Pero como no tiene mucho que decir de nada que ocurra más allá de las fronteras del condado de Hertfordshire, comenta esto sobre un pato con naranja: “Un plato de magia china en cuya vida el pato siempre ha tenido un lugar muy especial”. Gracias, Barbara.
En el Universo Cartland, todo debe relacionarse con el amor. Cuando no se le ocurre nada, se pone esóterica y escribe cosas crípticas como “Las maravillas ocultas de las profundidades evocan las maravillas místicas del amor”. Para un cóctel de gambas congeladas.
Sin embargo, entre frases algo inconexas, recetas de faisán y postres a cuál más emperifollado, logra mandar a sus lectoras el mismo mensaje que el de todas sus novelas: sólo os sentiréis realizadas el día que os caséis con un hombre.
Y no, no os burléis de su mundo de fantasía kitsch heteropatriarcal. Porque si cocináis como Barbara, al final obtendréis "todo lo que una novia puede querer": unos lirios, unas rosas, una tarta de boda espantosa y un Rolls Royce.
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