Larga vida a los aerogeneradores
Nuevas tecnologías y materiales de calidad contribuyen a alargar la operatividad de los molinos de viento, prolongando su eficacia y rentabilidad
En abril de 1984 comenzaron a girar las primeras aspas de una turbina eólica en España. Fue en Boadella, en la comarca del Empordà (Girona). Han pasado ya más de 40 años de aquel proyecto experimental diseñado para producir 250.000 kilovatios (kW) anuales. Hoy, esta energía limpia es la primera fuente renovable en el país, con una potencia instalada de 30.810 megavatios (MW) —el 24,5% de la que existe a nivel nacional—, según cifras de Redeia. Al cierre de 2023, se contabilizaron más de 22.000 aerogeneradores distribuidos por todo el territorio, y los resultados para 2024 apuntan en la misma línea: con 61.000 gigavatios hora (GWh), es la tecnología que más electricidad produce en España.
Algunas de estas plantas eólicas prácticamente acaban de abrir sus puertas. Muchas otras, en cambio, hace décadas que trabajan a pleno rendimiento. Y el paso del tiempo afecta al funcionamiento de las instalaciones. Como territorio pionero en la materia, España es uno de los primeros países del mundo en enfrentarse al envejecimiento de sus parques de molinos, con los retos que esto supone. En un principio, la vida útil de los aerogeneradores era de 20 años, pero eso ya ha cambiado y la cifra ha quedado corta. “El desarrollo de nueva normativa permite una extensión de la vida operativa por encima de los 25-30 años”, admite el director técnico de la Asociación Empresarial Eólica, Juan de Dios López Leiva.
Para que la instalación pueda mantener su actividad de forma segura es imprescindible determinar el estado de cada unidad generadora. Lo más frecuente es que las turbinas se deterioren menos de lo previsto a cuando se diseñaron en su día. “Una buena estrategia de mantenimiento y unas mejores condiciones medioambientales, como turbulencias menos intensas, viento más suave, por ejemplo, alargan la vida útil de los aparatos”, señala López Leiva.
Pero no siempre es así. Las temperaturas extremas, la humedad, la salinidad en áreas costeras y la erosión son circunstancias que afectan a los componentes. Por eso, cuando se acerca el momento, toca analizar si es posible prolongar su funcionamiento. Una opción es proceder a desmantelar el parque cuando alcance los 20 años de vida útil, y reutilizar parte del material como piezas de repuesto. Otra alternativa es la repotenciación, que consiste en sustituir los aerogeneradores antiguos por otros nuevos. La tercera posibilidad es la de extender la vida de las turbinas. Esto implica un estudio previo y el diseño de un programa de mantenimiento que incluya inspecciones dirigidas a elementos específicos, para que el parque en cuestión pueda continuar en activo sin ningún problema.
Reparaciones útiles
La decisión no es sencilla, porque depende de numerosos factores de tipo legal, regulatorio y económico. Sí se sabe que las inversiones en reparaciones garantizan que la buena marcha de estas plantas se pueda alargar entre cinco y 10 años. Las actuales soluciones de operación y mantenimiento permiten una mayor captura de datos que se convierten en información útil para planificar y ejecutar acciones eficaces y menos costosas. El uso de drones y de equipos de monitorización que analizan parámetros concretos de la máquina o de los componentes con algoritmos de inteligencia artificial (IA) ayudan a diagnosticar el estado real de los aerogeneradores. Estos avances contribuyen a aprovechar al máximo la instalación, lo que repercute en su rentabilidad y beneficia al consumidor.
En las plantas abiertas hace una década ya se están integrando más sensores en las turbinas para analizar comportamientos operativos y detectar a tiempo fallos que puedan provocar reparaciones muy costosas. Desde la Asociación de Empresas de Mantenimiento de Energías Renovables (Aemer) reconocen que en algunos parques más veteranos se está impulsando la opción de hibridar las plantas eólicas con instalaciones fotovoltaicas.
Esta alternativa “permite compatibilizar las curvas de generación de ambas tecnologías, reducir las horas de operación a plena capacidad, conciliar mantenimientos preventivos y correctivos y, por tanto, alargar la vida”, señala su portavoz, Alejandro Guillén. Las incertidumbres legislativas sobre los planes de repotenciación hacen que muchos operadores se planteen esta opción. No obstante, las ventajas de sustituir los generadores antiguos por otros de última generación son evidentes: se triplica la producción de electricidad, sus beneficios ambientales son mayores y su impacto en la red eléctrica es menor.
El director general de APPA Renovables, José María González Moya, lamenta que la burocracia dificulte a las compañías el paso a la hora de afrontar la transición a una nueva etapa del parque. Pese a las complicaciones, este ingeniero apunta otra idea: el impulso que supone el sector eólico para la economía circular gracias al reciclaje de componentes como las palas de los molinos y los metales. “Nos permite reducir el impacto ambiental y generar nuevas oportunidades económicas. Todo lo que recuperemos al final del proceso supone minimizar los residuos y optimizar el beneficio para las inversiones”, incide. De hecho, hasta el 83% de los materiales son reutilizables, y el objetivo es alcanzar el 100% lo antes posible. El principal problema radica en las palas, ya que es muy difícil recuperar muchos de sus componentes —resinas reforzadas con fibra de vidrio, fibra de carbono, colas, pinturas— y acaban en el vertedero. Otro desafío para una industria clave en el futuro de la energía.
Equipos envejecidos
De media, la edad de las turbinas en España asciende a 14 años, uno de los más altos de Europa. Y la progresión es imparable. A finales de 2024, el actual parque eólico español contará con 8,4 gigavatios (GW) de potencia instalada con 20 años de antigüedad. En 2025, la cifra superará los 10 GW eólicos y en 2030 alcanzará los 20,5 GW. En la UE solo Alemania supera a España en capacidad instalada eólica. No obstante, Dinamarca o Países Bajos tienen parques más modernos que los españoles, y avanzan en tecnologías de extensión de vida y repotenciación.
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