Malos hábitos que lastran el éxito académico
Revertir la aparición de insomnio y estrés entre el alumnado requiere de buenas rutinas alimentarias, higiene del sueño y apoyo psicológico por parte de los centros


Pasar las noches en vela, comer mal y a deshoras o dejar el ejercicio físico para “cuando haya tiempo” son prácticas normalizadas entre la población universitaria. Porque a los cambios propios que se producen en el inicio de la juventud se unen otros factores en esta etapa que condicionan los hábitos: el acceso a una vida que ocurre muchas veces lejos del entorno familiar; la adquisición de una mayor autonomía y de nuevas responsabilidades, y, también importante, la presión académica y social que muchas veces lleva a priorizar el estudio, el ocio o el trabajo por encima del descanso, la alimentación saludable o la actividad física. Conductas que, lejos de ser inocuas, pueden condicionar no solo el rendimiento académico, sino también la salud física y emocional del alumnado.
Lejos de mejorar, los hábitos alimentarios entre universitarios han empeorado en las últimas décadas, alejándose del modelo saludable de la dieta mediterránea, clave en la prevención de enfermedades cardiovasculares y metabólicas. Así lo advertía en 2013 los Estudios de hábitos alimentarios y estilos de vida de los universitarios españoles de la Fundación Española de la Nutrición (FEN), cuyos resultados revelan que muchos universitarios no cumplen con las recomendaciones de alimentos clave como cereales integrales, legumbres, frutas, verduras y frutos secos, y en cambio abusan de carnes, grasas y dulces. Además, presentan déficits de micronutrientes como vitamina E, zinc, ácido fólico, hierro, magnesio, potasio y vitaminas A y D. Iciar Astiasarán, catedrática de Nutrición y Bromatología de la Universidad de Navarra, recuerda que, pese a esto, “la mayoría mantiene un peso normal y no supera la ingesta energética recomendada”, lo que no evita un desequilibrio hacia grasas y proteínas en detrimento de los hidratos de carbono.
Además de los efectos en la salud de una mala alimentación, el rendimiento académico también se ve afectado. “Toda actividad intelectual requiere del aporte adecuado de energía y de micronutrientes que aseguren el buen funcionamiento de todas las células del sistema nervioso y del cerebro”, incide Astiasarán. En este sentido, Sandra de la Cruz Marcos, docente y coordinadora de prácticas del Grado en Nutrición Humana y Dietética de la Universidad de Valladolid, recuerda que un patrón alimentario basado en frutas, verduras, pescado azul y frutos secos, junto con comidas regulares, mejora la retención y el desempeño en los estudios. Por el contrario, el consumo excesivo de ultraprocesados, azúcares y bebidas estimulantes —comunes entre los universitarios— puede afectar negativamente tanto la salud física como mental, elevando los niveles de estrés y alterando el sueño. “Es fundamental que los estudiantes elijan opciones saludables para cuidar su bienestar y optimizar su rendimiento académico”, añade, y lamenta que, aunque las universidades podrían promover una alimentación saludable, muchas cafeterías y máquinas expendedoras ofrecen opciones de baja calidad.
Al igual que una buena alimentación, el sueño es esencial para una vida saludable, aunque sus efectos no siempre se perciben de inmediato. Y ambos factores están conectados, mantienen una relación bidireccional: una mala alimentación en calidad nutricional y un desfase horario (comidas y cenas tardías) se corresponde con un peor descanso. Por su parte, un sueño escaso o de mala calidad se asocia a peores elecciones alimentarias.
El descanso es memoria
Para Òscar Sans, neurofisiólogo clínico y coordinador del grupo de trabajo de Pediatría en la Sociedad Española del Sueño, es importante insistir en que la evidencia científica ha demostrado que después de dormir somos capaces de recordar conceptos que no nos venían a la mente mientras estábamos despiertos o justo después de aprenderlos, pero que ya estaban almacenados en la memoria. “Dormir bien en cantidad de horas y en calidad no es un lujo, sino que tiene un efecto beneficioso sobre el rendimiento académico. Algunos procesos como el de la memoria declarativa, responsable de almacenar o fijar información y conceptos con sus respectivos significados, se refuerza durante el sueño”, explica el experto.
Según el estudio publicado en 2023 Sleep and Biological Rhythms (Sleep Quality and Sleep Deprivation: Relationship With Academic Performance in University Students During Examination Period), realizado entre 640 estudiantes de la Universidad Autónoma de Madrid, la mayoría de los participantes reconoció dormir menos de lo necesario, incluso durante los fines de semana. Esta falta de descanso se relacionó con una peor percepción del rendimiento académico. De hecho, el 61,3% reconoció que rendiría mejor si durmiera más, lo que confirma que, en las temporadas de mayor exigencia del curso, el sueño insuficiente y de baja calidad es habitual y perjudica su desempeño.
Durante los periodos de exámenes, muchos universitarios sufren falta de sueño, estrés y ansiedad, lo que afecta a su rendimiento académico. Según Germán Prados García, psicólogo general sanitario y profesor en la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Granada, el insomnio, potenciado por el abandono de hábitos saludables y la presión académica, reduce la capacidad de atención, de memoria y de aprendizaje, por lo que es clave implementar estrategias no farmacológicas para mejorar el descanso: “Es interesante mantener una rutina de sueño regular, evitar pantallas y cafeína antes de dormir, practicar relajación o mindfulness, hacer pausas activas y conservar hábitos saludables de alimentación y ejercicio”.
Salud mental, en riesgo
El informe Insomnia Symptoms, Sleep Hygiene, Mental Health, and Academic Performance in Spanish University Students: A Cross-Sectional Study, realizado con la participación de 582 universitarios españoles, y liderado por el psicólogo Germán Prados García, reveló que casi el 40% de estos estudiantes sufría síntomas de insomnio vinculados a estrés, ansiedad, depresión y mala higiene del sueño. Estos factores afectaban negativamente a su rendimiento académico y reflejan cómo los hábitos propios de la vida universitaria pueden poner en riesgo su salud mental. Prados García subraya la urgencia de implementar en esta etapa educativa programas que fomenten y mejoren la calidad del sueño, y que enseñen a gestionar el estrés para proteger el bienestar mental y el éxito académico del alumnado.
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