Brezos para el invierno, la planta que no debe faltar en un alegre jardín invernal
Las Ericas son peculiares porque si mueren en plena floración conservan cierto color verde en sus finas hojas y sus flores permanecen con la tonalidad de cuando estaban vivas


“Tengo una planta que lleva en flor un año y medio, no tira sus pequeñas flores, me tiene fascinado”, le dice un hombre a su vecina. “¿Son unas pequeñas campanitas rosadas o blancas?”, le replica ella. “Sí, más bien fucsias, y tienen una consistencia como de papel”, vuelve a contestar el primero. “Pues, entonces, estás regando una planta muerta”, concluye la vecina. Se trata de un brezo, una planta peculiar porque, si muere en plena floración, conserva cierto color verde en sus finas hojas y, sobre todo, sus flores permanecen con la tonalidad de cuando el vegetal estaba vivo. No en pocas ocasiones se puede observar un brezo muerto en tiendas, escaparates o en casas particulares como la de estos dos personajes, y los aplicados dueños los siguen regando como si nada, aunque sea una planta cadavérica.
Los brezos (Erica spp.) aportan sus matices alegres en los fríos días grisáceos, y son una nota cromática deseada en los jardines y balcones. Es una de las plantas de temporada que se utilizan en el invierno, junto con las caléndulas (Calendula officinalis), los ciclámenes (Cyclamen persicum) o los pensamientos (Viola spp.), para añadir colorido en los arriates y platabandas. Por desgracia, normalmente después se desechan, cuando, en realidad, son arbustitos que pueden vivir muchos años.
Es cierto que no todos los brezos son igual de duros cuando se cultivan en el jardín, pero hay un híbrido que tiene una fuerza sin igual, y que es muy recomendable para descubrir el fascinante mundo de esas plantas leñosas: Erica x darleyensis. Esa x en medio significa que es el resultado de un cruce genético entre Erica carnea y Erica erigena. Estas dos especies pertenecen a entornos ligeramente diferentes: mientras que la primera especie procede de Europa central, la otra se circunscribe al sur de Francia, la península Ibérica y el norte de Marruecos. Quizás por esta mezcolanza de orígenes el híbrido resultante es tan adaptable a multitud de situaciones de cultivo.

Erica x darleyensis vive a las mil maravillas tanto a pleno sol como en una media sombra luminosa. Es capaz de desarrollarse sana y feliz en la chicharrera castellana o del Levante, sin por ello chamuscarse, siempre que no le falte un punto de humedad en sus raíces. Además, gracias a su pequeño volumen en los primeros años, es una planta muy apropiada para macetas, y vegeta estupendamente en un alféizar. Su forma tiende a ser achaparrada y ancha, y levanta poco más de 20 centímetros, aunque con el tiempo puede alcanzar algo más de altura, sobre todo si se deja a su aire. Pero, si se prefiere mantener baja, se le puede aplicar un recorte después de la floración, a comienzos de primavera.

Sus finísimas y diminutas hojitas verde oscuro se acompañan de cientos de flores en forma de orza entre noviembre y marzo, en lo que es un despliegue de color que dura muchísimo tiempo. Cada flor vive tantos meses por esa consistencia seca que ya se ha mencionado, y soporta los días calurosos, la nieve y la escarcha, los vientos… en una demostración única de dureza, aun a pesar de su aparente fragilidad.
A esta belleza se une su generosidad para ofrecer néctar a los insectos polinizadores, por lo que en el periodo frío se verán multitud de estos animalitos acudir solícitos al brezo para almorzar.

Estas ericas híbridas se pueden plantar al pie de otros arbustos más altos y columnares que tengamos en un macetón, especialmente en el borde, para que reciban una buena dosis de sol directo sin nada de sombreo. Llegado el caso, la naturaleza perenne del brezo también complementará las desnudeces de las plantas caducas a las que acompañe, cuando estas solo muestren sus ramas desnudas en el invierno. Dentro de estas combinaciones, una muy hermosa es la que generan con los madroños (Arbutus unedo), ambos de la misma familia de las ericáceas. De hecho, si uno se fija bien, verá cómo las flores de los brezos y del madroño comparten morfología. Asimismo, se pueden intercalar algunos bulbos de narciso (Narcissus cv.) cerca o entre medias de los brezos, para generar bellos contrastes cuando se junten ambas floraciones.
Uno de los cultivares más famosos de este brezo es Erica x darleyensis ‘Darley Dale’, de flores rosadas, o también ‘White Perfection’, de flores blancas como la nieve. Lo más habitual es mezclar ambas, para obtener el beneficio de sus colores suaves y vibrantes. Para terminar, un último consejo sería el de asegurarse que la especie de brezo que se compre sea Erica x darleyensis, ya que otras pueden no ser tan resistentes. Estas plantas son una elección que no debiera faltar en un alegre jardín invernal.
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