Así es el inversor particular que apuesta por los proyectos limpios
Más de 35 años, ingresos por encima de 25.000 euros, con estudios superiores y proclive a desarrollos basados en fuentes que resultan familiares: solar o eólica
La eclosión de pequeñas empresas centradas en energías renovables en España se ha visto acompañada de una carrera por la captación de financiación. Algunas compañías han dado entrada en su accionariado a grandes inversores institucionales, pero el inversor particular también está jugando un papel relevante en el despegue de estos negocios. Bien sea como inversores directos y a través de plataformas participativas, bien como accionistas —varias firmas de energía solar o eólica han dado el salto a cotizar en el mercado BME Grotwh— o partícipes en fondos de inversión sostenibles, el ahorrador en renovables tiene unas características claras.
De entre 35 y 55 años, con ingresos anuales medios que oscilan entre los 25.000 y 200.000 euros, un patrimonio de menos de 60.000 euros en la mayoría de los casos y un nivel educativo medio o alto. Así describe Eduardo Calderón, consejero delegado de Enerfip España, el perfil medio del usuario de su plataforma participativa de financiación e inversión en proyectos renovables.
Por sexos, tienen un 60% de hombres y un 40% de mujeres, más equilibrado que el que describen en Fundeen, otra plataforma de coinversión que permite a particulares participar en proyectos de energía renovable, donde las inversoras suponen solo el 25%. Otro rasgo que llega a caracterizar al pequeño inversor en fuentes limpias es que valora más el cuidado del medio ambiente que la expectativa de rentabilidad a secas. De hecho, el 70,28% de los miembros de Enerfip cita la sostenibilidad como su principal motivación, superando el incremento de ingresos, que representa el 47,38%. Eso sí, confían en alcanzar un retorno alto, en el rango del 5%-6% a cinco años, según Fundee, o del 7% al 9% a un plazo de entre dos y tres años, estiman en Enerfip.
“Buscan tener su dinero en un plazo relativamente corto y con unas rentabilidades superiores a las que pueden dar otras opciones, como los bonos o las cuentas remuneradas”, resume Nacho Bautista, consejero delegado de Fundeen. En su opinión, “la conexión territorial del ciudadano con el proyecto es lo más reseñable que a día de hoy hemos detectado”, expresa. Se refiere a que han comprobado cómo la implicación ciudadana y el monto de inversión aumentan con la cercanía de la persona al proyecto que va a financiar. En cuanto al interés entre las nuevas generaciones de inversores, Eduardo Calderón ha constatado que se da una representación menor en los rangos entre 24 y 35 años. “Este dato indica que, aunque es un mercado atractivo para adultos jóvenes, sigue siendo preferido por personas con mayor estabilidad financiera”, concluye.
Por su parte, Víctor Monje, responsable de Inversiones de Schroders Greencoat en Iberia, gestora especializada en energías renovables e infraestructuras de transición energética, hace una distinción. Si estamos ante una cartera “de activos en construcción y operación con una rentabilidad más baja pero mucho más predecible en relación a los ingresos venideros, vemos un inversor particular más mayor”, especifica. Sin embargo, cuando hablamos de “activos en desarrollo, sí hemos detectado una tendencia a inversores más jóvenes, usualmente con estudios avanzados y que buscan un grado de complejidad que se pueda ver traducido en una mayor rentabilidad”, diferencia Monje. Además, en el ahorrador con menos edad sí que observan que la conciencia social está balanceada en la lista de prioridades junto con la rentabilidad, mientras que el más maduro presenta “una mayor preferencia por la rentabilidad y los potenciales riesgos”, admite el experto de Schroders Greencoat.
Sofisticación e impacto
Respecto al inversor que apuesta por tener exposición a renovables en su cartera a través de fondos de capital privado, “ha tenido hasta ahora un cierto nivel de patrimonio y sofisticación, acorde con el carácter ilíquido del activo en el que se invierte”, explica Miguel Lizaso, director en el equipo de Transición Energética de A&G. Sin embargo, han aparecido nuevas iniciativas en Capital Riesgo que reducen los niveles mínimos de inversión y cada vez más particulares apuestan por esta vía. Estos suelen tener preferencia “por realizar inversiones con impacto, que ayuden a alcanzar un modelo energético y económico neutro en emisiones de carbono”, resume Lizaso. Además, a tenor de su análisis, buscan apoyar nuevos proyectos de energía solar fotovoltaica o eólica, “tecnologías que están integradas en su día a día y donde pueden ver de manera tangible los beneficios que trae a aquellos territorios donde están instaladas”, apuntilla.
Carteras diversificadas
Si ampliamos el foco y nos fijamos en las inversiones verdes en general, encontramos conclusiones interesantes en el Estudio sobre el comportamiento del inversor particular en el mercado de productos financieros sostenibles, realizado por UPF-BSM y Triodos Bank. Este trabajo se centra en individuos que invierten directamente en empresas cotizadas que tienen la consideración de sostenibles y/o fondos de inversión o planes de pensiones registrados como artículo 8 y 9, según la clasificación del Reglamento de Divulgación de Información sobre Finanzas Sostenibles (SFDR) de la UE. Esta normativa se refiere a productos que en sus políticas de inversión promueven características medioambientales o sociales (artículo 8), o cuentan con objetivos explícitos de sostenibilidad (artículo 9).
El estudio concluye que destinan su dinero a esta clase de vehículos personas de entre 35 y 54 años —los autores encuentran un equilibrio entre hombres y mujeres—, que tienen estudios relacionados con la economía y administración de empresas, y cuyos ingresos anuales superan los 25.000 euros.
Otra de sus deducciones se refiere a que la mayoría de los inversores verdes no se centra solo en productos sostenibles o responsables, sino que han configurado una cartera mixta en la que este tipo de posiciones representa una estrategia más amplia para equilibrar el riesgo y el rendimiento. En concreto dedican entre el 6% y el 20% de su cartera a estrategias relacionadas con la sostenibilidad.
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