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Madrid registra 4.400 personas sin hogar: “La gente me mira como si fuese invisible”

Los afectados son muchos más, pero no todos pueden pedir ayuda desde la calle, según advierten Cáritas y Faciam con motivo del día de los ciudadanos sin techo

Sara Castro

Pilar Giménez, auxiliar sociosanitaria, tiene 54 años y vive en la calle desde primavera, cuando el banco embargó el piso de San Sebastián de los Reyes (Madrid) por el que se hipotecó hace más de una década para vivir con su hija, ahora veinteañera. “Trabajé de limpiadora, de pinche de cocina, hasta de vigilante de seguridad. Un día dejó de sonar el teléfono y no me llamaron más. Tiré de ahorros, pude ayudar a mi niña a graduarse en Biología, pero se me acabó la prestación del paro y llegó un momento en el que me quedé sin nada”, lamenta. Como ella, hay alrededor de 4.400 personas sin hogar registradas en Madrid porque en algún momento acudieron a un recurso de alojamiento, como puede ser un albergue o un centro de acogida, según los datos más recientes del Instituto Nacional de Estadística, pero desde Cáritas, con motivo de la semana en la que se conmemora el Día de las Personas sin Hogar, advierten de que son muchas más.

No todas pueden pedir ayuda desde la calle. “La gente me mira como si fuese invisible y hace no tanto tiempo era yo la que iba a comprar al supermercado, mientras me encontraba a otras personas pidiendo en la puerta”, lamenta Giménez. Reconoce que lo más duro del proceso fue tener que admitir que necesitaba ayuda: “A las mujeres nos cuesta más porque solemos ser las que cuidamos. Nunca pude llegar a imaginar que iba a dormir en el parque del Oeste, en portales y cajeros. Las noches son difíciles, te roban, aunque no tengas nada. La calle te come”.

Le preocupa la inminente llegada del frío y las lluvias porque la situación empeorará. Cree que su hija vive en casa de una amiga, pero se niega “a ser una carga para ella”. Desde hace dos meses asiste a la Fundación Luz Casanova, su red de apoyo para lavar la ropa, asearse y comer con la intención de evitar recurrir a los contenedores. El sinhogarismo incrementa a nivel nacional, en los últimos dos años ha aumentado en un 55% el número de personas sin vivienda acompañadas desde algún servicio o recurso público o privado, según los datos de septiembre del Instituto Nacional de Estadística.

“Quienes atendemos a las personas sin hogar constatamos que viven en una pesadilla, la del continuo crecimiento de la precariedad”, apunta la presidenta de la Federación de Asociaciones y Centros de Ayuda a personas marginadas, Susana Hernández. Bajo el lema “Sin hogar, pero con sueños”, asociaciones y ciudadanos se han unido este jueves a su entidad en una marcha convocada en el marco de la Campaña Estatal de Personas Sin Hogar, desde Callao hasta Príncipe Pío.

“Después de salvar tantos obstáculos y estar preparados para vivir de manera independiente, en esta ciudad no se puede acceder a la vivienda porque los precios son totalmente inaccesibles y los requisitos imposibles de cumplir”, recoge el manifiesto de los participantes en la marcha. “No tener una casa es mucho más que no tener un techo, se trata de perder el derecho a empadronarse, a tener asistencia sanitaria o a un trabajo decente”, apuntan desde Faciam tras recordar que las causas del sinhogarismo pueden ser administrativas.

Es el caso de Leydi, venezolana y licenciada en psicología. Llegó a Madrid hace unos meses en busca de un futuro mejor. Tuvo solo 15 días para salir del centro en el que había ingresado al llegar como solicitante de asilo porque finalmente le concedieron la residencia por razones humanitarias. “Esta no viene con un hogar, llega con un tiempo corto y limitado para ordenar tu vida y cuando no encuentras nada, sientes que no has hecho lo suficiente”, expresa.

También hay causas estructurales, como la dificultad para alquilar, aunque sea una habitación por no disponer de una nómina, es el caso de Giménez y también de Edgar Campos, de 37 años. Trata de regularizar su situación, es peruano y llegó a Madrid en febrero tras sufrir extorsiones y amenazas. En Lima era funcionario público y responsable de una ONG.

“Tiré de ahorros, pagué una habitación hasta que mi colchón económico se agotó y tuve que irme dos meses a dormir al aeropuerto”, comenta. Ahora vive en un centro de día de Cáritas con servicio 24 horas. “El frío de la calle es duro, pero más complicado es pasar la vergüenza de tener que pedir. Es paradójico montar una ONG para ayudar a otras personas y acabar siendo yo el que necesita apoyo”, expresa Campos. Sueña con una burocracia que no sea infinita para tener un trabajo y traer su proyecto a España con la intención de devolver a la sociedad la ayuda que ahora recibe.

Otra de las causas del sinhogarismo, que suele ser transversal a las anteriores, son las rupturas relacionales. Muchos ciudadanos tienen una vida acomodada, pero pierden de forma progresiva y en cadena el empleo, la vivienda y la familia, hasta quedarse sin nadie a quien acudir. “Alrededor del 60% de las personas sin hogar sueña con recuperar su red de apoyo para salir de la exclusión”, apuntan desde Faciam.

Cáritas recuerda que muchas personas no pueden acceder a alojamientos de emergencia porque no hay suficientes plazas para la demanda existente y las listas de espera son largas. Además, el tiempo de estancia en estos recursos es limitado. El 24,6% de las plazas en España son ocupadas por mujeres, una cifra que también va en aumento. En este caso, es necesario reforzar la red de atención específica que reconozca sus realidades concretas, como la violencia de género, la sobrecarga de cuidados, la maternidad en contextos de exclusión y las violencias cruzadas que enfrenta la población femenina migrante, según recoge el comunicado de la Campaña de Personas sin Hogar.

En el texto se reclama la necesidad urgente de asegurar una acogida digna con recursos específicos y sostenibles, que vayan más allá de la emergencia y faciliten procesos reales de integración. También se resalta la necesidad de ejecutar un sistema de protección social con alojamientos temporales suficientes, vivienda pública y asequible, diseños de ciudades amables, un acceso a la salud garantizado sin barreras burocráticas, leyes que favorezcan la obtención del permiso de residencia y de trabajo, además de políticas públicas que escuchen a las personas sin hogar.

Brigit quiere lanzar un mensaje de esperanza tras lograr salir adelante. Llegó a España con 22 años, primero pagó una habitación hasta que se quedó sin ahorros y estuvo en la calle. Pidió ayuda al Samur y llegó al centro de acogida Cedia hasta pasar a convivir con otras jóvenes en situación vulnerable. Se formó en hostelería, ahora cuenta con un empleo y vive en un piso con su hermano: “Tengo muchos sueños, quiero estudiar, optar a un trabajo mejor, tener mi piso y poder traerme a mi mamá”.

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Sobre la firma

Sara Castro
Escribe en la sección de Madrid tras pasar por la de Sociedad. Antes formó parte de la redacción de elDiario.es y la web de Informativos Telecinco. Cursó el máster de Periodismo UAM – EL PAÍS.
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