Opulencia, pieles sintéticas y ropa interior: por qué la semana de la moda de Milán juega al más es más
Diseños que dan vueltas a la idea del poder y la ostentación se mezclan con colecciones inspiradas en el trabajo y lo utilitario. ¿Tiene sentido tirar de lo nostálgico y lo aspiracional como estrategia para recuperar las ventas del lujo?


El único hilo conductor que se puede trazar entre las colecciones presentadas durante la semana de la moda de Milán ha sido la vuelta de los abrigos de piel (sintética). Hacía mucho que marcas tan dispares no se ponían de acuerdo para apostar, cada una a su manera, por una tendencia concreta, una que, además, ya puede percibirse en la calle: hace unos días, The New York Times dedicaba un artículo a la vuelta de las pieles, esta vez compradas en tiendas de segunda mano y llevadas mayoritariamente por las nuevas generaciones. La que fuera una prenda asociada con las señoras de edades maduras y estilos de vida opulentos se la reapropian los jóvenes para darle, quizá, otro sentido. Tendencias nacidas en redes como mob wife (vestir de una forma maximalista y ostentosa desde la ironía) o esa corriente llamada old money, que simula la apariencia de los ricos de cuna, quizá hayan tenido que ver en el asunto.
Resulta curioso que en el momento socioeconómico actual las pasarelas apuesten por esa estética imponente que habla de dinero y poder, aunque, en realidad, la idea de vestir de una forma rotunda en tiempos difíciles ha sido una dinámica recurrente en los años veinte, los cincuenta o los ochenta.
Este sábado, Dolce & Gabbana recurría a los años veinte, es decir, a esos vestidos inspirados en las flappers de entreguerras repletos de flecos y pedrería, pero lo hacía en la segunda mitad de su desfile. En la primera, las modelos recurrían al grunge, con parkas sobredimensionadas, enormes accesorios de pelo, gafas de sol y gorros de lana. Debajo, ropa interior, medias y ligueros, es decir, la sensualidad en su sentido más clásico, uno de los leitmotiv de la enseña milanesa. La colección se titulaba Cool girls: mujeres que son fieles a sí mismas, un lema que el dúo creativo ha traducido en la rebeldía flapper de la segunda parte y en esa especie de libertad cotidiana de la primera, con las modelos saliendo a la calle a desfilar y bailar con la música que pinchaba Victoria De Angelis, del grupo Maneskin. Una especie de celebración tanto de las prendas femeninas que componen la rutina como de las que están reservadas para momentos concretos.

Si Dolce & Gabbana se vuelve urbano en el fondo y continúa siendo opulento en las formas, Versace recorre justo el camino contrario. Sobre una larguísima pasarela que reunía a casi mil invitados en una sola fila a cada lado, Donatella Versace sacaba a desfilar a un batallón de modelos que repasaban, actualizándolos, casi todos los hitos de la marca que liberó de prejuicios a la encorsetada moda de los ochenta: esta vez no se inspiraba en el bondage, el punk, los estampados y la indumentaria grecolatina o el arte pop, como suele, esta vez lo resumía casi todo en una colección que respiraba ese subidón de energía que durante mucho tiempo ha caracterizado a Versace. Ni rastro del minimalismo con el que ha probado otras veces, tampoco de los vestidos pensados para la alfombra roja que le han reportado casi toda la visibilidad en los últimos años. Era un Versace explosivo y sintetizado, y lo era quizá porque en los últimos meses se especula con su retirada (y con la compra de la marca, que pertenece al grupo Tapestry, por el grupo Prada) o porque estos tiempos requieren esa vuelta al maximalismo y la falta de prejuicios.

Sportmax llama a ese encuentro entre lo rotundo y lo cotidiano “hiper-reinvención”: basa su colección en una revisión del legado en clave futurista para “afrontar los retos del mundo actual”, explican en las notas del desfile. La firma, que pertenece al grupo Max Mara, nació en 1969, es decir, en plena explosión del prêt-à-porter, para proponer un armario vanguardista sin renunciar a la funcionalidad (la mayoría de las firmas de la época jugaban a lo primero, pero se olvidaban de lo segundo), y en esta ocasión ha retomado ese lema mostrando prendas cotidianas (gabardinas, bombers, abrigos de paño, blusas y, sí, chaquetas de pelo) tratadas con materiales experimentales y patrones ligeramente deconstruidos para dotar de sentido a cada pieza, una especie de futurismo en clave minimal que resulta apetecible y sobre todo pertinente.

Curiosamente, han sido las marcas con equipos creativos y no con diseñadores visibles las que han presentado algunas de las colecciones más interesantes de estas últimas jornadas. Sportmax nunca ha tenido director creativo, tampoco MM6, la segunda línea de Maison Margiela, que en estos últimos años está adquiriendo entidad propia. El pasado jueves también jugaron a reinterpretar prendas típicas de fondo de armario. Lo hicieron a la manera de Martin Margiela, es decir, redimensionándolas o reduciéndolas, de tal forma que se palpara no solo el proceso de creación de cada una en la forma de construirlas, también, de alguna forma, el proceso mental que cada persona sigue a la hora de completar su imagen combinando piezas. Había chaquetas con hombreras, vestidos de punto que se iban degradando, jerséis a modo de segunda piel y abrigos de pelo sobre ligueros, el mismo contraste que utilizaban Dolce & Gabbana, la prenda exterior voluminosa sobre la ropa interior, pero con un efecto distinto: en estos últimos se utiliza para mezclar lo cotidiano con lo sensual, en MM6 para hablar de la construcción individual de la imagen, en este caso de una imagen a medio hacer, sin un ápice de erotismo.

El proceso también ha sido el punto de partida de Adrián Appiolaza en Moschino. El diseñador argentino lleva dos años investigando los archivos de la casa para adaptarlos al presente, y en esta colección parece haber encontrado una voz propia. Si Franco Moschino, el rey de la ironía, jugaba al sarcasmo con ese tótem del lujo que fue y es el uniforme de Chanel, Appiolazza utiliza como lienzo una de sus marcas favoritas, Comme des Garçons, para hablar del diseño a medio hacer en la primera parte de su colección, repleta de prendas oscuras voluminosas y casi monstruosas a las que les falta algo (una pieza de tela, botones, forro...) para estar terminadas. Esa misma idea del proceso la lleva posteriormente a la ropa de trabajo y la pasa por el filtro cómico de la marca, convirtiendo monos, camisas azules o pantalones caquis en prendas con los códigos del lujo, una idea que se lleva al extremo al final, cuando las bolsas de basura se convierten en vestidos de gala. Hay muchas lecturas en la colección de Moschino, como ha de ser en una marca basada en reírse de las dinámicas de la propia moda, y todas son hoy necesarias. Appiolazza ha encontrado, además, una forma propia de transmitirlas sin renunciar al pasado.

En esta marea de abrigos de pieles, diseños opulentos y estilos que quieren hablar de poder (unos más acertadamente que otros), dos diseñadores han brillado siendo fieles a la discreción. Matteo Tamburini ha jugado con el uniforme urbano en Tod’s y, por supuesto, con el tratamiento del cuero, base de la marca, para presentarlo en una excelente colección en la que lo difícil parece fácil: abrigos de doble botonadura, gabardinas, conjuntos de dos piezas de punto, jerséis oversize, faldas asimétricas... repletas de esos pequeños matices que convierten lo funcional en lujoso y lo básico en diseño.

Maximilian Davis hacía lo propio en Ferragamo. Su mirada lo ha convertido, pese a juventud, en uno de los diseñadores más prometedores del momento. Maneja de forma metódica la sastrería, el color y el corte de las prendas, que resultan casi perfectas sobre las modelos (ha sido de los pocos en tener un casting de edades y cuerpos diversos). Aquí la piel, además de en abrigos, se utiliza a modo de pelliza sobre los trajes, evocando la sastrería de los años cuarenta, o como detalle en la cintura de vestidos transparentes, redefiniendo la idea clásica de glamour de mediados del siglo XX.

En febrero, Ferragamo despidió a su CEO, Marco Gobbetti, tras dos años en la marca. Su función era convertirla en una enseña de lujo que pudiera competir con las grandes, pero las ventas no han respondido. Como en el caso de Burberry, que el pasado lunes en Londres ofreció uno de los mejores desfiles en lo que llevamos de temporada, no es por falta de talento en el diseño. Tal vez se trate de un problema de gestión, de comunicación o, simplemente, de no darle a la clientela lo que busca. Nadie sabe por qué el 1% de la población, es decir, el comprador habitual de lujo, ya no ve la moda como su primera opción. Tal vez esta vuelta a la piel como metáfora de poder y opulencia hablen directamente a ese público minoritario y al mayoritario, que compra por aspiración. O tal vez no. Porque, curiosamente, Prada, la única marca que creció el pasado año, no habla de perfección, de ostentación o de sensualidad, sino de imperfecciones y hasta de dejadez, de melenas sin peinar y zapatos desgastados o salir a la calle en pijama. Moda realista o moda para narrar una ficción, he ahí la cuestión.
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